La relación de Montijo con el camino de Santiago a lo largo de la historia

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Ahora, que está tan extendido lo de hacer el camino de Santiago, es interesante que recordemos que la villa de Montijo estuvo muy unida al Apóstol desde el siglo XIII y que por Montijo siempre transitaron peregrinos que iban a visitar la tumba de aquél o volvían de hacerlo.
Los caminos a Santiago se hacían sobre las antiguas calzadas romanas; el de la Vía de la Plata arrancaba del sur de la península y pasaba por Mérida hacia Astorga, donde se unía al camino francés hacia Santiago de Compostela.
Aquellos extremeños que empezaban desde Mérida provenientes de las comarcas de Badajoz o de Olivenza hacían “la Ruta de Badajoz” por la antigua calzada romana Mérida-Lisboa, pasando por Montijo, Torremayor, etc. Esa podría ser la causa de que estuvieran un día en nuestro pueblo.

Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Camino_de_Santiago_de_la_Plata

Pero, aparte de esa peregrinación santiaguista, por Montijo también pasaban los peregrinos que iban a visitar la tumba de la mártir Santa Eulalia a Mérida Esta ciudad fue un gran centro de peregrinaciones, de Europa occidental, durante la alta Edad Media.

Sabemos que Montijo perteneció al arzobispo de Santiago desde su reconquista en el año 1230 por el rey Alfonso IX, después se convirtió en una Encomienda de la Orden Militar de Santiago (antes se llamaban los Frates de Cáceres). Una Carta Privilegio de 2 de abril de 1275 entregaba a la Orden de freyles de Santiago las aldeas de Mérida repobladas por gallegos y leoneses. El Montixo nació como núcleo poblacional de la Orden, tras la expulsión de los árabes, en el último cuarto del siglo XIII. Según Aurora Ruiz Mateos “Debió de ser a principios del siglo XIV cuando se construye la primera Casa de la Encomienda de Montijo”, dentro de la provincia santiaguista de San Marcos de León, hasta el año 1551 en que el rey lo vendió al marqués de Villanueva del Fresno.
El símbolo de Santiago aparece dibujado o tallado en algunas iglesias de Montijo.
Pablo Iglesias Aunión en su libro “Historia de la comarca de Lácara, del Medievo a los Tiempos Modernos” (editado por Adecom Lácara en el año 2000) nos habla en la página 60 del primer Comendador de Montijo que conocemos documentalmente, no quiere decir que fuese el primero en la práctica, –Juan Chacón- en 1460, que vivía en la Casa de la Encomienda de la actual plaza de Cervantes, “Montijo nació y creció realmente bajo el espíritu santiaguista”.
Desde mediados del siglo Xlll la parroquia de Montijo era la iglesia santiaguista de San Isidro que también estaba en aquella plaza.
En Puebla de la Calzada existía la ermita de Santiago, en Torremayor construyó la Orden la iglesia parroquial de Santiago y el Hospital, en Esparragalejo la iglesia mayor es la de Santiago, edificada a finales del siglo XV.
Según Pablo Iglesias, en el libro citado páginas 210-211, los Comendadores protegían a los peregrinos que iban a ver la tumba de Santiago y los socorrían en hospitales de caridad, que existían en casi todos los pueblos de la comarca.

Miniatura del Códice 2470 de la Biblioteca Laurenciana, de Florencia. Hospital Medieval del siglo XV.

El Hospital de Pobres de Montijo existía “desde finales de los tiempos medievales”, “hospitales pues, cuya función de albergue… (los vemos) ya en la Edad Media, tuvieron funcionamiento como tales… socorriendo a los peregrinos…” entre otros colectivos. Las primeras referencias documentales lo citan en 1498 aunque existiría desde antes.
Sus funciones “están claramente dedicadas a proporcionar alojamiento a viandantes sin recursos… socorrer a peregrinos… prevaleciendo siempre el aspecto material y espiritual”. Por ello, los albergues y hospitales siempre estaban adosados a iglesias o ermitas.
El hospital de Montijo estaba situado, como leemos en la página 213 del libro citado de Pablo Iglesias Aunión “… entre ambas iglesias (la de San Pedro y la de San Isidro), junto a la casa del comendador…” Es decir, en la actual plaza de Cervantes y adosado al ábside de la iglesia de San Isidro. En la página 215 leemos que el hospital tenía una sala grande con cuatro camas para acoger a los pobres y transeúntes, que la puerta falsa daba hacia la iglesia y un cuerpo de la casa daba hacia la calle Marqués de Villanueva del Fresno (podría ser la actual calle Mercado) con lo cual nos dice que debería estar en lo que hoy es la casa de Teodomiro del Viejo.
Manuel García Cienfuegos en su estudio «Hospitales en el territorio de Mérida a Badajoz, su labor caritativa y social. Desde el medievalismo a la contemporaneidad», publicado en 2021 en Pax et Emérita, en la página 329 describe el hospital según los visitadores de la Orden de Santiago en 1498: «tiene una casa delantera, en que está una cámara vacía. Y ay otra cámara, en que ay dos camas de ropa pobre, con lo necesario. Ay otra cámara que es establo. Ay una cámara en que está otra cama, que es del ospital, en que duerme el ospitalero e su muger. Más un pajar. El tejado es de madera tosca y teja». Delante de la casa había un portal de arcos de ladrillo. Toda la cubierta era de maderos de pino y encima cañizo debajo de las tejas.

