AMALIA TORRES CABEZAS. Una maestra solidaria de Montijo

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En Montijo han existido muy buenos maestros, tanto en la enseñanza pública como en la privada. Pero nos vamos a referir en este pequeño homenaje póstumo a una paisana que entregó su vida a la enseñanza pública y, que además, participó activamente en muchos proyectos culturales, sociales y de solidaridad.
Amalia, estuvo siempre guiada por dos ideas fundamentales para ella: Enseñanza y Religión. Fue, como toda persona, fruto de su tiempo.
Su transcurrir por este mundo ha estado volcado hacia los demás; sus creencias religiosas y buenomía le llevaron siempre hacia la entrega y el desprendimiento. Quería mucho a sus alumnos pero también practicaba la fraternidad universal. Veamos su historia:
El veterinario montijano Alonso Torres ejercía su profesión a comienzos del siglo XX en el pueblecito de Valverde de Mérida. Allí se enamoraría y casaría con Felisa Cabezas Flores con la que tendría tres hijos: José, Francisco y Amalia.
Amalia nació en Valverde el día 8 de Diciembre de 1.911 en el seno de esta familia de clase media. A los nueve meses se trasladaría a Montijo la familia Torres Cabeza para vivir definitivamente aquí, instalándose en alquiler en el Campo de la Iglesia, en la casa que después sería “Fonda Enrique”; allí pasaría su infancia feliz.
Con posterioridad vivirán en la casa donde hoy se encuentra el Banco Zaragozano, también en el Campo de la Iglesia. Alonso compraría un solar en la calle Reyes Católicos, junto al Piquete, donde se construiría el herradero para ejercer su profesión.
Sus padres intentaron -y lo consiguieron- que Amalia tuviese una buena formación cultural y una educación exquisita para que pudiese valerse por sí misma y trabajar en un puesto destacado el día que fuese adulta.
Comenzó estudiando en las Escuelas Nacionales de Jesús con la maestra Dª. Manuela Montes, esposa de D. Pablo Sánchez, en un aula exclusiva de niñas y con gran influencia religiosa, lo que le condicionaría para toda su vida.
Amalia aprendería música y a tocar el piano con la profesora Rafaela Guisado y también tocaba el armonium en la Parroquia de San Pedro.

Cuando estudiaba en la escuela ya participaba en grupos de danza folclórica. Vemos a Amalia con 13 años, arriba a la izquierda, vestidos de maños. Foto del archivo de Juan Carlos Molano.

Desde muy pequeña tuvo una gran vocación para impartir la Enseñanza, su pasión, deseando empezar los estudios de Magisterio cuanto antes. Sin embargo, hubo de esperar a tener cumplidos los quince años, pues era la edad mínima por entonces, para poder matricularse en la Escuela Normal de Badajoz. No tuvo que estudiar el Bachillerato porque en aquellos años no se precisaban estos estudios para entrar en la Normal.

                     Cuando tenía quince años. Foto del archivo de Juan Carlos Molano.

              Tocando el piano con quince años. Foto del archivo de Juan Carlos Molano.

Celebrando San Isidro. Vemos a Amalia en el suelo con niños. Foto del archivo de Juan Carlos Molano.
Comenzaría Magisterio en el otoño de 1.926, realizando el Ingreso y el Primero al mismo tiempo. Eran los años de la Dictadura del general Primo de Rivera.
Los dos primeros cursos de la carrera los estudió como alumna libre con D. Pablo Sánchez, quien preparaba a varios jóvenes en su casa, y después iban a examinarse a Badajoz. Los cursos 3º y 4º, (entonces la carrera de Magisterio tenía cuatro cursos), los realizaría como alumna oficial en Badajoz, terminando en Junio de 1.930 y obteniendo plaza oficial en los Cursillos convocados en el año 1.931.
Empezaba pues su vida profesional con la llegada de la II República, años convulsos y radicalizados.

Amalia colaboraba activamente con Dª. Rafaela Guisado formando parte de un grupo de jóvenes que actuaban en el Teatro Calderón. En la foto la vemos, a la derecha, bailando «Yo quiero un TBO». Foto del archivo de Juan Carlos Molano.

