Este artículo fue publicado en la Revista de Ferias de 1998
El Montijo de finales de siglo XIX era un pueblo rural que tenía unos siete mil quinientos habitantes. A mediados de siglo se había procedido a la desamortización de las tierras de la Iglesia y del Concejo por lo que habían pasado a la burguesía local o a los labradores; de esta forma se consolidaba la oligarquía terrateniente que comenzaría a trabajar las tierras de forma más intensiva y tecnificada que en los tiempos anteriores. Con las plusvalías generadas se habían creado algunas industrias transformadoras de los productos agrarios (molinos de aceite, bodegas, fábricas de corcho o carbón, etc.).
En las clases medias existía la de los labradores, agricultores que arrendaban las grandes fincas de la oligarquía rural y compraban parcelas de tierra poco a poco gracias a los beneficios obtenidos en aquella actividad y a llevar una vida de enorme trabajo y gran ahorro.
Para atender a los servicios que demandaba la actividad agraria y de la construcción existía la clase artesanal, numerosa en aquellos años finiseculares.
Y por último, la mano de obra que trabajaba para aquellas clases estaba formada por los obreros, muy numerosos en el Montijo de 1898 aunque todavía no estaban organizados pues el Centro Obrero se abrió en 1901.
Recreación de la Plaza Mayor a finales del siglo XIX. Dibujo de Juan Carlos Molano.
La Restauración de la Monarquía había venido por un golpe de Estado militar apoyado por las clases privilegiadas en 1874 (como reacción a la I República que había amedrentado a la burguesía española) estableciendo un régimen de orden y paz social. Los partidos que apoyaban la Restauración, conservadores de los intereses de la nueva burguesía industrial y agraria, eran sobre todo dos: el Liberal y el Conservador, subdivididos en varios grupos afines que se agrupaban en las elecciones. Los Liberales aprobarían en 1890 el Sufragio Universal masculino, pero el sistema electoral estaba corrompido por los usos caciquiles que venían desde los tiempos del reinado de Isabel II.
Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), cuadro pintado por Ricardo Madrazo.
El sistema político se organizaba verticalmente; los partidos dinásticos eran camarillas de notables dirigidos por familias de terratenientes, que apenas se diferenciaban en su ideología y programas (los conservadores eran católicos tradicionales y los liberales más anticlericales), y que se turnaban en el poder en periodos breves. Los partidos no tenían vida orgánica entre elecciones y elecciones, no eran organizaciones de masas ni tenían afiliados, sólo quedaban las familias de caciques con sus Comités, grupos de amigos que eran los que ocupaban los puestos institucionales (diputados, senadores, concejales). Después estaban los clientes que les debían favores a los caciques para que les votasen, favores que se les habían concedido sin respetar la legalidad ni la igualdad de oportunidades. Los jefes de los partidos en Badajoz, a finales de siglo, eran Manuel María Albarrán, en el partido Conservador canovista, y Casimiro Lopo Molano en el partido Liberal Fusionista. Ellos eran los que ponían en los pueblos de la comarca a sus jefes de fila.
¿Quiénes eran estos en Montijo?, los Rodríguez en el Partido Conservador y los Piñero en el Liberal. Familias de propietarios de tierras que venían ocupando los cargos políticos desde mediados del XIX. Decía José Dac, el 28 de abril de 1895 en La Cotorra: «jóvenes políticos que disponéis del mando en Montijo… seguid la senda que marca el padrinazgo… lo manda el diputado a Cortes del distrito, nuestro señor amo».
Cipriano González Piñero y Salguero. Foto existente en el salón de actos del Ayuntamiento.
En Montijo existía a finales de siglo el Casino Liberal que era la sede de los unionistas, donde se jugaba a los juegos legales, se hacían tertulias y se daban charlas esporádicas. Los Conservadores también abrieron en 1895 otro centro; leemos en La Cotorra de 10 de marzo de 1895: »Con motivo de inaugurarse el Círculo que se acaba de abrir en la calle Cárcel se ha distribuido una importante limosna entre los pobres de la localidad… desearíamos siempre verles esgrimir, como a sus contrincantes, solamente esta clase de armas». La caridad paternalista de las clases pudientes era su forma de atraer a los más humildes. El círculo imagino que estaría en la casa de los Rodríguez de la actual calle Eugenio Hermoso número 8.
Francisco Alonso Llinás. Foto cedida en su día por Magdalena Alonso.
