Los bailes antiguos de Montijo desde el siglo XIX hasta los años sesenta del XX

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Este estudio lo publiqué en el periódico “La Opinión de las Vegas Bajas”, en los números 12, 13 y 14, desde la primera quincena de agosto hasta la primera de septiembre del año 2000. También publiqué un resumen en Crónicas de un Puebo en julio de 2005 con motivo de una exposición que montamos en el Hogar de Pensionistas sobre el mismo tema. Ahora lo amplío.
Me transmitieron recuerdos verbales Diego Caballero y Alfonso del Viejo, a los que estoy agradecido.

De la página web Bibliodanza recogemos algunas notas del artículo “La danza desde el siglo XVIII al XX”:
“… Hasta después de mediado el siglo XVIII, exceptuando las fiestas de corte y las privadas que celebraban la nobleza y los potentados parisienses y los bailes de la Opera, no había posibilidad de bailar si no en el campo, bajo algún parral o en las hosterías, pero hacia 1770 las salas y lugares de reunión para bailar, empezaron a ser abiertas en gran número en todas las capitales y en particular en Viena y en París, cuyo primer lugar de reunión para baile público fue el gran prado de Passy, abierto en 1774 y bautizado con el nombre de Ranelagh. Frecuentado por la sociedad más elegante, fue clausurado durante la Revolución y reabierto en 1796… El Ranelagh entró en decadencia cuando el ferrocarril de Auteuil, hizo posible el acceso a las clases que carecían de carruaje propio; entonces la aristocracia abandonó el Ranelagh y éste se convirtió en lugar de reunión para bailes populares.
 Ni siquiera la Revolución francesa tuvo a menos la danza… volvieron a estar en auge las danzas ambulatorias, en las que tomaban parte también los actores de la Opera, junto al pueblo que cantaba y danzaba libremente… En aquella época se abrieron no menos de veintitrés teatros y un número increíble de salas de baile… Eran bailes para todas las clases; bailar es quizá una manera de olvidar… esta diversión no estaba difundida solamente en Francia, sino en toda Europa y vino a ser patrimonio común de todas las clases sociales. La evolución que experimentó más tarde en el siglo siguiente… el baile se hizo ágil, se simplificó y ya no necesitó ni estudio, ni maestros ni dotes excepcionales, sino solamente oídos y una cierta inclinación natural; en una palabra, se convirtió en diversión al alcance de todos.


LAS DANZAS EN EL SIGLO XIX
 Después de la Revolución y de la difusión enorme de la danza en todos los estamentos sociales, decaídas las figuras fijas practicadas según un esquema preestablecido, formas fáciles y libres las sustituyeron: pasos sencillos y giros vertiginosos, fueron practicados sobre ritmos fuertemente marcados por parejas estrechamente abrazadas…
 el triunfador fue el vals… Esta danza estaba ya muy difundida en las regiones de la Alemania central y de Austria cuando los Strauss se apoderaron de ella y vigorizando y acelerando el ritmo, la transformaron en el vals vienés que como una irresistible marea se extendió primero sobre Viena y después sobre toda Europa, a pesar de las críticas y de las reseñas morales de una parte de la sociedad… la estrella del vals pareció palidecer cuando una nueva danza, la polka, apareció para disputarle la primacía.
Importada a París por fugitivos polacos,… de origen bohemo, entusiasmó al instante al pueblo ya la burguesía y en poco tiempo llegó a vencer a los aristócratas que se mostraban reacios… pero después este estilo fue abandonado y prevaleció el de danzar por parejas enlazadas, el brazo derecho del caballero en torno al talle de la dama, el brazo izquierdo de ésta apoyado sobre la espalda de él y las manos libres de ambos, cogidas como en el vals.
 La mazurca, de origen polaco, tenía un carácter atrevido y provocador y un ritmo muy incisivo, que los bailarines marcaban con golpes de tacón. Convertida en baile de sociedad, en el siglo XIX, conservó su carácter vivaz y adquirió un aire un poco popular… La polonesa …

                    Bailes en el siglo XIX. Foto tomada de alamy stock photos.