Amalia, en el centro, con el grupo de danzas que dirigía Dª. Rafaela Guisado, cantaban y bailaban La Sanabresa. Foto del archivo de Juan Carlos Molano.

La estudiantina de Carnaval, organizada por Dª. Rafaela, vestidas de Pierrot. Vemos a Amalia arriba a la derecha. Foto del archivo de Juan Carlos Molano.

Ejerció por primera vez la enseñanza como Maestra interina en la Escuela mixta de Párvulos de Jesús, de nueva creación por entonces, desde el 5 de Febrero de 1.932 hasta el 30 de Junio de 1.934. Era la única escuela pública donde estaba permitida la coeducación. Nos cuenta Dª. Amalia: “como no disponía de local, estuve algún tiempo cobrando sin trabajar; hablé de un modo particular al entonces Alcalde Don Miguel Merino que, halagado al ver mis deseos de impartir la enseñanza, habilitó un local en la planta baja de la Plaza de Abastos algo destartalado y más bien húmedo.
Instalado el Comedor Escolar en él, excluían a mis párvulos y de nuevo recabé del Alcalde su atención para que se me admitieran ofreciendo mis servicios para ayudar a mis pequeños, cosa que conseguí”.

La Cantina Escolar «14 de Abril» en los bajos de la plaza de abastos. Vemos a Amalia a la izquierda de pie. Foto de María Arrobas Vila.


En aquellos años de la República, había en Montijo un grupo de maestros y maestras nacionales que impulsaron un movimiento de renovación pedagógica muy interesante, basado en el método del francés C. Freinet y del italiano Angelo Patri, antiautoritario y antidogmático, mezclando los conocimientos con el trabajo, la ciencia y la ética, el amor a la Naturaleza y la solidaridad con los más desfavorecidos, la fraternidad universal, la regeneración de la sociedad mediante la enseñanza. Este grupo puso en marcha varias experiencias como: los periódicos escolares “Alborada”, del Grupo Escolar 14 de Abril (Jesús), y “Floreal”, del Grupo Giner de los Ríos (Atrio); formación de una Biblioteca; Cantina Escolar 14 de Abril (comedores), instalada en los bajos de la Plaza de Abastos, para los hijos de los obreros; excursiones al campo y a las ciudades monumentales; Exposiciones Escolares de fin de curso; Fiestas culturales en las escuelas (del Libro, del Árbol, recitales de poesías, teatro, etc.), intercambios escolares con otras regiones y países…
Amalia Torres bebería también de estas influencias pedagógicas; inventó un sistema de explicación de la Geografía llamado “franelograma” que consistía en que los niños iban colocando, ante las preguntas de la maestra, sobre mapas mudos puestos en el suelo, trozos de franela con las formas de las regiones de España o de los países. Enseñaba cantando la Gramática, Historia, Geografía, etc., con lo que las clases se hacían muy amenas a los niños (Dª Amalia conservaba cintas de muchas canciones realizadas por ella). Servía la comida a sus alumnos en la Cantina Escolar. Participó en la realización de las Fiestas del Árbol y del Libro. Colaboraba en el periódico “Alborada”. En las Navidades organizaba villancicos y belenes vivientes con los niños. Promovía teatro leído y escenificado con los alumnos, etc.
Nos cuenta Doña Amalia: “Cuando he tenido a mi cargo los grados primeros, he facilitado la enseñanza a las niñas poniendo letras a músicas conocidas para las lecciones de Geografía (ríos, montes y provincias españolas), Matemáticas, Gramática, etc., etc. En un Centro de Colaboración y para explicar el uso del Franelógrafo, me sirvió tal procedimiento, pues un grupo de mis alumnos fueron colocando sobre el encerado recubierto de un paño, las distintas regiones españolas en paños de variados colores hasta formar el mapa de España; y, a petición del Sr. Inspector que conocía el procedimiento, cantaron algunas. También les demostré ese uso del franelograma poniendo palabras separadas por sílabas. Dichas letras en paño habían sido hechas por las alumnas en la clase de trabajos manuales así como las regiones”.

