Los baños en Montijo a lo largo de la historia

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Introducción

Montijo ha estado situado siempre junto al río Guadiana (los romanos le llamaron fluminus anae, río de los patos) y nuestra comarca tiene unas copiosas aguas freáticas. Por ello siempre nos hemos bañado, para lavarnos, para pescar los peces del río y como diversión desde finales del siglo XIX.

De esto último vamos a hablar en este artículo.

La Laguna Augustana

Los geólogos han investigado que las Vegas Bajas eran, en el Período Cuaternario, una laguna que ellos denominaron Laguna Augustana por estar junto a la ciudad de Emérita Augusta. Por eso nuestra comarca es una depresión del terreno (los valles del Guadiana) delimitada al norte y al sur por lo que llamamos cerros que, en realidad, son la altura del terreno ordinario.

Al irse retirando las aguas hacia el mar se convirtió la laguna en un río, el Anas. Pero quedó un lago subterráneo, de ahí la riqueza de las aguas freáticas en las Vegas Bajas. Por ello tenemos pozos en todas las casas de Montijo.

El río desde el cerro de Lobón. Foto del Archivo de la Diputación Provincial de Badajoz.

Nuestra comarca era un bosque de encinas y matorrales, por lo que llovía más y el clima era más húmedo. Antiguamente el río pasaba por donde hoy está Puebla de la Calzada y, poco a poco, se fue retirando hacia el sur. En todos los inviernos había grandes crecidas que inundaban de agua la comarca.

Los primeros pobladores del paleolítico, del neolítico, el calcolítico, de la Edad de Bronce, del Hierro, los celtas vettones, etc., buscaron aquí la riqueza faunística del río Anas, porque había abundante caza. Y se lavaban en el río y en las charcas.

Las termas romanas

Desde que se creó la colonia Emérita Augusta en el año 25 antes de Cristo se dividió nuestra comarca en fundus de 200 iugueras (100 hectáreas) que se entregaron a los soldados licenciados, los eméritos, que se construyeron villaes agropecuarias. A mediados del siglo I después de Cristo llegaron a Emérita los primeros patricios itálicos con sus modos y costumbres refinadas y elitistas (amaban el teatro, la música, las carreras de caballos, la moda romana, los baños, etc.), era “el modo de vida a la romana”.

Construyeron presas para embalsar el agua en Proserpina, Esparragalejo, Cornalvo, Alange, para regar las tierras y abastecer a la ciudad de Emérita. También construyeron albercas, cisternas, norias, etc. con las que inundaban las tierras de sus huertas.

Algo que para ellos era muy importante: los baños, las termas de las mansio o villae, como la de Torreáguila (desde principios del siglo I después de Cristo) que era como un parador para repostar los mercaderes y viajeros. En nuestra comarca tenemos termas en Alange, en la villa Las Termas de Talavera la Real, en la Casa del anfiteatro de Mérida.

Las de Torreáguila disponían de una sala de gimnasia, una sauna-sala de masajes, baño de agua caliente (caldarium) con sus calderas que preparaban los esclavos (hipocausto), baño de agua templada y baño de agua fría (frigidarium).

Foto de las termas de Torreáguila, tomada del blog Senderuelos, de Lourdes Torres.

Después del baño se ofrecía música y danza para relajar la mente. Pero esos placeres estaban reservados para los pudientes, el pueblo llano se conformaba con chapucear en el río.

Recreación de unas termas, tomada del blog Aula infantil peques 3 años B.

En el siglo V, con la llegada de los visigodos, las termas de Torreáguila estaban arruinadas

Los baños árabes desde el siglo VIII

Los árabes y bereberes llegaron encabezados por Muza a nuestra comarca en el año 713, donde llamaron al río Anas: Uadi Anas. Ellos construían baños como los que había anteriormente en Mesopotamia o en Roma, dándole características propias. En nuestra comarca no se ha descubierto ningún baño árabe hasta hoy.

