La sociedad montijana en el siglo XIX y principios del XX

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Este estudio, muy elemental y sobrepasado por estudios que se han publicado posteriormente, lo expuse en los I Coloquios de Historia de Montijo y fue publicado en las Actas, editadas por el Ayuntamiento en 1987.

          Detalle de una pintura de 1854 existente en el convento de Clarisas de Montijo.

Según el censo de Montijo realizado en el año 1852, los mayores contribuyentes eran, entre otros: Pedro Gragera Rodríguez, Pedro Mateo, Alonso Rodríguez, Pedro Rodríguez Reinoso, Pedro Gutiérrez Romano, Pedro Bruno, Vicente Núñez, Pedro Lavado Hermano, Juan Miguel Barrena, Álvaro Sánchez, Bartolomé Gragera, Francisco Piñero, Luís Molina, Pedro Ribera Maza, Catalina Bootello, Marina Caballero, Joaquín Calderón, Bartolomé Pinilla Marchena, Sebastián Pinilla, Juan García Guisado, Cristóbal Carretero, Rodrigo Campos, Juan Carretero Fernández, Pedro Triguero, Miguel Ribera Barrena, Alonso Guzmán, Juan González Caballero, Agustín Gragera, Diego Ángel Codes, Fernando Caballero, Joaquín Bootello, Celedonio Madroñero, Alonso Gragera, Pedro Narciso, y el Conde de Montijo. Todos estos apellidos van a irse repitiendo a lo largo del s. XIX y tendrán mucha influencia en la vida política montijana.

Dibujo del Concejo antes de la reforma de 1843 en que se construyó una segunda planta. Pintado por Jaime Vila.

En el mes de diciembre existía la costumbre de proceder los propietarios de casas al «arrendamiento y despido de casas» (pleno del Ayuntamiento de 29 de enero de 1865).

En el pleno del Ayuntamiento del día 24 de agosto de 1866 se acordó solicitar al Gobernador que la Plaza había que «cercarla y dotarla de asientos». En la sesión del 7 de octubre del mismo año ya «se solicita del Gobernador autorización para hacer un Paseo en la plaza, para lo que contaban con 50 ducados». Pero el paseo no se empezaría a construir hasta 1905, en el que se construyeron los bancos corridos con las barandas de hierro, se plantaron 8 palmeras y se sustituyó el pozo cubierto con su barandilla de hierro de tres lados por una noria.                                                                                                       Hasta el año 1920 no se cementaría el suelo del Paseo y se instaló el quiosco de los músicos (como el paseo era pequeño se tuvo que idear el quiosco a la inversa, lo que era muy antiestético). Pero las calles circundantes eran de barro rojizo que producía en invierno unos charcos enormes e intransitables.                                                                                                                                                                            En la sesión del 16 de agosto de 1875 solicitaron varios vecinos al Ayuntamiento «que los pozos situados en las calles Badajoz, Peñas, Campo de la Iglesia y Pozo, se inutilicen por ser altamente perjudiciales al tránsito, tanto de personas como de carros y caballerías, y en su lugar se habilite el de la Plaza cuyo manantío es poderoso y puede desahogadamente atender a la necesidad del vecindario». También se acordó en la sesión del 23 del mismo mes «limpiar el pozo de la Plaza». El de la calle Badajoz se dejó abierto por ser el único que entonces estaba surtiendo al vecindario de aquella parte del pueblo. Tambíen continuó el de Campo de la Iglesia.                                                                                                    En 1880 se ordenó la plantación de árboles en la carretera de la Estación.                                                        En 1884 se instalaría el alumbrado público de faroles por las calles del pueblo, antes no había ningún tipo de luz por las noches, de ahí que los transeuntes que se atrevían a andar a esas horas tenían que llevar algún instrumento de defensa pues era corriente que les saliese al paso algún embozado o «pantaruja». Los faroles eran de aceite pues todavía no se había inventado la electricidad.                          Los alcaldes solían hacer guardias por las noches acompañados por los vecinos de alguna calle. Este sistema de vigilancia, integrada por milicias vecinales, se denominaba Somatén. Los Guardias Municipales eran a comienzos del siglo XX Justo Cerro, Diego Villarín, «el tío Polo», etc.