Fuera de la Escuela, Amalia, participaba por aquellos años de la República en actividades culturales y musicales: Dª. Rafaela Guisado prepararía un coro de chicas jóvenes que cantaban zarzuelas y bailaban danza folklórica, que actuaba como fin de fiesta después de las representaciones teatrales en el Teatro Calderón, en el que participaba de lleno Amalia. En 1.932 representaron la obra de los hermanos Álvarez Quintero “Doña Clarines”; también pusieron en escena “El Tenorio”,…

                                            Ramón y Amalia el día de su boda.

En 1.933 casaría Amalia con el maestro nacional Ramón Leal Gallego, nacido en Don Benito en 1.905 y fallecido en 1.971. Su madre le prepararía un gran ajuar para la boda. El matrimonio tendría un hijo varón que moriría (de diarreas y vómitos), antes de cumplir los dos años durante la guerra civil. Después no tendrían más hijos.
Amalia y Ramón, a pesar del carácter tan distinto que tenían, serán una pareja inseparable a lo largo de su vida; siempre iban juntos a todos lados y se les veía muy enamorados.
Su padre Alonso Torres les haría una casa junto al herradero, en la calle Reyes Católicos nº 2 , construida por el maestro Modesto Cabezas de la Riva, de arquitectura muy singular, como todas las edificadas por él, y que llevaba las iniciales “A” y “T” en el antepecho. Allí viviría el matrimonio hasta el final.

                                                           Foto de VISAM.

