La ermita de San Gregorio en Montijo. Un monumento a rescatar

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Este artículo lo publiqué en la Revista Alminar, de la Institución Pedro de Valencia y del periódico HOY, en enero de 1983.

“Al norte de esta población de las Vegas Bajas y a una distancia de aproximadamente un kilómetro y medio se encuentran los únicos promontorios que hay en la comarca: los cerros de San Gregorio y la Centinela.
Los terrenos donde se encuentran estos relieves fueron en su día dehesas comunales, pero con la desamortización de mediados del siglo XIX serían subastados a particulares.
En lo alto del cerrito de San Gregorio y divisando estratégicamente las Vegas, nos encontramos con las ruinas de una vieja ermita. La vista que se observa desde ella es muy agradable: hacia el sur, Montijo y Puebla de la Calzada; al fondo, los cerros de Lobón; al este la sierra de San Serván; mirando al norte, los olivos de los Arenales, por donde atravesaba el camino que llevaba a Cáceres y que serviría de inspiración al autor de la copla “Camino del Montijo por los Arenales”.

Los orígenes de la ermita
Sobre la fecha de construcción de ese edificio no sabemos nada en concreto, pues no está registrada en los Archivos Parroquiales ni del Obispado.
Bernabé Moreno de Vargas, en su libro “Historia de la Ciudad de Mérida”, escrito en 1632m cita todas las iglesias y ermitas existentes en Montijo por entonces y no dice nada de la que nos ocupa, lo que hace pensar que no se había construido aún.
En el “Libro de Seglares” que se conserva en el Archivo Histórico Municipal y que es un recuento de las propiedades de la Iglesia en el pueblo en el año 1753, no contabiliza la ermita de San Gregorio, por lo que creemos que todavía no se habría construído.
Vicente Navarro del Castillo, autor del libro “Apuntes históricos de una Villa Condal”, publicado por el Ayuntamiento en 1974, indica que la ermita podría haberse construido en el siglo XVIII aunque no se tenga ningún documento que atestigüe la fecha exacta.
Quizás pudiese encontrarse algún dato en el Archivo de Notarios.
Sabemos que en ese siglo existía una gran tradición de levantar ermitas a San Gregorio por toda la geografía nacional, en honor del patrono de los ganaderos y protector contra las epidemias, plagas de langostas, etc. No es de extrañar entonces que la de Montijo se edificase por entonces.
Pascual Madoz, en su “Diccionario geográfico de Extremadura”, publicado en 1844, recoge ya la existencia de la ermita que hoy estamos estudiando aquí.

                    Representación de San Gregorio, obispo de Ostia.

Su estilo arquitectónico

Agradezco al Departamento de Historia del Instituto de Bachillerato Vegas Bajas, de Montijo (Maria Arrobas Vila y Adelaida Rodríguez Maqueda), la colaboración prestada sobre el estilo de la ermita.
Desde el punto de vista artístico, la ermita de San Gregorio no pertenece a ningún estilo determinado. Posiblemente los constructores seguirían el modelo de algunos de los restos de iglesias visigodas que, por aquella época, aún existían en el pueblo, según el testimonio recogido por Bernabé Moreno de Vargas en su libro mencionado.


                                               Dibujo de Juan Carlos Molano.

La ermita, de planta rectangular y orientada de Norte a Sur, consta de tres cuerpos bien definidos. En su cabecera, la capilla o ábside cuadrangular de mayor altura que el resto del edificio, donde una pequeña hornacina con columnas salomónicas albergaba la imagen del santo.
La cubierta está coronada por una linterna que ilumina el interior, muy oscuro, pues los muros solamente tienen una pequeña ventana hacia el Oeste.
Adosada hacia el Este se encuentra la sacristía con cubierta de una sola vertiente y salida independiente al exterior.
El cuerpo central, de menor altura, tiene una cubierta a dos aguas y robustos contrafuertes exteriores, soporte de los arcos interiores que dan lugar a una bóveda de cañón a lo largo de la nave. En el comienzo, una espadaña soportaría una campana en otra época.
Posiblemente esta debió ser la primitiva ermita, pues el conjunto presenta cierta armonía que recuerda a las antiguas iglesias visigodas por la pobreza de sus materiales y la robustez de la construcción que ha resistido el abandono de tanto tiempo.
También recuerda enormemente a la parroquia de San Pedro, lo que nos hace pensar que el constructor se inspiraría directamente en ella.
El tercer cuerpo forma un pórtico que da entrada a la nave central, con tres arcos de medio punto apoyados en gruesos contrafuertes en las esquinas, demasiado potentes para sujetar solamente una bóveda. Esto y lo inacabado de la construcción nos hace pensar que se hubiera querido construir en altura pero que no se llegó a pasar de la planta baja.