Agricultura y ganadería
En el terreno de la agricultura, que entonces era de secano (salvo las huertas), Pascual Madoz dijo sobre la villa en el año 1854: “ …en Montijo había grano abundante en todas las especies, aceite y vino»
El periódico «La Crónica de Badajoz» de 1873 -después de inaugurarse el ferrocarril en el año 1863 a 1864-, decía: “…este rico y laborioso pueblo, conocido ya, en to¬dos los mercados de Europa, por el considerable nú¬mero de fanegas de trigo que, anualmente, exporta por el ferrocarril…» Montijo, que había sido un pueblo con pocos recursos, con medios de comunicación sólo por carreteras, con pocos caminos y mal preparados, aislado, con tierras de montaneras, con la implantación del ferrocarril adquiere un auge de modernización, debido a la exportación de sus productos, principalmente los derivados de la agricultura. A principios del siglo XIX los precios de los productos agrícolas y ganaderos eran los reflejados en la tabla que exponemos a continuación.

La estación del ferrocarríl y delante la Charca de los Bueyes. Pintura de Álvaro Torres.

Valores de los productos a principios del siglo XIX
Producto y su valor en reales de vellón
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Sector agrícola:
Fanega de trigo 45
Fanega de cebada 25
Fanega de avena 15
Fanega de habas 30
Fanega de garbanzos 60
Fanega de centeno 30
Fanega de vino 30
Fanega de vinagre 12

Sector ganadero:
Vaca de cría 500
Heral 300
Añojo 200
Becerro 130
Oveja fina 45
Borro/a 50
Oveja basta 50
Borrego en general 20
Carnero 50
Cabra 40
Macho 50
Chivo en general 20
Cerdo de 2 años 180
Marrano 120
Lechón 40

La abundancia de trigo en nuestra localidad hacía que se desarrollase la institución del Pósito, creado en 1789, ubicado donde está hoy el Conservatorio, y que tuvo un mayor auge a mediados del siglo XIX. Además contábamos en Montijo con la denominada «Silera», compuesta por filas de numerosos silos subterráneos disemi¬nados por el cerro de la iglesia y el Piquete.
La sequía era otro factor a tener en cuenta, por los da¬ños que acarreaba a los sectores agrícola y ganadero. La de 1859 fue muy significativa, en aquellos tiempos, por los desastres económicos que produjo. Estas sequías eran tan temidas por los montijanos que, en muchas ocasiones, se celebraban procesiones y plegarias, a nuestra patrona la Virgen de Barbaño, para pedir que lloviera.

Pintura de Frasco Antolín, copia del exvoto que existe en la ermita de Barbaño, donde se relata la epidemia del cólera morbo que sufrió Montijo en 1854.