El día uno de Julio de 1.934 sería nombrada Amalia maestra propietaria de la Escuela de Lobón. En la revista “Alborada” Número IV de Julio, del Grupo Escolar 14 de Abril de Montijo, se despedía así:
“A mis párvulos queridos.-
Dentro de pocos días dejaré de ser vuestra Maestra, por haber sido nombrada para desempeñar en propiedad una Escuela en el vecino y pintoresco pueblecito de Lobón.
Tiene pues por objeto estas líneas que mando al acogedor y simpático periodiquito “Alborada” el despedirme de forma perdurable de vosotros, queridos niños, recomendándoos queráis mucho a vuestra nueva Maestra, pero al mismo tiempo no olvidéis a la que desde hace más de dos años se consagró toda a vosotros, para lograr con sus enseñanzas, disipar las tinieblas de vuestras vírgenes inteligencias y dirigiros los primeros pasos por la difícil senda del saber; a la que gozó y sufrió mucho con vosotros; la que hoy os pide además, que paguéis sus desvelos, con mucho cariño, para que de ese modo, podáis corresponder al que os tiene vuestra primera maestra”.
Como muestra del afecto que había conseguido entre sus alumnos venian en el periódico unas líneas del niño Antonio Gallardo:
“¡Se va mi Maestra a Lobón! Yo no quiero que se vaya porque la quiero mucho”.
La madre de Amalia fallecería el 15 de Julio de 1.934 tras una grave enfermedad, por lo que no podría tomar posesión en la escuela de Lobón hasta el día 16 de ese mes. Allí impartiría clases hasta acabar el curso de 1936. Nos cuenta Dª Amalia su experiencia: “En la Escuela Unitaria de Lobón procuré enseñar con mi conducta lo que oficialmente estaba prohibido en aquellos tiempos: la Religión. Colaboré con el párroco y una gran Apostol de los pobres, Doña Aracelis Chorot en la Conferencia de San Vicente, de la que fuí Secretaria, y en los cultos de la Iglesia cantaba en el coro acompañada al armonium por Doña Aracelis.
Las clases las daba muy a menudo al aire libre porque la sala de mi escuela estaba en una casa particular, en unos altos compartidos con otra escuela de niños por cuyos muros -que no llegaban al techo- se oía el rumor de las dos escuelas, siendo “el encerado” el suelo del campo cuando me trasladaba allí con mis niñas.
Como la Guerra de Liberación me sorprendió en el viaje de veraneo, no pude reintegrarme a la escuela y me presenté junto con mi marido al entonces Ministerio de Instrucción Pública para que nos nombrara a otra escuela, como así fue. Nos enviaron a Alcazar de San Juan (Ciudad Real), siéndome adjudicada una Escuela de Párvulos en la que permanecí todo el tiempo que transcurrió la guerra (en zona republicana), o sea, hasta el 1º de Abríl de 1.939. Oficialmente se me cuenta este tiempo como servicios prestados en Lobón de cuya escuela me hice cargo en Septiembre de 1.939 previa mi rehabilitación por Orden Ministerial del 3 de Agosto del mismo año, requisito éste hecho a cuantos estuvimos fuera de nuestros destinos durante la guerra.”
Durante la guerra civil sucedería un hecho que creemos hay que dar a conocer. En el Batallón Nº 76 del Ejército Popular había muchos montijanos y extremeños; estarían en el frente de Cataluña, y al final, en el de Valencia.
Allí estuvo infiltrado como espía Ramón Leal. Y un día, los montijanos Blas Rodríguez Branquiño y Manuel Fernández Navo lo vieron pero no quisieron denunciarlo para que no lo matasen.
Al final de la guerra volvería al pueblo Blas Rodríguez, que era socialista. Lo detuvieron inmediatamente y lo iban a fusilar a finales de 1.939, pero Dª. Amalia y D. Ramón intercederían por él ante las autoridades y conseguirían salvarle la vida.                                 Amalia y Ramón habían pasado toda la guerra civil en la zona republicana de Ciudad Real, Dª Amalia volvió a juntarse en la escuela de Alcázar de San Juan con el maestro freinetiano Jerónimo Ruiz Lara que sería fusilado allí al acabar la contienda. Amalia y Ramón volvieron a Montijo pero estaban apartadas de sus puestos por las nuevas autoridades franquistas y tuvieron que pasar el filtro de la Comisión de Depuración Provincial enviando un pliego de descargo. A Amalia se le confirmó en el puesto de Lobón en agosto de 1939.
