DOLORES NÚÑEZ DÍAZ, el final de una saga de maestros montijanos

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Este estudio lo publiqué en la Revista de Ferias del 1999.
El pasado 27 de mayo aprobaba el pleno del Ayuntamiento la denominación de una calle nueva, junto a la Avenida de Colón, como “Dolores Núñez”. Empezaba a hacerse justicia con una hija de Montijo a la que se obligó a marchar de su querido pueblo y a dejar de ejercer la profesión que tanto amaba y que le servia para subsistir.
Pero para comprender la personalidad de Dolores, sus valores morales, sus conocimientos y su método pedagógico tenemos que remontarnos a sus ancestros. Manuel Garcia Cienfuegos ha estudiado un Padrón de los vecinos de Montijo del año 1884, existente en la Parroquia de San Pedro, y ha obtenido algunos datos. En el primer tercio del siglo XIX vino de Zahínos (pueblo cercano a Oliva de la Frontera) Andrés Núñez García que se casó con la montijana Catalina Corchero Rivera y tuvieron varios hijos: Joaquín, Fernando, Dolores y Eduardo.
Era una familia de liberales y demócratas progresistas que llegaron a ocupar cargos en el Ayuntamiento montijano del último tercio del XIX.
Joaquín Núñez Corchero estaba casado con Emilia de la Riva González y vivían en la Casa del Navegante, eran propietarios y tenían cuatro hijos (Laureano, Presentación, Federico y Andrés), su hermano Fernando era presbítero y Teniente de Cura y vivía en la calle del Coso nº 6 (actual calle Antonio Maura) con su hermana soltera Dolores, nacida en 1846, y con su hermano Eduardo, propietario nacido en 1849 y casado con Juliana García Parra, nacida en 1856.
Eduardo Núñez Corchero y Juliana García Parra tuvieron tres hijos: Eduardo nacido en 1878, Andrés nacido en 1880 y Francisco en 1883. Pero Juliana murió y Eduardo volvería a casarse con Catalina Díaz Jerez (hija de los montijanos Manuel Díaz Durán y Olalla Moreno Pérez y nacida en 1874) de quien tuvo varios hijos: Iluminado, Luís, Juan, Andrés (conocido como “El meón”, que tenia el mismo nombre que su hermano de padre y que había muerto siendo niño), Juana Dolores y Eulalia.
El padre de Dolores se dedicó a la enseñanza privada (profesor de Instrucción Primaria) y se le conoció como “chiquito el viejo”, por su baja estatura, para distinguirlo de su hijo Eduardo conocido como “el chiquito”. Era de ideología republicana y laica.
En el libro “Cien años de Cultura en Montijo” (1978) decíamos:
“Paralelamente a la existencia de las escuelas públicas se desarrollaba en nuestro pueblo una enseñanza impartida por personas que no poseían título oficial, que tenían en sus propias casas una escuela particular, no registrada en el Ministerio de Instrucción Pública ni sujeta por lo tanto a control. El caso más relevante que conocemos es el de D. Eduardo Núñez -”chiquito el viejo”- que comenzó a dar clases a finales del siglo XIX. Hombre serio y recto que se hacía respetar por su aspecto y no por sus métodos autoritarios.
Aunque no había estudiado la carrera de Magisterio era un entusiasta de la enseñanza, por lo que gozaba de justo renombre en el pueblo. Como toda la enseñanza de la época, a veces utilizaba la palmeta o los tirones de patillas para estimular al alumno. Su método era memorístico, rutinario y mecanicista (el método “machaca”). Su afición eran las matemáticas y solía hacer alarde de sus conocimientos, pero solo enseñaba las cuatro reglas además del interés, quedando fuera los quebrados, el análisis y las reglas de compañía.
Aparte de estas asignaturas se enseñaba a leer, escribir dictado -que entonces se consideraba como un especialista más… D. Eduardo era un admirador de la caligrafía inglesa, recargada y laboriosa, producto de una mentalidad tradicional preindustrial…
A principios del siglo XX comienzan su labor pedagógica los hijos de D. Eduardo Núñez: Eduardo, Juan e Iluminado.”
Sus escuelas eran laicas y se practicaba la coeducación de niños y niñas. Luís e Iluminado, como eran republicanos de izquierdas, serían fusilados por los franquistas en el mes de agosto del 36. Juan había fallecido antes y su hermano Eduardo seguiría impartiendo clases hasta finales de los cuarenta en que se jubiló.
Si nos hemos extendido en contar la vida de la familia de Dolores Núñez es porque gracias a ello comprendemos palmariamente su vocación, su personalidad y su método de enseñanza.