La ganadería, como hemos dicho, era otra de las fuentes de riqueza del Montijo del siglo XIX; los gana¬dos más comunes eran el lanar, vacuno, cabrío, de cerda, caballar y mular. En 1856 se solicita permiso -acogiéndose a un Real Decreto de 1853- a la Diputación Provincial para crear una Feria de Ganado en Montijo. Esta feria se realizaba entre los días 7 al 9 de mayo y hacia 1860 la trasladaron a la fiesta patronal de septiembre -días 7 y 8-. Se celebraba el Rodeo de Ganado que ha perdurado hasta mediados del siglo XX, llegando a celebrarse en las eras.
Todas estas actividades forjaron un despegue económico hacia áreas más industrializadas, dentro del predominio agrícola y de la ganadería. En el año 1852 se realizó un censo sobre las actividades de los vecinos de Montijo. En dicha lista venían estos datos: 4 mercaderes de lienzo; 1 pañero, 1 abastecedor de carne, 2 boticarios, 3 médicos ciru¬janos, 2 tiendas de estuchado, 2 tiendas de cintas de galones, 2 puestos de aguardiente; 2 puestos de acei¬te; 1 puesto de jabón; 1 escribano real; 4 mesoneros; 4 hornos de pan; 1 alfarero; 7 zapateros; 3 sastres; 9 carpinteros; 5 herreros; 6 herradores; 1 calderero; 1 horno de bizcochos; 8 alarifes o constructores; 4 -barberos; 2 buhoneros o vendedores ambulantes; 1 especulador de grano; 1 mesa de villar -se descono¬ce su significado-; 1 tratante de ganado de cerda; 1 tratante de ganado vacuno; 1 tratante de ganado la¬nar; 4 tahonas; 2 administradores; 62 agricultores y ganaderos; 2 prestamistas; 3 calderas; 2 hornos de fa¬bricar ladrillos.

                        Taller de zapatería a finales del siglo XIX. Foto de Isabel Capote.

La industria y el comercio en el siglo XIX y principios del XX
Pascual Madoz había dicho de Montijo en 1844: «…las industrias eran: fabricación de costal y jerga, dos tahonas, dos molinos y uno de aceite»
A finales del siglo XIX, en 1889, se creó la fábrica de harina, y una aserradora de madera. En 1910 la in¬dustrialización se acentúa más que en el siglo XIX y se crean: una fábrica de corcho -de Ruperto Carbonell-, bodegas de vino, molinos de aceite, la Industrial Montijana, la Electroharinera –propiedad de una sociedad cuyos socios mayoritarios eran Ezequiel Tejeda y Toribio Gragera G. Piñero-, y una banca privada -la Banca Porras-. Esta industrialización motivó la creación de puestos de trabajo y una economía más rica, lo que generó, a la vez, una mayor movilización en el sector de la construcción.

La fábrica Electro-Harinera por la parte de atrás. Foto tomada de una revista de Ferias de 1925.

Fábrica de vinos La Montijana, propiedad de Modesto Porras, al final de la calle Puerta del Sol. Foto tomada de una revista de Ferias de 1925.


                                       Antigua bodega de Modesto Porras.
En cuanto al comercio, a principios del siglo XIX no había intercambios por deficiencia del sector de transportes; el comercio era mayoritariamente de autoabastecimiento -autarquía-. No existían las tiendas, sino un mercado o mercadillo que se ponían en la Plaza Mayor y, posteriormente, se trasladó a la Plaza de los Piñero -antigua de Herradores-. Aparte de este mercadillo que principalmente abastecía al pueblo de productos de las huertas, venían arrieros de Castilla, La Rioja y de Sevilla, con mulas y burros, con aguaderas cargadas de telas y utensilios de barro, cobre, etc. que escaseaban por esta zona. Solían alojarse en las posadas y mesones de la localidad. Con la construcción del ferrocarril se comenzaron a importar productos manufacturados y, a la vez, se abrieron tiendas para su distribución. Muchos de estos arrieros sé establecieron en Montijo como comerciantes fijos, en los llamados «coloniales»; en estos comercios se vendía de todo: telas, hilos, jabones, colonias, lápices, tintes, botones, papel, tinta, velas, lámparas, candelabros, muñecas y juguetes diversos, aperos de labranza -hocinos, corbillos, zachos, etc-, y cientos de objetos. Ejemplo típico fue el «Arca de Noé» o comercio de Simón Lavado Navia, cerrado en la década de los 70 del siglo XX, donde se exponían algunas muestras de los objetos en venta en la fachada, colgados por puntas. Anteriormente a la apertura de la tienda de Simón, y en el mismo lugar, estaba el taller de zapatería de Francisco Fernández, donde trabajaban 6 oficiales, abasteciendo de zapatos artesanos a la población montijana en la segunda mitad del s. XIX.