Pero lo que sí desarrollaron mucho fueron las huertas, la producción de frutas y hortalizas mediante el riego de la tierra. En Montijo había muchas en la zona del Encinar, del Retamal y lo que se llamaron “las huertas viejas” entre Montijo y Puebla. Para ello construyeron pozos, norias, albercas (palabra árabe: albírka,depósito artificial de aguacon muros de fábricapara el riego), acequias, etc. En aquellos siglos la gente se bañaba en las albercas además de en el río.

La conquista leonesa

En el año 1230 conquistaron los castellano-leoneses nuestra comarca y, a partir e ahí, la fueron repoblando con habitantes de aquél reino (leoneses y gallegos). Ellos se bañarían en las antiguas acequias y en el río.

La tradición oral dice que la antigua imagen de la virgen apareció en las ruinas de “los paredones” donde estuvo la villa romana de Torreáguila, junto al río. Por ello le llamaron virgen de Bar-baño, Hija de los Baños, en recuerdo a las antiguas termas romanas.

Los Comendadores de Montijo construyeron en la huerta de su Casa-torre una gran alberca que conservaron los Condes a partir de mediados del siglo XVI. Allí se bañarían los habitantes de la casa-palacio hasta los años sesenta del siglo XX.

Y los pobladores de nuestra comarca se seguían bañando en las albercas de las numerosas huertas y en el río.

Comienzo de la moda de los “baños de olas” A finales del siglo XVIII comenzó en Inglaterra la moda de «los baños de mar» como medida terapéutica. Leemos en el artículo de Jorge Vilches “Así eran los bañistas del siglo XIX”, publicado en La Razón el 19 de junio de 2022: “… Isabel II tenía una enfermedad en la piel. No había manera de curarla con ungüentos, así que los médicos de la corte aconsejaron a María Cristina que llevara a Isabel II a tomar «baños de ola» o «baños de mar». Era el año 1845. Se trataba de algo prácticamente nuevo en España, no así en otros países europeos como Reino Unido y Francia. La Familia Real fue primero a Barcelona, luego a San Sebastián, y acabó eligiendo Santander, su playa del Sardinero, a donde fue asiduamente. En la «Gaceta de Madrid» se publicó el 16 de julio de 1847 un suelto titulado «Baños de oleaje, Santander», dando noticia de que «la espaciosa playa del Sardinero» había empezado a ser muy concurrida por «naturales» y «forasteros»… los «bañistas» encontraban allí «casetas cómodas e independientes, trajes adecuados, seguridad y comodidad en los baños, camino hecho especialmente para ellos, y un carruaje a propósito destinado a su servicio». Era todo un negocio… Hubo muchas guías y manuales para el bañista desde 1850 y con gran éxito. Todas advertían de que si no se seguían las normas estrictas se ocasionarían efectos contrarios para la salud o accidentes… Era conveniente el uso del «traje de baño», que se componía de un pantalón hasta el tobillo y una blusa opaca que escondía las formas. Además, se ponían zapatillas de cuero atadas con cintas… Al salir del mar no había que envolverse en una toalla, sino cambiarse de ropa tras enjuagarse bien el cuerpo. Después debía hacerse un poco de ejercicio … Si se sentía frío era conveniente tomar un vino, decían los médicos. Esta recomendación favoreció la construcción de cafés y clubes para beber y relajarse tras el baño… Empezó así el «turismo», palabra nueva entonces que procedía de la francesa «tour», en referencia a las personas que viajaban, y de ahí «turista». Al principio se escribió «tourista»… Para entonces ya era un fenómeno europeo y norteamericano. La moda de los «baños de mar» o «baños de olas» había comenzado a finales del siglo XVIII como medio terapéutico, imitando el modelo de las termas.  Nació en la década de 1750 en Brighton, en la costa sur de Inglaterra, donde existían balnearios. Los ingleses crearon el modelo: una zona costera de ocio en torno al mar, como lugar de curación de enfermedades, al tiempo que servía de lugar de reunión de adinerados. Ese modelo gustó y se extendió al continente a principios del siglo XIX, a sitios como Biarritz, Niza, Mónaco, San Remo o Estoril. El resultado fue la construcción de palacetes, hoteles, balnearios y lugares de ocio… Santander y San Sebastián compitieron para ser el centro de atracción de la burguesía en España durante el siglo XIX y comienzos del XX, lo que explica la belleza de ambas ciudades y su desarrollo económico. En esos lugares se daban cita personas de la corte, aristócratas, políticos y burgueses, … Lujo, descanso, diversión y mucho negocio…” La emperatriz Eugenia de Montijo se construyó en 1854, en Biarritz, un palacete para ir a bañarse los veranos entonces conocido como Villa Eugenie. Mantuvo ese nombre hasta el año 1893 cuando se transformó en un hotel y cambió a Hôtel du Palais. En la actualidad es un hotel de 5 estrellas donde se exponen objetos de la emperatriz.