LAS DANZAS EN EL SIGLO XX
El cambio de las costumbres y del gusto que se produjeron a fines del siglo XIX y se acentuaron en el xx, influyó naturalmente también sobre la danza. La polka, el vals y la mazurka permanecieron en el repertorio de las orquestinas de baile pero otras danzas alcanzaron explosivo éxito, como el tango… pero entró también muy pronto en las salas de baile donde compartió el éxito con otras danzas que cada año aportaban ritmos nuevos a los apasionados del arte de Terpsícore… Durante la guerra se desarrolló en los Estados Unidos de América el jazz que provocó el nacimiento de bailes completamente nuevos, nspirados como la música en los pasos y los ritmos sincopados de los negros de América…
A imitación de la música de los negros establecidos en los Estados Unidos se desarrolló también la de los negros de las Antillas que había adoptado una armonía más europea complicada con los ritmos africanos e indígenas. Las nuevas danzas que surgieron de la compleja elaboración alcanzaron gran éxito en América e inmediatamente también en Eúropa y fueron una variada especie de rumbas y cariocas.
Después de la Segunda Guerra Mundial. los ritmos que llegaron de América acompañados de las orquestinas de jazz llamadas jazz bands, se hicieron cada vez más convulsivos: el boggie woogie importado por los soldados americanos, blancos y negros, exigía tales evoluciones, saltos y sacudidas que solamente podía ser bailado por jovencísimos y bien adiestrados bailarines. A éste siguieron el bebop, también muy complicado y otros más fáciles y agradables como las sambas y mambos mexicanos y las beguines y boleros… Entre las últimas danzas señalaremos todavía el cha cha cha y el rock and roll, ambos, como se advierte por sus nombres, importados de diversos puntos del continente americano; el hulli gulli, el twist, el shake y el womwom… “


En España y en Montijo eran muy populares los pasodobles y los boleros latinoamericanos.
El desarrollo industrial, comercial y agrícola producido en España tras la revolución liberal, a partir de mediados del siglo XIX, trajo en el campo del ocio y el recreo las modas francesas o austriacas.
La burguesía de aquellos países introdujo el gusto por los lujosos salones de bailes y conciertos, y la modernización de la música, revolucionando los bailes (haciéndolos más rápidos como la polea o cogiéndose las parejas con las dos manos como en el vals).
El pueblo llano también creó sus propios salones e inventó ritmos “muy atrevidos” para la época (el chotis, el apache, el tango, etc.). En la última fase del siglo XIX se abrirían los llamados “casinos” privados, propiedad de algún industrial, donde se jugaba a los juegos legales, tenían bares y daban bailes en las fiestas.
Y estas modas llegaron a Extremadura, región bastante atrasada en esa época, y a Montijo.

Los bailes antiguos en Mérida y Badajoz, en el siglo XIX, y su influencia en Montijo

Fernando Delgado Rodríguez nos da cuenta en su libro “Viejos escenarios emeritenses”, Tomo I, A. G. Boysu, 2002, de que a comienzos del siglo XX existían en Mérida salones de bailes como el Pósito, La Amistad, los bailes para socios del Círculo Emeritense (creado en 1870) y en el Liceo que se había fundado en 1901 y tenía una orquesta para los bailes; el Círculo de Artesanos (creado en 1887) que tenía anexa la Sociedad Lírico Dramatica (1897), su local estaba en la calle Cipriano G. Piñero hoy Félix Valverde Lillo, La Unión (1890), La Tercia (1883) republicana. A finales del siglo XX existía una orquesta en ella dirigida por José Erviti.
Al final de 1894 se celebró Nª. Sª. de la Concepción con bailes en la plaza.
En agosto de 1900 se abrió el salón de baile El Disloque, uno de los locales mejores de Extremadura; tenía una orquesta. En 1917 empezó a dar cine como Salón Cinema Moderno. En el año 1922 cerró el Disloque y se reconvirtió en el salón Las Delicias.
En los años 50 existía el Salón Maravillas…
En Badajoz también se abrieron salones y sociedades similares.

Sabemos que en Montijo había sociedades de baile integradas por grupos de amigos de un mismo sector social que solían arrendar los salones o casinos en las fiestas para dar “bailes de sociedad”. Cada clase social iba un baile distinto y no se mezclaba con las demás.
Uno de los bailes más antiguos del que tenemos noticias es el que se hacía en el edificio del Ayuntamiento denominado “el Pósito”.


El antiguo Pósito estaba en la planta baja del edificio que hoy es el Conservatorio de Música, formado por columnas que sujetan bóvedas. La foto está tomada a comienzos de la década de los años treinta del siglo XX.