Por derecho de consorte conseguiría Amalia el traslado a Montijo, donde ejercía su esposo Ramón Leal en las Escuelas Nacionales, en Febrero de 1.940. Allí le concedieron a Amalia una Sección de la Graduada Nº 2 en propiedad provisional, pasando a ser propietaria definitiva el uno de Enero de 1.944 de una Sección de la Graduada Nº 1, Colegio Nacional “Padre Manjón” (Atrio). Fué nombrada por Orden Ministerial de 4 de Diciembre de 1.943 en virtud del Concurso General de Traslados por el turno de consortes.
En el Padre Manjón continuaría como maestra especializada en Lengua Española, Lengua Francesa y Labores al frente de un 6º Grado.
En los años de cierre de las fronteras a España y de carencias de materias primas, tendría que utilizar el ajuar regalado por su madre para confeccionarse las ropas.
Dª. Amalia, mujer de carácter fuerte y don de gentes, imprimió su personal estilo a los alumnos que pasaron por ella.
Para Dª. Amalia, sus alumnas eran lo más importante en la vida; por eso las trataba como una madre cariñosa y las educaba para la vida. Nunca los llamaba por “mis alumnas” sino “mis niñas” y “mis hijitas”.
Jamás utilizaría castigos físicos mediante palmetas o similares. Su forma de castigar era de forma simbólica, mediante un corazón que tenía colgado en el aula y que decía era el Corazón de Jesús. Cuando una alumna se portaba mal le decía que clavase un alfiler en él, para las niñas eso era doloroso, cuando se portaba bien iban a quitar “la espina” al Corazón como una golondrina.
Jamás le llamaría a las alumnas más torpes con epítetos que pudiesen herir su dignidad (burro, etc.), nunca usaba el concepto “mal” ó “muy mal” y siempre les decía: “yo sé que tú lo puedes hacer mejor” y “siempre hacerlo lo mejor que se sabe está bien”. A las más desmotivadas las llamaba con más frecuencia a la pizarra, para que se sintiesen más arropadas, pero con la habilidad de no provocar celos en las más inteligentes. Le volvía a explicar el asunto en cuestión y cuando le salía bien a la alumna sonreía y le animaba subiéndole su autoestima.
Fomentaba el dibujo y no dejaba que las alumnas calcasen sobre el cristal pues buscaba que desarrollasen su creatividad.
Su enseñanza era individualizada y trataba de que todas avanzasen al mismo ritmo sin que se quedase ninguna atrás. Dª. Amalia no se conformaba con atender al grupo de aventajadas.
Todo lo que le enseñaba a las alumnas eran cosas prácticas para la vida y explicado de forma muy amena. Enseñaba jugando; las matemáticas las convertía en un puzzle precioso. Hacía que las alumnas se sintiesen importantes; después de sacar un problema les decía: “Ves como no era difícil”.
Era una avanzada de las técnicas pedagógicas: hacía controles semanales a las alumnas de las materias explicadas, metía las preguntas en unas papeletas dentro de una bolsa y las niñas iban sacándolas y tenían que contestarlas. Así no se podían sentir discriminadas.
Dª. Amalia las miraba a todas antes que contestasen y les decía que habían sacado la papeleta “que se les había pegado a sus dedos”. Era un juego para ella con el que disfrutaban mucho.
No enseñaba para ir pasando el expediente, sino que ponía todo su gran corazón de maestra y madre en la tarea. Era la madre que además sabe enseñar. Tenía verdaderamente vocación de enseñante. Y decía: “Yo he cumplido siempre con mi deber”.
Como en los inviernos no había calefacción en la escuela, hacía mucho frio en las aulas, la maestra tenía un brasero de picón en su mesa. Y Da. Amalia llamaba a las alumnas por turnos para que se acercasen a él para calentarse.
Además de enseñarles los programas educativos intentaba ser una consejera de sus alumnas en los problemas de la vida.
La vida para ella no es un juego que nos viene dado, sino que “tenemos que participar activamente en ella”; y tenemos que “ir al encuentro de nuestro destino”. La profesora era un factor ajeno que no debía imponerse pues era solamente la moderadora del grupo.
Y le gustaba guiarlas en su devenir, trabajo, noviazgo, desilusiones, etc. Por eso su casa era un desfilar de antiguas alumnas, ya convertidas en jóvenes, que iban a pedirle consejos y su opinión sobre múltiples problemas o desorientaciones.
Ella enseñó a vivir a muchas jóvenes como mujeres honestas y desprendidas. Eran muchas las que, cuando iban a casarse, pasaban por casa de Dª. Amalia para que las bendijese.