Frente al Casino estaba el comercio de Juan «el castellano», el comercio de Agudo estaba frente al que hoy continúa con su nieto, en la esquina de la Casa del Navegante se abrió otra tienda en los años diez. En la actual plaza del Rey estaban el comercio de «los Porras» o «de P. Quirós» en las cuatro esquinas, y otro de tela, propiedad de los hermanos Fernando y Antonio Barbaño, antes de la entrada a la calle Atrás. Allí se reunían algunos señores a contar los chismes del día (Argimiro Rodríguez G. Piñero, Pedro Capote, Juan Bautista Guzmán, etc.) y cantaban canciones como ésta: «Conchita la de Peñaranda, la que cantaba en el café, ha perdido la vergüenza siendo tan buena mujer».

Comercio de Villalobos y P. Quirós en la actual plaza del Rey, por los años veinte del siglo XX. Foto cedida por Ana Carretero López.

                             Simón Lavado Navia en su Arca de Noé. Foto de VISAM.

Las fondas y posadas
Para acoger a los que venían al pueblo a sus negocios, a efectuar ventas, etc. había varias fondas en Montijo: una pertenecía a un Menayo y estaba en la actual plaza del Rey, una de otro Menayo en la plazuela de San Antonio, la que estaba pegando al Ayuntamiento en la actual calle Antonio Maura.  En la Revista de Ferias de 1929 decían que había «… tres fondas muy bien servidas, cuyos propietarios, los Sres. Menayo, Jorge y García de Jesús, son dignos  de los mayores elogios…»                                                     Los arrieros o vendedores que tenían menos posibles se quedaban en las posadas. Existían varias como la del Conde, pegando al palacio que por último fue el cafetín de Alfonso Cruz, la posá “del Tórtolo” pegando al Cine Calderón, la que estaba en la actual plaza de la Constitución que la compró después Jacinto Sánchez el veterinario.

Fonda «La Primitiva» que estaba junto al Ayuntamiento en la calle Antonio Maura. Tomada de una revista de Ferias de 1925.

Fonda de Francisco Menayo que estaba en la plazuela de San Antonio y coche para trasladar los huespedes a la Estación. Foto tomada de una revista de Ferias de 1925.

Comida de las fuerzas vivas de Montijo en la Fonda de Francisco Menayo. Foto tomada de una revista de Ferias de 1925.

El edificio que vemos a la izquierda era la fonda que estaba en la actual Plaza del Rey lindando con la calle Sánchez Rivera. El portal era la zapatería-estanco del maestro Cecilio Tejada.

Situación social de los asalariados
Como contrapunto a este desarrollo social-económico nos encontramos, frente a los latifundistas y los empresarios o «nuevos ricos» a la clase obrera o asalariada que comenzó a movilizarse tras la desamortización de las tierras de la Iglesia y el Concjeo, a mediados del siglo XIX, para que se las devolviesen o por un reparto más equitativo de las tierras. Los salarios eran mínimos, las horas de trabajo eran de sol a sol, recordemos las «quincenas» en las épocas de siembra o de cosecha, llamadas así por ausentarse los jornaleros, segadores y mozos de mulas de Montijo durante quince días que, aproximadamente, duraba el trabajo debiendo vivir en los cortijos.
En 1868 y en la 1a República se abrieron expectativas a esos campesinos y hubo incendios de cosechas de algunos terratenientes, por decisión de ciertas cuadrillas de campesinos que habían trabajado mucho tiempo las tierras que fueron desamortizadas por Mendizábal y Madoz, llegando incluso a intentar quemar alguna casa como la de Joaquín Bootello.
Otra de las problemáticas de los jornaleros era el enfrentamiento con la mano de obra portuguesa; estos portugueses venían a trabajar a estas tierras por me¬nos dinero, por lo que conseguían más fácilmente el trabajo. Esto motivaba los recelos, justificados, del jornalero extremeño que se veía rechazado por los patronos. Si comparamos los salarios de los catalanes y de los extremeños, ve¬remos que, en la segunda mitad del s. XIX, mientras el jornalero extremeño ganaba 3 reales al día, el catalán ganaba 9 o 10. Si además de esta diferencia salarial tenemos en cuenta la disminución del jornal por la competencia que ejercían los portugueses, al pedir menos dinero, es totalmente com¬prensible la indignación que sentía el asalariado montijano. Para hacerse una idea del coste de la vida, analicemos más detenidamente los precios citados anteriormente en el apartado de Agricultura y Ganadería; por ejemplo el de la fanega de trigo que era de 45 reales de vellón