Juana Dolores Núñez Díaz nació -según el acta del Registro Civil del tomo 38, folio 14- en Montijo, un día de Reyes, el 6 de enero de 1910, a la una del mediodía, en la casa de los padres, en la calle Carnicería (actual Joaquín Costa).
De su padre aprendió todo lo que había que enseñar a los niños y niñas de la primera mitad del siglo XX, su método autoritario, la disciplina en el aula, el respeto y la distancia a los maestros. Pegaba con una palmeta y un puntero “pero sólo cuando hacía falta” nos dicen sus alumnos.
Su gran error fue no obtener en su juventud la carrera oficial de Magisterio en Badajoz.
Como estaba soltera, vivía en la casa de su hermano Iluminado, en la plaza de Jesús nº 14, lindando a la Escuela Nacional de Jesús, con su madre y su hermana Eulalia. Dolores era la ayudante de Iluminado pues tenían muchos niños y niñas (más de cincuenta).
Al principio daba clases en el pasillo de la casa, sentados los niños en las sillas que cada uno llevaba; después hicieron una nave al final del corral, lindando al patio de recreo de la escuela pública y que todavía se conserva intacta.

Escuela de Dolores por el año 1933-34. Foto de Maria del Carmen Coco Sánchez. Arriba a la derecha vemos a la madre de Dolores y a su hermana Eulalia.

Algunos alumnos de los que vienen en la foto son, según la dueña de ella: Pura Facundo, Manuela Sánchez, la hermana de Fernando Moreno, Manuel «piquito» el que tenía los retales en la Avenida Emperatríz, su hermana ….., Eugenia Díez, Iluminada León?, Lucrecia …. (sobrina  de la maestra), María Sánchez, Higinio Menayo, Catalina Facundo, Angelina Ajenjo, Soledad Macarro, Catalina (sobrina de la maestra), Miguel de los Santos, Francisca Sánchez, Alonso de los Santos, Angel de los Santos, Librada Menayo, Juana Vivas y Angelina Zambrano.

En sus ratos de ocio, Dolores participaba en las actividades musicales durante los años veinte y comienzos de los treinta. A mediados de los veinte formó el Club Deportivo Montijo un grupo de teatro, para obtener fondos para el club, que representaban en el Teatro Calderón. Actuaban los directivos del club y llevaban como fin de fiesta al Coro y Danzas de “lindas jóvenes” de doña Rafaela (Inesita Moreno, Emilia Alvarado, Amalia Torres, Ana y Manolita Garay (hijas de Andrés Garay), Dolores Núñez, Cipriana Gallardo, Maria Ríos, la hermana de Manuela Menayo, la esposa de Pedro Menayo, la esposa de Hipólito Moreno, …) que cantaban las zarzuelas “La rosa del azafrán”, “La Parrala”, “Chotis madrileño”, etc.
Pero después, con el inicio de la guerra civil, dejó de actuar.

                                             Foto de Amalia Torres Cabezas.

En los últimos tiempos de la República se enamoró Dolores del poblanchino Alfonso Soto Lechón, que pertenecía a las Juventudes Socialistas Unificadas y formó parte del Comité de Defensa de Puebla que se encargó de la seguridad después del 18 de julio de 1936. El 13 de agosto, antes de la toma del pueblo por las tropas de Yagüe, Alfonso huyó con su amigo Alfonso Serrano Sánchez y se refugió en el cortijo de una prima; de allí pasaron al frente republicano de Don Benito.
Al fusilar los franquistas a Iluminado, Dolores tuvo que encargarse de regentar la escuela desde el curso 36-37 con gran dolor y rabia hacia el nuevo Régimen que se había instaurado contra la República. También habían fusilado a su hermano Luís y el célebre personaje de Don Benito que confeccionaba las listas negras en Montijo le dijo a su madre un día: “ya no tienes más hijos varones que llevarme por delante si no me los llevaba”. Dice una antigua alumna: “en aquella casa se mascaba la derrota, no había alegría”.
Su hermano Eduardo daba clases a los hijos de clase media y alta y estaba bien visto por el nuevo Régimen.