Manuel García Cienfuegos dice en su artículo El Pósito en Montijo:

“… Fue en el año 1789 cuando se construye un nuevo edificio para el Pósito, de una sola planta,… el informe de Pascual Madoz, año 1846, señala: “Un pósito, cuya panera se hizo en 1789, la que por su obra y capacidad es uno de los mejores de la población”.
Domingo Capilla, en 1865, solicita el edificio del Pósito para organizar bailes de máscaras en el Carnaval. Estas solicitudes serían una constante, pues las actas municipales recogen las que también hicieron Manuel Abaditos y Fernando Barrena, entre otros, para bailes de Carnaval.
… las Actas Municipales ofrecen noticias relacionadas con las agrupaciones musicales, que se localizan en las fechas tratadas, al solicitar el edificio del Pósito para bailes en los Carnavales. Así, aparece
la Banda de Música y Sociedad Filarmónica, conociéndose algunos de los músicos: Teodoro Rodríguez, Juan Marín, José Rodríguez, Rodrigo Rico Melara, Pedro Dorado y Fernando Rodríguez. También se tiene conocimiento de la Sociedad Musical Infantil que dirigía Manuel González Romero.
En 1882 se deniega una solicitud presentada por Joaquín Sánchez Barragán que pedía el local para establecer un teatro, dar bailes, exposiciones de figuras de cera y varios espectáculos…. un año más tarde el Pósito fue cedido para representar obras de teatro de
la Sociedad Local de Aficionados o Compañía de Teatro Dramático López de Ayala.”


Allí iban a finales del siglo XIX los jóvenes obreros y “las domésticas” o empleadas de hogar, era pues el más concurrido. Tocaba una banda con instrumentos de viento.

Nicasio Prieto Guzmán, vivía en la calle Alameda, “empresario de teatro” decía su propaganda en 1903, organizaba bailes en El Pósito y era el alma en 1883 de la Sociedad de Teatro “López de Ayala”. A comienzos del siglo XX lo pasó muy mal pues los médicos lo declararon “imposibilitado para el trabajo” por lo que tuvo que vender y empeñar objetos personales en el Monte de Piedad. En 1906 tenía recogida a una niña de Badajoz, Teodora …., que después puso una escuela en su casa. Un sobrino de Nicasio llamado Juan Varela Prieto emigró a Buenos Aires en 1906.
Cipriano Prieto Guzmán, hermano de Nicasio, también tenía un salón donde acudían las clases medias. Desde la llegada a Montijo de Antonio Guisado Fernández como organista de la parroquia de San Pedro, a mediados de la década de los ochenta, tocaba el piano en este salón. Cipriano fue uno de los fundadores del Centro Obrero La Defensa en el año 1901, era republicano y en 1903 salió concejal por el Centro.

Diego Fernández era el propietario de un salón en la Plaza, “El Nuevo Reinado”, donde hoy se encuentra el comercio de Agudo, en el que tocaba el piano Casimiro Álvarez.

El Salón Nuevo Reinado, actual comercio de Agudo. Foto realizada por Antonio Agudo Conde.

En Montijo se crearon a principios de la década de los noventa del siglo XIX la Sociedad de «La Industria y el Comercio» y la Sociedad «Los Artesanos”, que era una sociedad de bailes dirigida por Andrés Garay Rodríguez, propietario de un taller de zapatería, músico y director de una Banda de Música, filántropo y republicano. Organizaban «bailes de sociedad» en las fiestas arrendando el salón de Diego Fernández.
En aquellos años de finales del XIX existían en Montijo varios salones de baile privados. -los «casinos»- además del Casino Liberal que era la sede del partido. Uno de ellos, el más elegante y a donde iban las clases altas montijanas, era la Sociedad «La Unión», un casino-hospedería regentado por Fernando Mantelles y Barceló (debía de ser valenciano o catalán) que se encontraba en el actual edificio del Círculo de Artesanos y que fue construida con tres plantas (la última como almacén, era baja) por Cristóbal Sánchez García, conocido como “el maestro Cristóbal Custodio” en 1.892. En estos bailes tocaba la pianista Carmen Sanz.
Vimos arriba que en Mérida se abrió el salón La Unión en 1890. Después de vender el edificio al Círculo de Artesanos, Fernando Mantelles se fue a vivir a Mérida.



Sociedad La Unión. Abajo estaba el salón-casino y arriba la Hospedería y la vivienda del dueño.