                                       Foto tomada de Alamy Stock Photo

En resumen, un edificio austero y tosco, de líneas sencillas y escaso valor artístico, aunque de gran atractivo sentimental para los montijanos.

Breve historia de la ermita
A raíz de la puesta en culto del edificio comenzarían a organizarse todos los años, el día 3 de febrero, unas romerías en honor del patrono de los ganaderos, niños y enfermos, llegando a tomar gran importancia.
El pueblo entero acudía al cerro para escuchar misa, cantar, beber vino de la tierra y comer la chacina.
A mediados de los años diez del siglo XX sería destinado a Montijo un párroco, Amalio Trigueros, que traería la idea de establecer la fiesta de San Isidro en honor de los agricultores. Preparó una capilla en la ermita de Barbaño dedicada al santo, compró una imagen y ofreció la mayordomía perpetua a los presidentes de la Comunidad de Labradores. La romería se celebró por primera vez en 1917.
La ermita de San Gregorio dejó de tener culto y los ermitaños abandonaron el edificio, llevándose la imagen al pueblo, aunque se siguió realizando en ella la romería de San Blas.
Desde entonces se convirtió el recinto en lugar transitado por los mendigos y peregrinos que llegaban de paso y lo utilizaban para pernoctar. Con el paso del tiempo se iría deteriorando, desapareciendo las tejas, puertas, campana, etc.
En el año 1932, en plena República, entró el dueño de la finca colindante, Alonso Bejarano de Coca rico vecino de Puebla de la Calzada, en negociaciones con el Obispado –por intermediación del párroco de Montijo Juan Pérez Amaya- para obtener de aquél la venta del edificio. De esta forma trataba de librarse de las servidumbres que tenía la Iglesia sobre la ermita y el terreno colindante y veía la posibilidad de utilizarla para guardar los aperos de labranza o el ganado.
El día 13 de agosto de 1932 acordó la Cancillería del Obispado lo siguiente: “puesto que el recurrente está dispuesto a entregar como limosna o indemnización la cantidad de seiscientas pesetas por los derechos que la Iglesia pudiera tener sobre la ermita ruinosa de San Gregorio… de la que sólo existen unos muros y un cañón de bóveda, por lo que a Nos toca, cedemos los derechos que sobre tal ermita pudiera tener la iglesia y aceptamos las dichas seiscientas pesetas… a beneficio de la parroquia de Montijo a la cual pertenece por estar en su demarcación repetida ermita ruinosa”.
La cantidad acordada en la venta era el equivalente a un sueldo mensual de un trabajador agrícola de aquél tiempo, lo que nos da una idea exacta de que el rico propietario Alonso Bejarano se quedó con el edificio y los terrenos por una “limosna”.
En el año 1939, al finalizar la guerra civil, pasó la propiedad a José Gragera Zambrano, incluyéndose creemos la ermita.


                                         La ermita en los años cincuenta. Foto de VISAM.

El pueblo de Montijo viene pidiendo desde siempre que este edificio pase de nuevo a ser público, con el fin de que sea restaurado y recuperado para disfrute de todos.
En esta villa quedan muy pocos restos arquitectónicos del pasado, pues los edificios históricos que antes había –como el Palacio de los Condes- se derribó en 1975 sin que nadie se preocupase de parar su demolición.
Por ello pienso que el Ayuntamiento debería iniciar el expediente de declaración de Monumento Histórico-artístico de carácter local como primer paso para la adquisición del inmueble. Alrededor de él se podría hacer un mirador que sirviera para solaz del vecindario en los días festivos. Esperamos que esta idea se haga realidad en breve plazo de tiempo.”
Posteriormente se solicitó a la Junta de Extremadura la declaración pero ésta lo denegó por considerar que no tenía valor artístico suficiente. Aún así es importante que el Ayuntamiento adquiera el edificio y el terreno colindante, como ya han hecho algunos ayuntamientos de la región con otros edificios.

Recogido del blog “Extremadura: caminos de cultura”



Con amplio atrio a los pies del templo, llamativa espadaña de ladrillo y linterna coronando la cúpula hemiesférica que cierra el cabecero, la figura de la antigua ermita de San Gregorio Ostiense parece querer seguir protegiendo a los agricultores de la localidad, desde que, sobre el Cerro homónimo al monumento y otero del municipio, fuesen posiblemente éstos los que, agradecidos por la labor sanadora de los huesos del que fuese obispo de Ostia, la erigiesen tras recorrer la Santa Cabeza gregoriana la región extremeña, en viaje oficial por diversas regiones del país como medida regia de auxilio contra las plagas de langosta que desde 1.754 asolaban los campos de gran parte de España.
Montijo (Badajoz). Siglo XVIII; estilo barroco.

Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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