                              Segadores portugueses. Foto de Alfonso Gómez Núñez.
En 1870, durante la Gloriosa, se legalizan en España las Sociedades de Socorros Mútuos, promovida por la población obrera, ya que en aquel tiempo no existía la Seguridad Social; en Montijo también se creó este tipo de sociedad.

En 1873 se establece con la I República un gobierno democrático con el sufragio universal masculino. A finales de siglo, hubo manifestaciones de mujeres obreras en Montijo contra la carestía del pan. Todas estas luchas sirvieron como introducción para abrir en 1901 el Centro de Sociedades Obreras.


Situación política de Montijo
La Ley del gobierno moderado de 1846 estableció el «sufragio censitario» que consistía en que sólo podían votar los propietarios de tierras y los que habían acabado una carrera. Por ello sólo unos 700 montijanos tenían derecho a votar en aquellos años; también encontramos en esta ley la explicación de la situación dentro del Ayuntamiento donde una minoría de unas pocas familias eran los que gobernaban el pueblo.


Fachada que tenía el Ayuntamiento tras la reforma de 1843, estaba pintada de rojo. Foto tomada en los años veinte del Siglo XX, cedida por Maria Arrobas Vila.

Durante la primera mitad del siglo XIX la vida política se resumía en dos bandos o grupos: los moderados y los progresistas. Los moderados eran más conservadores y los progresistas más liberales y tenían un afán de hacer cambios. Durante la Desamortización de Mendizábal los progresistas eran los compradores de las tierras y propiedades desamortizadas. Estos .dos grupos se convertirían, en la segunda mitad del s. XIX, en conservadores y liberales. Los liberales tenían como representación a la familia emeritense de los Pacheco y en Montijo a los Piñero que ocuparían cargos de diputados y senadores.

Cipriano González-Piñero y Salguero. Foto existente en el salón de actos del Ayuntamiento.

Los hermanos González-Piñero. Cipriano es el que vemos de pie a la derecha. Alonso, Miguel, Juan, … Foto realizada por Angel Garrorena e hijos, de Badajoz, propiedad de Pedro Acevedo Thomas.

Los conservadores estaban representados en Badajoz por Manuel Albarrán -diputado de la zona-, en Montijo por la familia de los Rodríguez Bautista y, al final de siglo, por los Mateo y los Jerez.

            Alonso Rodríguez Bautista. Foto existente en el salón de actos del Ayuntamiento.

              Alonso Rodríguez Bautista. Foto cedida en su día por Magdalena Alonso.