En la revista montijana publicada en 1895 “La Cotorra” hemos encontrado noticias sobre los bailes en aquél año, en el que se estaba librando la guerra en las últimas colonias españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
El día 3 de febrero decía sobre los bailes de Carnaval: “Orgullosa puede sentirse la galante Sociedad “La Unión” por haber sabido organizar uno de los bailes más brillantes que hemos visto en nuestro pueblo. El amplio y regio salón de Mantelles era pequeño para contener la numerosa y selecta concurrencia que en él se había dado cita”.
Continuaba con otras crónicas sobre el baile del Pósito y de la casa de Nicasio Prieto.
El 10 de febrero continuaba: “En El Pósito, más animación que la noche de la Candelaria; muchas domésticas, y no pocos domésticos; algunas que se negaban a bailar con la gente de corbata, y muchos socios de “La Unión” rabiando de coraje por estar cerrados sus magníficos salones. Calma, señores, calma, que ya llegará el gordo, y veremos lucir con gentileza estos caprichosos disfraces que, según nuestras noticias, están en construcción.”
El 10 de marzo decían: “El Pósito… Cuando llegamos reinaba allí el más espantoso desorden; unos “guapos” habían sacado a relucir facas y pistolas; se oyó un disparo hecho a boca jarro entre un centenar de personas, sin que, por fortuna, hubiera que lamentar más que el susto consiguiente.
La policía puso a buen recaudo al agresor, y el baile continuó después de haber dedicado largo rato a comentar el suceso. Nos extrañó sobremanera la ausencia de autoridades, que en noches tales debieran velar por el orden público, aunque se acostasen algo más tarde…”
El 24 de mayo, día de la Ascensión, por la noche organizaron un baile Los Artesanos en el salón de Diego Fernández. Interpretó composiciones musicales Casimiro Álvarez.
El 13 de octubre decía La Cotorra: “Hemos sabido con verdadera satisfacción que los profesores de música D. Antonio Guisado y D. Andrés Garay han fundado una academia, donde podrán aprender gratuitamente el divino arte cuántos jóvenes lo deseen… El baile que Los Artesanos dieron el domingo últimos en el salón de Diego Fernández fue un verdadero derroche de gracia y gentileza… A las tres de la madrugada deba fin tan agradable fiesta.”
En el fin de año se hacían grandes bailes de sociedad.

Los salones de baile a principios del siglo XX

A finales del siglo XIX se formó “la charanga del tío Rodríguez”, artesano que vivía en la calle Alameda. A principios del siglo XX existía también “la charanga del maestro Juan Marín”, esquilador, integrada por artesanos adultos. Tocaban en los bailes y en la Plaza.                                                                                                               A comienzos del siglo XX tocaba la banda juvenil de Antonio Guisado Fernández en las procesiones, en los bailes del Pósito (actual Conservatorio de Música), en la inauguración del Círculo de Artesanos “El Progreso” en 1900 y en las verbenas.

Solían tener como instrumento básico para la música los organillos o manubrios que no necesitaban de ningún músico pues sólo había que meterles los paquetes con las canciones y darle vueltas a la manivela.
En 1900 existía el círculo “La Amistad” que organizaban bailes de sociedad. En el mismo año había un baile en la Plazuela de los Piñero esquina a la calle Sánchez Rivera cuyo propietario era Alonso Durán. Allí fue donde estuvo al principio el Círculo de Artesanos en el mes de agosto de 1900 y, al salir en octubre la sociedad, continuaría el salón como baile hasta los años veinte.
En 1905 se inauguró la Sociedad Teatro Calderón de la Barca que organizará grandes bailes de máscaras en los Carnavales y de Fin de Año.

Los bailes de máscaras en el Calderón. En la foto vemos a la estudiantina de Dª. Rafaela Guisado durante la República.

El Pósito continuó hasta mediados de los años veinte realizando bailes.
En las primeras décadas del siglo surgirán una serie de pequeños bailes populares instalados en las casas de los artesanos (imagino que en los doblados), que los organizaban para complementar sus ingresos al igual que sucediera con las bandas de música. Conocemos “el baile de la tía Marina” que estaba en la actual Plaza de la Constitución, donde estuvo el comercio de Genaro Franco.. Su propietaria era una mujer muy mayor, Marina Acevedo, a cuya familia, herreros, se les apodaba “los patiquín”, quien se colocaba en la entrada con una varita y no dejaba entrar a quién suponía que iba a formar escándalos; también le servía la vara para intervenir sobre las parejas que, a su juicio, se “sobrepasaban en su atrevimiento”.