Foto tomada de ITINARI.

Foto. Una niña juega en la playa de la Concha, 1873. Patrimonio Nacional.

Escribe Antonio García Jiménez en su artículo “Los aristocráticos baños de ola, origen del veraneo de playa” el 2 de julio de 2021, en el blog de la Biblioteca Nacional de España:Santander fue la primera ciudad que, a mediados del siglo XIX, anunció en los periódicos los baños de mar, también llamados entonces baños de ola o de oleaje. El Sardinero fue la primera playa de España a la que acudieron los madrileños y los habitantes de las ciudades del interior, lógicamente los miembros de las clases pudientes que eran las que podían permitírselo… La gente acudía en verano en la diligencia… el Sardinero no tenía nada que envidiar a la playa francesa de Biarritz… San Sebastián acabó ganándole la partida a Santander durante la minoría de Alfonso XIII, dado que su madre la reina regente María Cristina prefería la ciudad vasca por estar más próxima a Biarritz, localidad francesa donde veraneaba la realeza europea desde que la pusiera de moda la emperatriz Eugenia de Montijo (donde se construyó un palacete)… Los baños de ola se extendieron por toda la costa cantábrica y bajando desde Barcelona también poco a poco por el Mediterráneo. En el Sur fueron precoces los del Puerto de Santa María y más tarde los de Huelva, ciudad que se publicitaba como la población más sana de España para tomar los baños de mar y la playa de Torre Umbría como la más hermosa de Europa (a finales del siglo XIX)…”

Los hijos de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en la playa de la Concha con su niñera, en la revista Nuevo Mundo.

La burguesía montijana no se podía quedar atrás en esta moda de “los baños de mar” y comenzó a viajar en verano, a finales del siglo XIX, a las playas del norte (San Sebastian, Santander) y a las de Portugal (Estoríl, Figueira da Foz, Caldas da Rainha, etc.). En los periódicos de la época aparecen reseñas de los veraneos de las familias de los Codes, de los Núñez, de los Bootello, de los Mendoza, de los Thomas, de los Piñero, de los Capote, de los Quintana, de los Rodríguez, etc. En esas poblaciones costeras se relacionaban con la alta sociedad y ennoviaban a sus hijos. Aquellos montijanos que no tenían posibles para hacerlo veraneaban, los domingos, en el río Guadiana. En la revista La Cotorra del verano de 1895 vemos un anuncio de José Prieto, que vivía en la calle López de Ayala y era un precursor de los taxistas; tenía una diligencia para, entre otras cosas, trasladar a los bañistas al río por el módico precio de 50 céntimos ida y vuelta. Imaginamos que sólo irían hombres y con bañadores “hasta los tobillos”. Como entonces no existía la carretera que hoy lleva al puente, tenían que ir a Puebla de la Calzada y de allí cogían el camino donde hoy está el cementerio que llevaba al río

Recorte del anuncio de La Cotorra.

Otra forma de descansar en los siglos XIX y comienzos del XX era pasar la temporada de primavera en los cortijos. Se trasladaba la familia completa y, mientras los padres se dedicaban a las faenas del campo, las mujeres y los niños cuidaban de las tareas de la casa y paseaban por los contornos.