El Ayuntamiento estaba controlado por los Conservadores y los Liberales. En 1897 habían estado gobernando los liberales, (Francisco Alonso Llinás, conocido como “Don Paco el farmacéutico” porque tenía una farmacia en la calle Eugenio Hermoso número 9, era alcalde), pero en las elecciones municipales de ese año ganaron los conservadores, nombrando alcalde a Bartolomé Rodríguez Bautista, (conocido como »BartoIón» por su gran estatura y corpulencia), quien ocupó el cargo hasta 1900.
Alonso Rodríguez Bautista. Foto existente en el salón de actos del Ayuntamiento.
Alonso Rodríguez. Foto cedida en su día por Magdalena Alonso.
Formarán parte de la Corporación por el Partido Conservador, además del alcalde, Lesmes Rodríguez Carretero, Bartolomé Bautista, Francisco Tejada Gragera, Pedro Capote Pinilla, Pedro Thomas García y Pedro Caballero Molina. Por la Unión Liberal: Francisco Alonso Llinás, Andrés Núñez de la Riva, Toribio Calvo Coco, su hermano Miguel, José María Capilla y Juan Gragera Gragera. Por el Partido Republicano: Juan Antonio Codes Rodríguez.
Pero la actividad de los Ayuntamientos en aquellos años dejaba mucho que desear. Si leemos la revista local La Cotorra, el 3 de marzo de 1895 nos decía J.M. Gayte: «Los Ayuntamientos que desgraciadamente se suceden en ésta, compuestos por honrados labradores que no se cuidan de la gestión municipal por atender a sus operaciones agrícolas y de ricos propietarios que no se ocupan más que de sus rentas y haciendas. Si la Corporación popular se compusiera de todas las clases sociales, ésto es, de artesanos, comerciantes e industriales habría más actividad… ». El 23 de junio volvía a quejarse: «El último domingo no pudo celebrar sesión nuestro Concejo por falta de número suficiente de concejales… Vivís en constante fiesta y en continuo jolgorio. ¿Estáis durmiendo la siesta en el cerro de San Gregorio?».
Sobre los arribistas de la política tenemos referencias claras en La Cotorra de 26 de noviembre de 1895: «…vemos como una verdadera plaga de gentes sin ocupación y sin oficio invade el campo de la política, ansiosos de conquistar un puesto desde el cual les sea dable repartir mercedes entre sus adeptos, sin reparar en los perjuicios incalculables que de este modo acarrean al interés general… hacer política no es otra cosa que satisfacer las exigencias de los amigos … la ley se convierte en mito, el capricho en ley y el cacique en legislador … » En el Municipio trabajaban: un secretario (Remigio Fernández, natural de Puebla de la Calzada y liberal), cuatro empleados, algún «temporero», los guardías municipales y los cobradores de consumo. Leemos en La Cotorra del 8 de diciembre de 1895: «En la conciencia de todo el mundo está que el Ayuntamiento sostiene empleados de sobra …».
Fachada del Ayuntamiento después de la reforma de 1843. Foto de María Arrobas Vila.
¿Qué actividades desarrollaba el Ayuntamiento de finales de siglo XIX?
*Con el fin de urbanizar la zona final de la calle del Conde, que entonces era el Ejido de los Mártires, el 9 de mayo de 1898 se acordó por el pleno la demolición de la Ermita de los Santos Mártires «por amenazar ruina y ser un peligro en tal estado ». Una de las muchas barbaridades que se han cometido en Montijo a lo largo de la historia, lo mismo se hizo con la ermita de Santa Ana, con el palacio de los Condes, con la plaza de abastos, etc. El 6 de enero de 1895 decía La Cotorra: »Varios señores solicitan terrenos para edificar casas en los Mártires», y el 7 de abril: «Le llamo a esa manzana que se ha construido sobre la laguna, y que vista por los corrales recuerda los encantos de Venecia, calle del Cotorrillo». Estaba hablando de las calles Espronceda, Huertas y Muñóz Torrero, que se habían construido sobre el Charco de la Rosa. En la última calle había estado la ermita de Los Mártires en el actual número 15 y limítrofes.
*Como las calles estaban mal empedradas y sucias, no había alcantarillado y las aguas fecales eran vertidas por los albañales de las casas y se formaban grandes charcos malolientes en ellas. El ayuntamiento destinaba cantidades del presupuesto para dar trabajo a los parados y empedrar las calles, realizando un canalón por el centro de ellas. También destinaba partidas para dar jornales a los parados; cuando no había fondos se llamaban a los mayores contribuyentes y acordaban «la distribución de los 200 braceros entre las clases no pobres», (La Cotorra de 17 de febrero de 1895), y también «se acuerda que vayan los jornaleros a cegar silos y se embarguen los carros par que echen piedras en algunas calles o en las afueras…”. Cuando llovía mucho se hundían los silos de trigo, existentes en las calles, al paso de los carros.