En este salón se tocaba un acordeón, posteriormente un nieto de Marina llamado Arturo “patiquín” tocaba el piano. Este baile se transmitió con el tiempo a Arturo, por lo que los montijanos empezaron a llamarlo “Baile Patiquín”.
Otro era “el baile de la siña Juana María”, que se encontraba en la calle Alameda. En él tocaba la guitarra el maestro Teodoro… Recordemos que en esa calle vivía el artesano que tenía “la charanga del tío Rodríguez” a finales del XIX y vivía Nicasio Prieto por esos años.
En la calle Los Mártires estuvo “el baile del tío Farruco” donde tocaba la guitarra su esposa.
En la calle Méndez Núñez estuvo “el baile de Amparo la modista” donde tocaba la guitarra “Alonsito el marica” (así me lo relataron los ancianos del lugar).
“El Casino de Ginés” estaba en los años diez en la Plaza, era propiedad de Ginés Martínez. Había billares, sala de bingo y salón de bailes donde tocaba el piano su hijo Luís Ginés Martínez.
El casino “Nuevo Reinado”, de gusto modernista, se encontraba en la Plaza donde hoy está el comercio de Agudo, casa propiedad de los Rojas. Era regentado por Diego Pajuelo, por lo que también le llamaban “el baile de Pajuelo”. En la planta baja se jugaba a las cartas y al billar, y en la alta se realizaban los bailes. En ellos tocaba el piano su hijo Francisco Pajuelo, gran pianista, y algunas veces le acompañaban un violín y un saxo.

Al Nuevo Reinado le seguiría por los años veinte otro industrial, “el tio Jorge”, que era guardia civil retirado y vivía en la misma casa. En esta época se tocaba el manubrio hasta que su hija Isabel Jorge, que estudió en el Conservatorio de Madrid, comenzó a tocar el piano. A partir de entonces se la llamaría al salón “el baile de la Jorge”. Isabel tenía otra hermana llamada Juana.

                                Isabel Jorge tocando con un conjunto infantil.

El 16 de febrero de 1920 leemos en el periódico “Gente Nueva” sobre los bailes de Carnaval de ese año: “viéndose todos los bailes por la noche concurridísimos. Los salones de “Nuevo Reinado”, “Menayo” y Ginés, con la música alegre y clásica de sus organillos. Seguía el 26 de febrero diciendo: “Con grandes y animados bailes, favorecidos por un espléndido día, se fue el Domingo de Piñata”.
En ese año conocemos de la existencia de una Sociedad de bailes organizada por jóvenes, denominada “El Paraiso bailable”, que desapareció al año siguiente.
Decía el periódico “Gente Nueva” al final de la Feria de 1920: “… el tercer día de feria se organizó por un puñado de jóvenes entusiastas de la danza, un grandísimo baile en el espacioso salón de Pajuelo”.
“El Salón de Menayo” estaba en la Plaza, donde hoy se encuentra la Sastrería Menayo, era propiedad del sastre Bartolomé Menayo y tocaba el piano su hija Manuela, muy guapa por lo que llamaban al salón “el baile de la perita”; formó una orquesta muy buena con cuatro músicos de la Banda llamado la orquesta de Manuela Menayo y su Jazz band. Este baile tenía mucho éxito entre los jóvenes industriales.

Manuela Menayo y su Jazz Band tocando en el Salón de Menayo. Foto cedida por su sobrino Oscar Menayo.

El vaso de vino costaba una perra chica (5 céntimos). Por las mañanas tomaban en el bar los jóvenes “un minuto” de aguardiente, llamado así por lo pequeño que era el vaso (ahora se llamaría chupito). Este salón duró abierto hasta la guerra civil.
En el periódico “Gente Nueva” del día 6 de julio de 1920 decían “Para muy en breve está anunciada en esta localidad la estrepitosa apertura de una gran academia de baile internacional, que será dirigida por un conocido chico “bien” de la alta sociedad montijana… el tal pollo tiene la gracia por arrobas…”, es decir que se apellidaba Arrobas. En el periódico “La Juventud Extremeña”, del día 15 de abril de 1922, decía Juan Antonio Codes que existía “un salón donde Terpsícore da frecuentes lecciones de coreografía”, lo que demuestra que aún continuaba funcionando la academia.
“El Salón Moderno” sería un paso importante en la historia de los establecimientos de ocio en Montijo. En 1927 construyó el maestro de obras (y cantante de flamenco en su juventud) Modesto Cabezas de la Riva, al final de la calle Reyes Católicos esquina a Isaac Peral (calle de casas baratas construidas por él y Cristóbal Sánchez), un edificio singular para teatro, operas flamencas y bailes populares. Vimos arriba cómo, en Merida existía, en 1917, el Salón Cinema Moderno; ello influiría en el proyecto de nuestro paisano.
Después del cierre de El Pósito, Montijo necesitaba un baile para las clases populares y ese fue el hueco que supo llenar el maestro Modesto.
“El baile de Modesto” estaba ubicado en la calle Isaac Peral en invierno y en el patio en verano.