A los que fallecían les daban sepultura en aquella plazuela, donde estuvo el primitivo cementerio y en la actualidad se ubica el Teatro Municipal.
La vida del hospital se prolongó por los siglos XVI y XVII.

El pliego de cordel anónimo denominado “Historias y leyendas. Nuestra Señora del Montijo”, dice en la página 7 y siguientes:
“…1520, a la puesta de sol regresaba de cazar, su ocupación favorita, en los espesos matorrales que se extendían desde las casas del lugar (se refiere a Montijo) por toda la parte norte, un apuesto caballero en castaña jaca que se encontró en el dintel de su castillo un peregrino… El peregrino lo saludó con profunda reverencia pidiendo una limosna y el dueño, muy afable, le invitó a que pasara la cruda noche en su palacio…” Y el peregrino contó su trágica historia, venía de Aquitania (Francia) y había recorrido el camino de Santiago por una promesa que hizo, pero habiendo llegado hasta Santiago vino a Guadalupe donde le hablaron de la virgen Nª. Sª. del Montijo y quiso venir a rendirle culto.
“… después de recorrer extensas y dilatadas regiones implorando la caridad… el vecino templo de San Isidoro… Don García dio la orden de descansar… bondadoso señor…”
Los pliegos de cordel eran fantasías inventadas por su autor pero apoyadas sobre hechos reales. Lo que dice este que nos ocupa es que el peregrino iba pidiendo limosna para sobrevivir y que Don García tenía en 1520 un palacio o castillo en Montijo, la Casa de la Encomienda, donde después estuvo el palacio de los Portocarrero, que estaba junto al templo de San Isidoro. Sabemos por los documentos de los visitadores de la Orden que el Comendador de Montijo en el año 1508 era el caballero santiaguista Don García de Alvarado, que es al que se refiere el pliego de cordel.

En los comienzos del siglo XVIII se fundó en Montijo el Hospital-ermita de Nuestro Padre Jesús Nazareno por los Hermanos Hospitalarios de Jesús Nazareno, de Mérida, donde “se cuidaban por la Cofradía a los enfermos pobres o mendicantes” según nos dice Vicente Navarro del Castillo en su libro “Montijo, apuntes históricos de una Villa Condal” (editado por el Ayuntamiento en 1974), página 121. Estaba adosado a la ermita del mismo nombre y continuó su labor hasta la segunda mitad del siglo XIX, aunque cada vez más abandonado.

Mi padre, que nació en 1908, me contó que -cuando era niño- venían por Montijo hombres que iban por las casas pidiendo comida con una olla. Las vecinas le daban cocido, tocino, chorizo, pan, etc. Por eso los conocían en el pueblo como “los pobres de la olla”.
Estos hombres vestían una capa parda y un sombrero de ala ancha del mismo color, llevaban un zurrón y un bastón largo con una calabaza para beber. Solían tener barbas largas y no estaban aseados. Eran los peregrinos.
Al atardecer salían del pueblo por la calle Lope de Vega y subían por el camino que lleva a la ermita de San Gregorio. Y en ella pasaban la noche.

En “Alminar”, Revista de Cultura de la Institución Pedro de Valencia y el periódico HOY, publiqué en el número 41, de enero de 1983, un artículo titulado “Un monumento a rescatar: la ermita de San Gregorio, en Montijo”. Allí hablaba sobre el origen de la misma. El sacerdote e historiador ciego Vicente Navarro del Castillo indicaba en su libro arriba citado que “la ermita podría haberse construido en el siglo XVIII aunque no se tenga ningún documento que atestigüe la fecha exacta.”
Desde el cierre del Hospital de Jesús Nazareno, a finales del siglo XVIII, podrían haberse utilizado las dependencias anexas de la ermita como albergue de peregrinos.

Foto de Xoxé Tétano.

Pertenecía al obispado, en 1812 se dejó de celebrar culto por miedo a su profanación por los franceses, desde entonces se celebraban misas de vez en cuando; a mediados de los años diez del siglo XX el nuevo párroco de Montijo instauró la romería de San Isidro en Barbaño por lo que dejó de celebrarse la de San Gregorio. Poco a poco “La ermita de San Gregorio dejaría de tener culto y los ermitaños abandonaron el edificio llevándose la imagen al pueblo” decíamos en el artículo de Alminar. En el año 1932 vendió el obispado a un vecino de Puebla de la Calzada, Alonso Bejarano de Coca, “la ermita ruinosa de San Gregorio… de la que sólo existen unos muros y un cañón de bóveda”, y a partir de ahí acabaría su utilización.
Esperemos que algún día adquiera el Ayuntamiento este monumento y pueda volver a dársele el uso que tuvo anteriormente.

Esta es la historia resumida del paso de los antiguos peregrinos por nuestra Villa.

Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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