Algunos agricultores dejaban sus silos para guardar los granos, existentes en las zonas de la Silera, delante de la panera del Pósito y en la calle de Arriba, abiertos con el consiguiente peligro para los niños y peatones. El Ayuntamiento lo prohibía y ordenaba su cegamiento y tapado.
*Entre los proyectos más sentidos del momento estaba el de construir un nuevo Cementerio, pues el existente, donde hoy se encuentra el parque municipal, era perjudicial para la salud pública y había que alejarlo del casco urbano, y otro Matadero pues el antiguo estaba en la calle Carrera.
A la derecha vemos el antiguo Cementerio Católico. Foto de Tomás Durán.
*El pleito con la ciudad de Mérida, por el aprovechamiento mancomunado de los pastos de los terrenos baldíos y propios de su término que estaban cercanos al nuestro, duraba ya 333 años.
*Un asunto que trajo muchos conflictos y manifestaciones fue el del impuesto de consumo.
*Otra actividad que acaparó gran atención desde 1895 a 1898 fue el sorteo de los mozos para el servicio militar, pues algunos de ellos tenían que ir a las guerras de Cuba y Filipinas y se resistían.
*Como el reloj de la torre se encontraba en un estado lamentable se cambió por otro nuevo. En un cantar de la época se decía: »Bartolón puso el reloj… » pues fue el alcalde Bartolomé Rodríguez quien lo colocó.
Además de conservadores y liberales había un tercer partido en Montijo, el Partido Republicano, que luchaba contra la Restauración canovista y deseaba el restablecimiento de un régimen verdaderamente democrático. En los ochenta se habían tenido que denominar Demócratas Progresistas por estar prohibido utilizar la denominación republicana, llegando a tener alcalde en 1884, Narciso Bravo, conocido como “el alcalde 14” por cobrar ese sueldo.
En 1897 se formó una coalición de fuerzas republicanas en España: la Unión Republicana Nacional, (dentro de la cual estaba el Partido Republicano de Extremadura), y se organizaron en los pueblos los Comités. El de Montijo estaba presidido por Juan Antonio Codes Rodríguez, proveniente de una familia de liberales, propietarios de tierras. En las elecciones municipales obtenían dos concejales.
Juan Antonio Codes Rodríguez en su juventud. Foto cedida en su día por Magdalena Alonso.
Tenían su sede en el Centro Republicano y sus simpatizantes se encontraban entre los artesanos, comerciantes y algunos obreros. Las organizaciones en las que se encuadraban esas clases, según la Ley de Asociaciones de 1887, eran «La Unión del Comercio y la Industria”, dirigida por los republicanos Nicasio Prieto y Juan Félix López, y «Los Artesanos» (precursora del Círculo de Artesanos El Progreso) dirigida por el republicano Andrés Garay. El Centro Obrero “La Defensa” no se abrió hasta 1901 por iniciativa también de los republicanos y socialistas sin afiliar aún al PSOE.
Unida al mundo de los republicanos existía en Extremadura y en Montijo la Masonería. Provenía del siglo XVIII y había sido la artífice de las revoluciones liberales democráticas de toda Europa y América. Gracias a la ley de Asociaciones de 1887 tendría funcionamiento legal y se desarrollaría extensamente. En las logias «Caridad Masónica» de Badajoz y «Emérita Augusta» de Mérida entrarían diez montijanos a partir de 1888 y, como ya formaran
grupo compacto y preparado, la «Emérita Augusta» decidió en 1893 crear una organización en Montijo: el triángulo «Lealtad Masónica» nº 105, presidido por Juan Ardila Romo (maestro de escuela de Puebla de la Calzada). Los masones montijanos eran: 3 maestros de escuela, 3 propietarios de tierras y 5 artesanos. Lanzaron una serie de iniciativas culturales y sociales para llevar la cultura a una sociedad atrasada y alicorta, tales como la publicación de la revista local «La Cotorra», la creación de un Círculo recreativo-cultural y la apertura de una escuela laica librepensadora.
Pero la pérdida de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898, dirigidas por hombres provenientes de las logias masónicas, desprestigiaron entre los sectores conservadores a la Masonería, achacándoles la responsabilidad de la independencia de aquellas provincias insulares. Debido a ello desaparecieron la mayor parte de las logias de la provincia de Badajoz ante el peligro de ser tachados de antipatriotas y traidores a los intereses económicos españoles.
A finales de 1898 desapareció el triángulo montijano aunque sus antiguos hermanos siguieron promoviendo iniciativas interesantes para el desarrollo de nuestro pueblo.