Todas las tardes tocaba, en la soledad de su casa y en su inseparable piano, la canción de Antonio Machín “Espérame en el cielo”. Con ella trataba de transmitir algo muy especial porque se la tocaba al hijo muerto, y lo hacía cuando no estaba delante su esposo Ramón que no había podido superarlo. También tocaba los sábados “la sabatina”.

Dª. Amalia fué siempre coherente con sus creencias religiosas y éticas, daba testimonio práctico de lo que predicaba. Por eso tenía credibilidad.
Las profundas convicciones religiosas de Dª. Amalia le acompañarán toda su vida, entrando en la Orden Terciaria de Hermanas Franciscanas de seglares y colaborando con la Acción Católica. En las Navidades realizarían campañas de recogidas de ropas y de leche para los niños necesitados. Llevaba a las niñas en Mayo a hacer el mes de Maria…
Gratuitamente daba clases de alfabetización para jóvenes en aquellos años. Dice Doña Amalia: “Cuando aún no existían las escuelas de alfabetizadoras, dí clases gratuitas a las chicas de servicio doméstico en mi casa, pero en vista de la cantidad que se iban presentando, solicité permiso de mi Director, Don Pablo Sánchez, para darlas en las salas de clase y por la noche. Me fue concedido el permiso, previo el beneplácito de la Sra. Inspectora Doña Matilde Gómez.
Empezaron las clases dándole importancia a la lectura, escritura, y sobre todo, formación religiosa de las alumnas, ayudándome en este último cometido, amigas y hermanas en el Apostolado de Acción Católica. Tuvimos la satisfacción de preparar a muchas chicas para la Primera Comunión, que por no haber podido asistir a las escuelas de pequeñas por ayudar a sus madres, no la habían hecho aún.
El Señor cura Párroco me encargó de la preparación de las novias, tanto en materia religiosa como moral.” “Para mejor servir a la juventud que venía a mí, preguntando si les podía preparar para oficinas, estudié de un modo particular: Taquigrafía, Mecanografía, Francés e Inglés. Llevo ya muchos años impartiendo estas enseñanzas en mi casa gratuitamente y, gracias a ellas, muchos de mis alumnos ocupan puestos de responsabilidad en Montijo y en otras ciudades de España.”
Cuando había un grupo de jóvenes que querían aprender alguna materia, ella se la preparaba intensamente para poder enseñarles e iba aprendiendo casi a la vez que sus alumnas, cuatro o cinco temas por delante.
Fue elegida para el premio de la Diputación Provincial y el importe del mismo -5.000 pts.- lo invirtió en adquirir una máquina de escribir con el fin de enseñar a sus alumnas.
Amalia puso en marcha grupos de teatro en los años cuarenta, integrados por jóvenes de Acción Católica, realizando una gran labor pues en aquellos años del nacional-catolicismo era la única actividad cultural que se llevaba a cabo. Colaboraba mucho con ella Juan de los Ríos, corresponsal del diario HOY y secretario de los Sindicatos verticales. Su mensaje era la diversión sana de la juventud; tenían que estar motivados constantemente.
Nos lo cuenta ella: “Siempre con fines benéficos he actuado en el teatro como actríz en los años jóvenes o como directora cuando fuí mayor. De estas actuaciones destaco la que, por iniciativa de la Sra. Inspectora y a beneficio del Seminario, dirigí poniendo en escena “Los cuatro caminos”, que presentó Doña Matilde quedando altamente complacida por la actuación de los actores así como de la cantidad recaudada.
De nuevo pidió la Sra. Inspectora la colaboración de los Maestros de aquí para el Seminario y entonces fuimos actores un buen grupo de ellos representando “Morena Clara” y haciendo yo el papel de madre del Juez”.
Estos grupos eran muy inconstantes y se deshacían al terminar la representación de la obra, aunque el propósito de la directora era darles continuidad, cosa que nunca pudo lograr. La juventud colaboraba para divertirse una temporada pero pronto se cansaban de esta actividad disciplinada. Se preparaban sainetes y obras cómicas, y al acabar la representación no podía faltar el “Fin de Fiesta” dirigido por Doña Rafaela Guisado.

                                Dª. Amalia con los actores de «Amor y sacrificio».
En 1.947 se puso en escena el folletón “Amor y sacrificio”, a fin de recaudar dinero para pagarle la operación de apendicitis a una niña del Valle cuya familia no tenía medios económicos; en 1.948 se hizo un Festival Infantil pro-seminario y se representó “Los cuatro caminos”. En 1.950 dirigiría Dª. Amalia la obra “La fuente de los amores”, folletín amoroso que debido a los casamientos que se lograban con él se repetiría varias veces, teniendo gran aceptación entre los jóvenes casaderos. Junto con esta obra se representaría el auto sacramental “El buen ladrón”, cuyo argumento se basaba en la historia de Dimas. Los ensayos los hacían en casa de Doña Amalia.

                               Con los actores de «La fuente de los amores».
En 1.953 dirigió Doña Amalia “El genio alegre”, de los Hermanos Alvarez Quintero, a beneficio de las bodas de plata del Párroco; en 1.954 dirigió un rosario escenificado organizado por las Mujeres de Acción Católica y donde actuaban alumnos de las escuelas.

            En la Escuela Nacional Padre Manjón con sus alumnas en los años cincuenta.  

Dª. Amalia tenía organizada en su casa, desde los años cincuenta, un grupo de “Niñas Reparadoras” que se reunían todas las semanas para programar obras de caridad. Foto de Ana de los Ríos Macarro.

Dirigiendo unas palabras en el homenaje a Dª Manuela Montes, en 1963, en el Padre Manjón.