Estos dos partidos, conservadores y liberales, se disputaron la alcaldía llegando a gobernar alternativamente en Montijo y ocupando cargos importantes en la provin¬cia de Badajoz. Durante la 1a República nace en Montijo el Partido Republicano, integrado por artesanos y algunos obreros y encabezado por Álvaro Sánchez Barrena que sería alcalde en ese periodo. En el censo de mayores contribuyentes de Montijo de 1852 figuraba un Álvaro Sánchez que podría ser la misma persona. Tras la represión posterior a la restauración de la monarquía en 1874 se prohíbe la denominación republicano y se transforman en el Partido Demócrata Progresista, que esta¬ba dirigido en 1881 por Narciso Bravo que fue alcalde. No vuelve a crearse el partido republicano hasta comienzos de 1886 y lo dirigían Alonso Barragán Reinoso, Juan Antonio Codes Rodríguez y Bernabé Rodríguez Mesa, los dos primeros procedían de familias de propietarios y el último era sastre.                                                    A principios del siglo XX se inaugurará la «Unión Mercantil», que era una asociación de comerciantes, y el «Círculo de Artesanos El Progreso». Los agricultores promovieron la Comunidad de Labradores. Estos tres centros tuvieron mucha aceptación. El 7 de octubre de 1901 se abrirá el «Centro Obrero La Defensa», el edificio estaba situado en la calle Badajoz y, posteriormente, en la calle de Mérida; este centro estaba presidido por Cipriano Prieto y, en su mayoría, estaba formado por republicanos y socialistas. Hasta el año 1902 no se conoce la existencia del Partido Socialista Obrero Español en Montijo, dentro del Centro Obrero La Defensa; se presentaron por primera vez a las elecciones locales en 1903, consi¬guiendo dos concejales.
En resumen, el siglo XIX tiene como bastiones políticos la alternancia de la clase adinerada en la vida política montijana -primera mitad del siglo- y el resurgimiento de las clases artesanas y obreras –republicanos- en la segunda mitad del siglo.


                       La Plaza Mayor a finales del siglo XIX. Dibujo de Juan Carlos Molano.

La población de Montijo y el casco urbano
En 1844 había 3.870 almas –totalidad de los vecinos que vivían-. En 1852 tenemos 980 cabezas de familia, 4.193 vecinos; en 1855: 955 cabezas de familias; en 1868: 1.569.
A principios del s. XIX, el casco urbano era muy pequeño y no había una planificación urbanística adecuada. Desde el centro salían caminos que iban a poblaciones cercanas; por ejemplo: el camino de Torremayor, el de Barbaño, el de Mérida, el de Badajoz, el de La Nava, el de Loriana. Al ser tierras rurales pertenecientes a propietarios particulares a los lados de estos caminos se edificaban casas y así nacieron algunas calles con los nombres de las ciudades a don¬de conducían: calle de Barbaño, de Badajoz, de Mérida, etc. Muchas de las familias propietarias de los terrenos de las nuevas calles construían allí sus viviendas y, en muchas ocasiones, casi todos los familiares vivían en la misma calle; así por ejemplo en la calle Santa Ana -llamada así por la ermita del mismo nombre que allí había, antes se llamó del Miradero- los Mateo, los Reinoso; en la plazuela de los Bootello, llamada así por vivir allí los Bootello y otros parientes como los Mendoza y los Valdivia; la plazuela de los Piñero, por el mismo motivo. En los aledaños de estas calles, sobre todo las que estaban cerca de la casa del Conde, vivían las clases populares o menos adineradas; estas calles estaban peor urbanizadas, sin empedrar y sin servicios. Hemos de tener en cuenta que si en el Ayuntamiento gobernaban las clases sociales más altas y estas vivían en las calles céntricas, por lógica serían las mejor preparadas.
Según las Actas del Ayuntamiento, en 1831 Montijo contaba con 881 casas, repartidas de la siguiente ma¬nera: calle Arriba 89 casas; Peñas 48; Santa Ana 59; Nueva –Pozonuevo- 24; Acinco 64; Papas 97; Macías de Porras 71; Arcos 89; Mérida 48; del Pozo 35; Carrera 57; Badajoz 69; Piñuela 31; y sin saber el número exacto: Plaza de Herradores -Senador Piñero-, Cárcel Cinco Casas, Plaza –Mayor-, Campo de la Iglesia, Carnecería, Coso, Plazuela de Da. Juana –actual de la Constitución, Calleja hasta la iglesia –hoy Avenida Emperatriz Eugenia-, Calleja que va hasta la Plaza.

La conocida como Casa del Perdón en la calle de Arcos, habitada por último por Pilar Barragán hasta su muerte.