La familia de Laureano Núñez de la Riva y Eulogia Codes Rodríguez, los dos de la derecha, veraneando en el balneario portugués de Caldas da Rainha por 1925/26. La del libro es su hija Inés y la que está detrás del niño es Presentación Núñez de la Riva. Foto cedida por Alfonso Gómez Núñez.

La misma familia en el baile del balneario de Caldas da Rainha. Foto cedida por Alfonso Gómez Núñez.

Los veraneos en los años 20 y 30 del siglo XX en Montijo

Benito Capote Acevedo y su familia en Figueira da Foz por el año 1927. Foto de Isabel Capote Rodríguez.

Antonio Agudo Conde veraneaba con su familia en Figueira da Foz en los años veinte. Foto realizada por el, cedida por el nieto.

Escribe también Antonio García Jiménez en su artículo arriba citado: “… en la década de 1930, antes de la Guerra Civil, ya se originaron algunos de los rasgos que serían corrientes tiempo después, como billetes de tren a precios baratos para desplazarse en verano de Madrid a Valencia, Alicante, Gijón o A Coruña…”

En Montijo también había algunos que veraneaban por entonces. Veamos las crónicas del periódico de Badajoz La Libertad, Sección Viajeros, del año 1932:

-Un anuncio del 17 de junio, de la Comisión de Festejos y Propaganda del Ayuntamiento de Cádiz: “Playa de Cádiz. La playa andaluza donde Vd. pasará el verano entre fiestas deliciosas gozando de las dulzuras del clima de la tacita de plata.”

-Otro anuncio: “Termas de Montemayor (Cáceres): Reúma – piel – vías respiratorias – Avariosis – Gripe.”

-Una noticia del 22 de septiembre: “Para el balneario El Raposo ha salido el industrial D. Galo Sierra. Para Caldas da Rainha el médico D. F. Manuel Zúñiga.”

-Otra del 9 de octubre: “Marchó para San Sebastián D. Laureano Alarcón y su familia. Regresaron de Bilbao D. Pedro Zabalgoitia y D. Emiliano Gragera.”

-Otra noticia del 14 de octubre: “Regresó con su bella esposa de Bilbao nuestro amigo D. Ezequiel Tejeda.”

Ezequiel Tejeda había estado ingresado en el año 1930 en un sanatorio de la sierra de Madrid y allí trabajaba como enfermera Florencia Zabalgoitia Alejandre, que había nacido en un pueblo de Guipuzcoa, se enamoraron y se casaron. La boda fue en San Sebastián el día 10 de abril de 1931. Asistieron Francisco y Emiliano Gragera Tejeda, los Tejeda de Montijo y sus primas Carmen y Eulalia Pinilla Tejeda.

Emiliano Gragera con sus primas las Pinilla y las hermanas de Florencia el día de la boda. Foto cedida por Juan Bautista Pinilla.

Rodrigo Campos a la izquierda y Luís Vila a la derecha en una playa portuguesa a comienzos de los años 30.

Comienza el boom turístico en España en los años 50

En los años cincuenta del siglo XX el régimen de Franco potenció la entrada masiva de turistas extranjeros con el fin de atraer divisas y capitales a nuestro país. Para ello subvencionó y potenció el desarrollo de las poblaciones costeras así como los transportes. Muchos españoles comenzaron a “veranear” en los meses de julio y agosto hacia el mar Mediterráneo y el océano Atlántico.

En Montijo los más pudientes seguían yendo a las playas portuguesas de Estoríl o Figueira da Foz así como a las de Cádiz. Otros comenzaron a ir a Punta Humbría, La Antilla o Isla Cristina en Huelva. Y a los polos turísticos de Benidorm yTorremolinos.                               La familia de José Antonio Martín, que vivían en la calle Mérida, veraneaban desde los años cincuenta en el Algarve portugués, en el pueblo de pescadores Armaçao de Perâ. Fueron los pioneros montijanos en esa zona.                                                                            El comerciante Horacio López se construyó en La Antilla un chalet, cuando esa playa onubense era sólo una fila de chalet junto al mar. en los años cincuenta, a donde iban y siguen yendo todos los veranos.