En los años sesenta continuarían sus actividades con los niños. Nos cuenta ella: “A petición de la Sra. Directora Doña Julia Martín Carnero he dirigido coros, trabajos de redacción, treatro radiofónico y escénico a más de Belenes y Villancicos. En las Navidades del año 1.968 obtuve el Primer Premio de Belenes vivientes y el 2º de Villancicos en el Concurso Provincial organizado por la Delegación Provincial de Juventudes. Actué con mis alumnas en Badajoz el día 15 de Diciembre en el salón de actos de la Casa Sindical, junto al Grupo Coral Mixto del Colegio Juan XXIII de Badajoz, que habían obtenido el primer premio de Villancicos. Actuaron también otros coros de distintos Colegios de la Provincia.
Los teatros infantiles fueron: “La burrita desorejada”, de Juana de Ibarbourou, grabada en cinta magnetofónica que fue seleccionada en Badajoz para pasar a Madrid. De allí nos pidieron nueva grabación porque no estaba limpia de ruídos y fuimos los actores y yo a la Emisora Sindical para su nueva grabación.
La otra obra de teatro fue el juguete cómico “Padre, yo quieo retratame” para concursar en la VI Semana Provincial del Teatro y se representó en Montijo junto a un nutrido programa dirigido por varios maestros de la localidad. Vino a ver la representación un miembro del Jurado de Badajoz y seleccionó la obra dirigida por mí para ser representada en Badajoz junto a otras obras, el 20 de Mayo del 1.970.
Seis días después de haber sido puesta en escena en Montijo. El periódico HOY hizo el siguiente comentario: “Cerrando la velada actuó el Grupo de Teatro Padre Manjón de Montijo con la obra “Padre, yo quieo retratame”. Este grupo era esperado con curiosidad por la juventud de todos sus integrantes. Nos agradaron y vaya desde aquí nuestro elogio a esta gran labor de inculcar el teatro desde las más tempranas edades”.
Participé en el Concurso Nacional “España vista por sus escolares” que, aunque no fue seleccionada en Badajoz, mis esfuerzos y gastos particulares se vieron compensados al quedarse en cuarto lugar…. recibí un Voto de gracia del Inspector de la Zona, hoy Inspector Jefe Don Ramón García Carrasco en Junio del año 1.969, único premio de la carrera que con tanta vocación empecé en el otoño de 1.926.”
Como dijimos arriba, su esposo fallecería en 1.971 quedándose sola familiarmente, lo que hizo que se volcase más hacia fuera, hacia sus niños, sus hermanas Franciscanas y sus labores de solidaridad.
En el curso 72-73, y a petición suya, pasaría al 4º grado en el Grupo Escolar del Atrio donde permanecería hasta el curso 75-76 en el que, como especialista en Religión, impartiría este área a los grados 6º, 7º y 8º así como Lengua Española al grado 6º.
Al cumplir los sesenta y cinco años, el 8 de Diciembre de 1.976, tuvo que abandonar la enseñanza pública, con gran pena “de dejar esta labor que vocacionalmente elegí -dice ella- pero comprendiendo que debo dejar paso a la juventud que, llena de vigor y de buena preparación docente, sigan el camino de formar a la infancia que los padres confiadamente les entregan”.
Se informó que en Zaragoza, el colegio de monjas “El Pilar y Santiago Apostol” no tenia fondos para continuar su labor pedagógica y se ofreció gratuitamente a ser Directora y maestra en el mismo. Y allí pasaría siete años debiendo volver a su casa de Montijo al contraer una bronquitis asmática.
Otra vez en su pueblo, en 1.983, seguiría sus labores de catequista en la Parroquia, promoviendo las actividades de las Hermanas Franciscanas seglares, presidenta de la Asociación de Lucha contra el Cáncer y fundadora de la Asociación de Viudas de Montijo de la que ha sido siempre su presidenta.
El 12 de Junio de 1997 se le haría un homenaje por sus alumnas, “hermanas” y compañeros de luchas solidarias.
En el año 1.999 contraería una enfermedad que le obligaría a andar en silla de ruedas acompañada siempre por otras personas, aunque ella seguiría asistiendo a sus actividades religiosas y sociales mientras pudo. Su deseo era “reunirme en el cielo con mis dos amores”, su hijo y su esposo.
Fallecería, sin perder nunca su sonrisa y buen humor, el jueves 3 de Mayo del 2.001 a los ochenta y nueve años de edad.

Esta ha sido la vida de una mujer ejemplar, de una persona que dió todo por los demás, por los más necesitados de fraternidad y solidaridad, y que, al final de sus dias pudo decir: “yo he cumplido”.

                               Juan Carlos Molano Gragera. Septiembre del 2.001.