Manuel Rodríguez Gómez recogió una crónica de un periódico de Badajoz donde se da una visión muy puritana de los bailes de aquellos años. Dice así:

“MI VISITA AL MONTIJO
… Y ya dispuestos a pasar mala noche, visitamos diversos salones de bailes, verdaderos antros, faltos de higiene y moral… Los bailes del pueblo de Montijo. No son todos lo mismo, que de las mas populosa ciudad a los de las más misera aldeas. ¡Cuantas veces, cuando he visto danzar vertiginosamente a una pareja a las inarmónicas notas de un vals, he sentido a los individuos, que la forman, jadeantes, convulsos, incapaces para respirar, poniendo horrible tributo a sus pulmones¡. -He ahi- me he dicho para mi coleto- un buen medio para desarrollar la fatal tuberculosis. ¡Con que siniestra mueca nos sonreirá la Huesosa, mientras afila su guadaña¡…
Y cuantas otras, al mirar el rostro constreñido del trotero, sus manos trémulas, apretujando a la casta niña, queriendo confundirla con él, dejando dibujar en sus labios un rictus del más torpe deseo, han venido a mi imaginación aquellas palabras del padre Luis Coloma¡.
«Los bailes son brillantes centros de prostitución moral, en que no se prostituyen los cuerpos, por que no se puede, pero se prostituyen las almas con el deseo»…
¡Que bien conocías el mundo reverendo jesuita¡. Y no pasemos por alto las escenas repugnantes, que se presencian durante los descansos, mientra los hombres una tras otra copa van ingeriendo, la poción venenosa del alcohol asesino, entonces, con vocabulario soez y chabacano, cuenta cada uno sus hazañas con las bellas y salen a cuento los descuidos inconscientes de las cándidas parejas sirviendo de pasto de las lenguas de escorpiones de sus galanes.
Si en un momento de su candencioso schotiss se pudiera desnudar las almas de los danzarines, si las inocentes jóvenes pudieran penetrar al interior de sus galanes ¡cuan espantadas no quedarían al ver en estas almas crepitar las llamas inmundas de todas las impurezas, de todas las innobles pasiones y torpezas de la lujuria mas desenfrenada¡.
Ellos van al baile sabiendo a lo que van; ellas van creyendo inocente expansión, propia a la juventud y no ven ¡ay¡ como poco se deshojan sus «flores benditas del casto pudor»; un baile tras otro las flores de la inocencia, que atesora sus almas…
Esta idea tengo formada de esta diversión que se llama baile. Tan inmoral juzgo el baile en Montijo, como en cualquier otro pueblo o en una capital. Tanta inmoralidad para mi tiene en un lujoso salón de regio alcázar como en la más asquerosa zahurda.”

En el periódico El Correo Extremeño, de 6 de mayo de 1928, venía esta noticia: «Hemos conocido que, en el salón en que la naciente sociedad infantil de baile «Los Castigadores« celebra el primero de los que se propone dar en obsequio a las monísimas y lindas nenas montijanas.

Sería falta imperdonable en nosotros no dar a conocer esta pléyade juvenil que hoy hace su presentación ante la sociedad. Integrada en su mayoría la más escogida representación de la clase mercantil, jóvenes dependientes de comercio que pulcros y atilados, risueños y versallescos, se lanzan al compás de rítmicas cadencias para olvidar en la compañía de preciosas chiquillas las penosas tareas cotidianas. Y para que puedas conocer cuán justificados son nuestros calificativos, te damos los nombres de las monísimas y preciosas señoritas que moraban y embellecían la reunión.

Vimos allí a la lindísima Antonia y Fernanda Capote, Isabel Moreno, Eulalia y Carmen Pinilla, Consuelo Sánchez, Josefa del Viejo, Juana Rivera, María y Cristina Cerezo, Ana María Rivera, Soledad Rodríguez, Paca y Amalia Morilla, y quizás alguna preciosa nena más que en este momento no podemos recordar, de lo que de verás sentimos.