En la foto de abajo vemos como era La Antilla en el año 1958. La gente se había ido construyendo los chalets en la arena junto al mar, entonces no había ordenación urbanística de las costas. Abajo a la izquierda las casas de los pescadores. Foto publicada por José Manuel Lavado en su muro de facebook.

La familia de Horacio López en su chalet de La Antilla, en los años sesenta. Foto del archivo familiar.

El día 17 de junio de 1955 se inauguraba en Montijo la primera piscina de la provincia, la Piscina-Bar CAVI, en la huerta de María Bootello, promovida por el emeritense Francisco Caro Fuentes que entonces era el jefe del Silo del Servicio Nacional del Trigo. Los domingos había bailes amenizados por las orquestas Monty, Casino, Bote, Moroco, etc., en las Ferias organizaba concursos de Natación y de Misses.

Al principio sólo iban hombres a la CAVI. Vemos con flotador a Santiago Colino, arriba a Bienve Marcos, de espaldas a Francisco Muriel y a la izquierda Cecilio Rodríguez. Foto de este.

Foto de VISAM.

Concurso de Natación en la Feria. Foto de VISAM.

En los años 60 ya iban mujeres a la piscina. Foto de VISAM.

En 1965 alquilaron la piscina a los hermanos Oscar y Pedro Menayo, pasando a llamarse Piscina-Club Marbella, después crearon la discoteca Fashion.

En Montijo la mayoría iba a “la playa de Los Suspiros o de Torremelones” en el Guadiana, desde comienzos de los sesenta; entonces el río no estaba contaminado. Desde el verano de 1964 el fotógrafo VISAM montó una cantina o chiringuito para atraer a los nadadores. Después la continuaría Francisco Soltero.

Las primeras mujeres que rompieron el monopolio de los hombres fueron: la madrileña casada en Montijo María Teresa Jareño, Enriqueta Ríos, Elisa Pinilla, Marina Real, etc. Entre los hombres Félix el médico, el sacerdote Pedro Gragera, el funcionario Guillermo Marín, etc.

La cantina o chiringuito de VISAM. Foto de él.

Los bañadores de las mujeres eran muy recatados por aquellos años en Montijo. Foto de Mary Sosa.

Foto de Mary Sosa.

Foto de Mary Sosa.

Foto de Paz Acevedo Thomas.

Las jóvenes montijanas impusieron el bikini en los sesenta. Foto de Rafael Sánchez.

Los niños y jovencitos se bañaban también en las acequias, en los canalillos, en las albercas de las huertas, otros en la alberca del palacio de los Condes, en la de la Casa Grande de los Thomas, etc.

Bañándose a mediados de los años sesenta en una alberca donde hoy está la barriada de la Avenida de Europa. Foto de María Isabel Pinilla.

Foto de Diego Sánchez Cordero, Don Benito.

Los cines de verano en Montijo (La Concha, Modesto, Palmera, Avenida y Emperatríz) proyectaban las películas que promocionaban el turismo de playa (Benidorm, Torremolinos, Mallorca, etc.). En aquellos años eran ya muy comunes las excursiones de fin de curso del Instituyo y de los Salesianos a esas playas.

Como complemento veraniego el Ayuntamiento de Montijo creó los famosos Festivales de la Canción de las Vegas Bajas desde 1966, a imitación del de San Remo, Benidorm, etc., que se celebraron en el cine Emperatriz de verano y en el Hotel Colón. Una experiencia que murió de éxito.

El popular Frasco Antolín, mayordomo de la Casa Grande de los Thomas, organizaba excursiones. Esta fue a Torremolinos y Mijas a mediados de los años sesenta.

Los emigrantes montijanos venían unos días en agosto al pueblo para ver a sus familias y bañarse en el río o en la Piscina CAVI.

El desarrollo económico y el cambio de mentalidad en España, de apertura a las costumbres de fuera, trajo el boom masivo de las playas y las piscinas, tanto públicas como privadas, la democratización de los baños y del «tourismo».

Las antiguas albercas de las huertas yacen en el silencio como un recuerdo del pasado que ya no volverá…

Fotos realizadas por Eduardo Ramos Carretero.

Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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