                                                Palabras desde el alma

De Piedad González-Castell Zoydo a su amada maestra Doña Amalia Torres Cabezas, en el acto de homenaje de las alumnas y del pueblo de Montijo realizado el dia de San Antonio de 1997.

                                                 MI AMADA DOÑA AMALIA:
Cada uno de los aquí reunidos tenemos nuestras justificadas razones para manifestarle nuestros sentimientos y todos disponemos de nuestra libre y emocionada expresión.
A mí se me agolpan las vivencias y los recuerdos de tal forma, que difícilmente podré poner orden a mis palabras.
Han sido tantos, tantos años, Doña Amalia…
Desde aquella PRIMERA RAYA.
Desde aquél “mi mamá me ama” “amo a mi mamá”, donde podria poner con idéntico valor: “mi maestra me ama” “amo a mi maestra”…
Desde aquellas primeras letras leídas, inicio de mi afición de inagotable lectora…
Desde aquellos primeros borrones iniciáticos de mi vocación de escritora…
Desde aquellas tardes de labores, de oraciones, de tablas de multiplicar, de canturreo colectivo del Catecismo Ripalda…
¡Cuánto tiempo ha pasado!
Después, ya con mis buenos 18 años, nuevas letras, o mejor dicho, las mismas letras con distintos sonidos: nuestras entrañables clases de Inglés. Aún conservo cuadernos en los que tengo escrito “the lady is in the room” y frases similares, que me trasladan a aquellos momentos.
¡Y los intermedios, Doña Amalia, los intermedios!
Ahora creo que iba a las clases por el placer de gozar de esos intermedios, en los que sus manos acariciaban con amor el teclado del piano con aquel “Espérame en el cielo…” que parecía más un rezo que una canción. Siempre su recuerdo fiel y amoroso, casi devoto, al hijo aquel que permaneciendo en su corazón, desde el cielo la esperaba, cada tarde, para unir sus almas al son de un bolero que se transformaba en motete pleno de liturgia y fervor. Yo escuchaba diariamente, emocionada; observaba su rostro, sus manos, su alma que desbordaba el momento y la transportaba a ese cielo privado y particular, creado por sus dedos sobre el teclado… Todos estos momentos vividos, estos sentimientos compartidos me hacen amar aquel piano depositario de tanta devoción. Si derecho tuviera a percibir su herencia sólo querría el piano, ese piano que rezaba una canción…
Y en todo momento los trinos de su canario al que yo llamaba “Políglota” porque era el primero en contestar con sus trinos la frase de Inglés que yo había de decir.
Más tarde, durante mis estudios en Madrid, no había regreso a Montijo que no volara a verla. Creo que la santa que he tenido por madre llegó a estar algo celosa de mis largas tardes con usted y de la correspondencia filial que le escribía.
Luego mi matrimonio con ese “hombre vertical” que siempre imaginé para esposo, que teniendo los pies en la tierra su espíritu estuviera en Dios, porque sólo en Dios podríamos encontrarnos y en Él permanecer formando una familia. Y usted, Doña Amalia, nos visitó en nuestro hogar de Madrid y más tarde en nuestro hogar de Badajoz…
Podría seguir recordando… y recordando…, porque han sido tantos años… ¡Tantos!
¡Cuánto tiempo ha pasado!
¿Cuánto tiempo ha pasado?
O REALMENTE TODO HA SIDO AYER.


                                                             Homenaje

A Doña AMALIA TORRES, mi MAESTRA, que hizo nacer en mí el gozo de leer y el infinito placer de escribir.


HAS ESCRITO EN EL LIBRO DE MI VIDA
las páginas en blanco de mi infancia:
Tu saber fue cubriendo mi ignorancia.
Tu virtud con mi espíritu es fundida.

Lo mismo que a una madre muy querida
te he llevado en mi pecho y la fragancia
de tu siempre juvenil arrogancia
evoca en mí el pasado agradecida.

De tu mano hice yo el dulce viaje
por caminos de letras y aprendía
que los libros serían mi equipaje.

Mi corazón es reino de alegría
y mis versos te rinden su homenaje
brindándote mi amor y mi poesía.


Piedad González-Castell Zoydo.
En Montijo, día de San Antonio de 1997.













Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

Autor

Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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