Vimos también en el salón a un buen número de bellas y elegantes señoritas de nuestra buena sociedad que se hallaban presenciando el infantil sarao, y cuyos nombres, para nosotros siempre adorables no consignamos aquí por no hacer demasiado extensa esta crónica.

La orquesta, acaso porque todo fuese homogéneo, estaba a cargo de la también infantil y preciosa Agustina Menayo, que lo hizo admirablemente, portándose como una verdadera profesora.

Cúmplenos, por último felicitar a la pequeña junta directiva de «Los Castigadores», por la admirable organización que en este baile hemos podido observar y hacerle advertir que, a nuestro juicio, no deberían admitir en su seno socios mayores que ellos, pues con ello, al desaparecer el carácter infantil, perderían los bailes, la nota más simpática que a nuestra manera de ver tiene.»


Los bailes en la República

En la Feria de 1931 hubo bailes en el Círculo de Artesanos a cargo del cuarteto musical integrado por la pianista Rafaela Guisado, el flautista y director de la Banda de Música Andrés Mena, el violinista Joaquín Macedo y León Mena, clarinetista y jazz-band.
También hubo bailes en el Salón Moderno, donde tocaba un quinteto dirigido por la pianista Isabel Jorge, y en el Salón de Menayo.
El 24 de julio de 1932 hubo una verbena en el Salón Moderno con concursos de bailes de chotis, valses y foxtropp. Amenizaba el baile el cuarteto de Isabel Jorge. A comienzos de agosto de ese año se realizó una verbena particular por invitaciones, organizada por un grupo de jóvenes, en el Salón Moderno. Leemos en el periódico “La Libertad” a Pedro María Quintana “… La orguesta está compuesta por la pianista señorita Isabel Jorge, los violines señores Vera y Calle, y el señor Mora con el jazz-band”.
En las ferias de 1932 organizó bailes y matinés el Círculo de Artesanos, amenizados por el cuarteto integrado por la pianista Rafaela Guisado, el flautista Andrés Mena y los vilinistas Macedo y Sosa.
El Bar “El 33” regentado por Diego Durán Acevedo, que estaba en la Plaza de Sagasta, dio bailes y matinés amenizados por la orquesta del Tiro Pichón de Mérida.
En febrero de 1933 se celebraron bailes de Carnaval, según Pedro María Quintana en una crónica en el periódico “La Libertad”: en el Salón Moderno, en el Teatro Calderón y en “El Gimnasio” (no sabemos donde estaba) y demás salones de bailes acostumbrados. Bailes de sociedad: en el Círculo de Artesanos, en casa de Bartolomé Menayo que lo arrendaron un grupo de jóvenes para esos días, en el salón de Diego Durán -en la Plazuela de los Piñero- contratado por “niños bien”.
“El baile de Morilla” abrió sus puertas, en la calle Antonio Maura nº 14, a mediados de los años veinte, regentado por Pedro Morilla de la Sal, tocaban al principio un manubrio y después un piano, y solía arrendarlo a sociedades de jóvenes. Este baile cerró por la guerra civil.

Los bailes durante la Dictadura

En el Casino se seguían haciendo bailes de Fin de Año.

                El baile de Piñatas en los años cuarenta. Foto de Isabel Capote.

La famosa Orquesta Casino donde tocaban algunos montijanos. Debajo la Orquesta Cerezo donde también tocaban montijanos. Fotos propiedad de Paqui Acevedo Domínguez.

La Orquesta Veracruz estaba integrada por montijanos. Foto de Diego Caballero.

                Fiesta de Despedida de Año en el Casino por los años sesenta.

En los años posteriores a la guerra civil, y debido a las penurias y falta de dinero para poder subsistir, tendrían menos relevancia los bailes de Montijo.
El baile de Modesto continuó por los años cuarenta, siendo el centro de recreo de los trabajadores.

             El baile Modesto de verano. Foto propiedad de Diego Dorado Mendoza.

                 El baile de Modesto de verano en los años cuarenta. Foto de Isabel Capote.

El Círculo Cultural del Artesanado era el centro de la burguesía y las clases medias.
En las Ferias organizaba el ayuntamiento grandes verbenas populares en el Paseo.
En el “Baile Iglesias” existente detrás de la parroquia de San Pedro y que era regentado por Pablo Iglesias, tocaba la Orquesta Iglesias y realizaban en las Ferias elecciones de mises. Era el predilecto por los años cincuenta. Allí se oían los ritmos de moda como el mambo, el bolero o el Cha cha cha. Se le conocía popularmente como “el chacha”.