Calle del Conde, al fondo la casa de los Alarcón. Foto de Presentación Alva.

Hasta el año 1887 no se acordó por el Gobierno que se les pusiesen nombres a las calles de manera oficial. Eso provocó que, a muchas, se les dejase de llamar por el nombre con el que se les conocía desde siempre y se les pusiesen nombres de políticos o literatos de aquellos años.
Pascual Madoz decía en 1844 sobre Montijo que tenía «…calles mal empedradas y sucias por su poca vertiente». Problema que sigue teniendo en la actualidad, por ser un pueblo llano, más agudizado en aquella época por la falta de servicios de alcantarillados y de aguas residuales, que eran arrojadas desde las casas a las calles. En épocas de lluvias se formaban charcos y barrizales en las calles no empedradas.
A mediados del s. XIX, observamos un crecimiento en el casco urbano: en 1852 se construye la calle Alameda; en 1853 la de Pozonuevo; en 1854 San Gregorio; en 1862 Mártires, Valle y Barrio; en 1867 Virgen de Barbaño; en 1869 Méndez Núñez; en 1871 la carretera de la Estación; en 1873 San Antonio; en 1883 Moreno Nieto y Callejón del Matadero -final de la calle Carrera-; en 1884 ur¬banización del cerro de la iglesia, construcción del Atrio de la parroquia de San Pedro -a cargo del Ayuntamiento, siendo su arquitecto Tomás Furioso, el constructor Jerónimo Cabeza, el precio 9.279 pesetas y terminándose en 1886-; en 1886 se construyó la Plaza del Chinato; en 1898 la calle Muñoz Torrero -donde se encontraba la ermita de los Mártires- y, en el Egido de los Charcos, el Barrio del Cotorrillo -Vallonal-, las calles Espronceda y Bailén, siendo al¬calde Bartolomé Rodríguez.
En 1853 se empiedra la Plaza; costó 149 reales de ve¬llón. Se plantan álamos negros y acacias en 1866. Se traslada el mercadillo en 1853 a la plazuela de Herra¬dores. Se instala el reloj de la iglesia. En aquel año la calle Alameda se construye en la llamada Alameda de Propios -terreno municipal-. Lindando a esta ala¬meda estaba la cerca de San Antonio.


Fotografía de la Plaza por el año 1904, publicada en un periódico de Badajoz, cedida en su día por Juan Acevedo Bautista y retocada por Manuel Vargas.

             La «casa grande» de los Thomas en la plazuela de San Antonio. Foto de VISAM.

Los 8 pozos públicos que se registran a finales del siglo XIX son: el de la Plaza -de origen visigodo, figura en el escudo de Montijo-; el del Valle; pozo Nuevo; el de la calle Arriba; el del cerro de la iglesia; el de la calle Peñas; el del Parque; el de la calle Badajoz -cerrado en 1883-.
En mayo de 1884 el Ayuntamiento publica una orden por la cual se prohíben las rejas salientes en las casas. Esta orden condicionó el estilo arquitectónico popular montijano, puesto que se modificaron algunas casas que poseían este tipo de rejas.
En 1887 el cuartel de la Guardia Civil estaba situado en la calle Alameda.
En 1914 se cierra el antiguo Cementerio Católico ubicado en el actual Parque Municipal, que fue construido en 1807, y se traslada al nuevo Cementerio Municipal. Por ello denominaban a la zona norte de la calle Arriba, donde entonces no existían casas, Ejido del Camposanto.


Foto realizada a finales de los años veinte del siglo XX por Tomás Durán. A la izquierda vemos el molino de Bartolomé Pinilla, a su derecha la casa de Modesto Cabezas, arriba a la derecha vemos el cementerio antiguo.

El Matadero Municipal estaba al final de la calle Carrera. El corralón del Concejo, que estaba a continuación del Ayuntamiento, se destruyó en 1893.

Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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