                                      La Orquesta Iglesias actuando en el baile por los años cincuenta.

                                         La famosa Orquesta Monty.



             En el baile de los espejos tocando la Monty, Foto de Alfonso Romero.

La Orquesta Montecarlo, dirigida por D. Eduardo Núñez, primo de Dª Rafaela Guisado, actuaba en Montijo de vez en cuando y en ella tocaban algunos montijanos. Foto de Diego Caballero.

El grupo Los Dandys (1967-1973) actuando en el Baile Iglesias. Foto publicada por Manuel G. Cienfuegos.

              El conjunto Acuario actuando en el Baile Iglesias. Foto de Luís Núñez.

Foto de Dámaso Estevez. Bailando el Twist en el Baile Iglesias en 1969. 

En el año 1956 abrió un gran negocio de ocio en Montijo, la Piscina-Bar CAVI, propiedad de Andrés Caro. Los bailes se hacían en verano en la parrilla y eran amenizados por la célebre Orquesta Monty. Se hizo muy famosa en la provincia igual que sus concursos de mises.

                         La parrilla de la CAVI. Foto de Marce Ríos Prieto

               La Orquesta Monty en la CAVI. Fotos de SANFER propiedad de Carlos Pérez.

Elección de Miss y Damas de la piscina CAVI. Mediados de los años 60. Foto de VISAM.

                       Foto realizada por VISAM propiedad de Rafael Sánchez.
Jóvenes sentados junto a la pista de baile de la parrilla CAVI. Foto de Francisco Barrera Pimienta.

El Bar España que estaba en la Plaza, donde hoy se encuentran los Juzgados, regentado por Alejandro Martín, daba bailes en las bodas en los altos. Se le llamaba popularmente “El Cuello Duro” porque allí tuvo su sede una sociedad cultural con ese nombre. Tuvo auge en los años sesenta y principios de los setenta.

La Orquesta Monty cantando «Rascallú». Foto propiedad de Paqui Acevedo Domínguez.

                 Los Rebeldes actuando en una boda, en el Bar España, en 1979

El círculo juveníl “Club 09”, situado en la calle Santa Ana en los altos de la escuela de “las Polonias”, cuyo consiliario era el sacerdote …. Molina, organizaba guateques que son una referencia obligatoria de los años sesenta. Se convirtió en el centro de la juventud “ye-ye” montijana.

                     Foto de Juan Pablo Marín Martínez. El Club 09 en los años 60.

Llegan las discotecas

A finales de los años sesenta llegará la moda de las discotecas con su “música en lata” y el final de las orquestas en vivo.
El Hotel Colón abrirá sus puertas en el año …. en la carretera de la Puebla, propiedad de los hermanos Manuel, Pedro y Antonio Cordero. Su parrilla de verano se convertiría en un foco de atracción de ocio de la provincia. El el boom de las discotecas y de las actuaciones de cantantes famosos de “música ligera” o pop.
Pedro Cordero abrió en el antiguo Salón Moderno, a finales de los años setenta, la discoteca “Rain Bow”, popularmente conocida como “el gazpacho” por la mezcla de jóvenes de todas las clases que a ella acudían.

Los Dandys actuando en el Salón Moderno con Trini Blanco. Foto de Ramón Sánchez Germán.

                                            La discoteca Rain Bow.

Lo que fue la Piscina-Bar CAVI pasó a los hermanos Menayo y después al vasco Rubén Gómez quien, a comienzos de los años setenta, la convirtió en la discoteca “Fashion”. Tomó una gran proyección a nivel comarcal.

Esteban Cuellar abrió la discoteca “Esmay-3” en donde estuvo el Baile Iglesias, a finales de los años setenta. Tenía una discoteca de invierno y otra de verano, y realizaban elecciones de mises.

Antonio Gragera Coronado abrió la discoteca “Nacha”, en la calle Clavijo, a principios de los años ochenta. Duró pocos años.

Pase de modelos en el Nacha en 1983. Vemos al fondo a Antonio Gragera. Foto de Elisabet Vivas López.

En los años noventa comenzará el abandono progresivo de las discotecas por los jóvenes al irse extendiendo el fenómeno del “botellón”.





Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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