                                El paseo por los años cincuenta. Foto de VISAM.
Dolores era muy buena persona y maternal hacia sus alumnos, aunque tenía mucho genio y soberbia, era de carácter impetuoso. Se peinaba con el clásico tupé, “era como de otra época” dice un antiguo alumno. Le gustaba mucho tomarse cafés y le decía a algunos alumnos: “veme por una pesetita de café” (entonces despachaban en los comercios unos papelillos que costaban una peseta la unidad) y se los tomaba metiéndose un caramelo en la boca para endulzarlos.
Dando clases de matemáticas “enseñaba maravillosamente” y era una calculadora humana, tenia una memoria prodigiosa; daba clases de Gramática, Aritmética y Geografía. Enseñaba muy bien las cuentas -”las cuatro reglas”- y la ortografía; los alumnos salían de aquella escuela con una letra muy bonita. Los dictados los leían en voz alta. Ella gustaba de pronunciar correctamente el castellano. Enseñaba el Grado Medio.
En la inmediata posguerra no impartía clases de Religión y no llevaba a sus alumnos a los cultos religiosos; iban los que querían sus padres. En los tiempos del nacional-catolicismo le recomendó su vecino de plazuela, D. Nicolás el sacerdote, que impartiese Religión para que no le cerrasen la escuela, cosa que hizo. Rezaban todos juntos en voz alta las oraciones.
Tenia fama de ser buena maestra y muy recta, por lo que en su aula había más de cincuenta niños y niñas (ella siguió practicando la coeducación, aunque estaba prohibida en la posguerra en las escuelas nacionales). Los alumnos más aventajados ayudaban a los más atrasados a estudiar.
A los que no se sabían la lección los arrestaba sin salir de la escuela hasta por la noche “sin darles ni agua” (pero la Sra. Catalina se la daba en secreto); iban saliendo cuando resolvían el asunto en cuestión. Les hacía copiar muchas veces lo que no se sabían hasta que les salía correctamente.
Cobraba muy poco por sus servicios y algunos niños, hijos de familias pobres, no pagaban nada. Ella lo tenía establecido así como norma.

Algunos alumnos de aquellos años fueron los hermanos Pedro, Inés y Juan Mateo, los hermanos Catalina, Francisco y Juana Gragera Naranjo, los sobrinos de Dolores: Luís, Eduarda, Catalina y Luisa Núñez, Petra Romero, Felipa Corzo Sánchez, Diego …., Juana y Pedro Julian, Serafín Cabo, Juana Moreno, Eugenio …, Juan Antonio “el liencero”, Juan Romero, Emilia Alvarado, Josefina Candado, los hermanos Manuel, Francisco y Catalina Hernández López, Isabel Reyes, Lorenzo …, Juan Molina, Maria Pozo, Josefa Zambrano, ….
En los años sesenta Clara López, Dolores Julian Martinez, Antonio Rosas, Antonio Delgado, Inés Maria Gutiérrez, …

En los años cuarenta, de vez en cuando iba Dolores a ver a su novio a las cárceles donde se encontraba y le decía a sus alumnos: “Voy a ir a ver a Alfonso así que a ver si me traéis dinero” (se refería a sus cuotas del mes). Por el año 1947 llegaría a Puebla de la Calzada Alfonso Soto Lechón, después de haber padecido muchos años de cárcel por haber luchado en el bando republicano durante la guerra civil, y había obtenido en las cárceles el título de Tenedor de Libros.
Él podía vivir en Montijo pero bajo arresto domiciliario hasta el año 1967, sin poder salir del pueblo y presentándose todas las semanas en el cuartel de la Guardia Civil.
Dolores y Alfonso se casaron yéndose a vivir a la casa de ella, con su madre y su hermana Eulalia. Tuvieron tres hijos: Segismundo, Iluminado (que nació en 1951) y Josefina. Alfonso, que era una persona muy educada pero un proscrito y nadie le daba trabajo en aquel Montijo revanchista y miedoso de la posguerra, ayudaba en las tareas de la escuela a su esposa; se colocaba detrás de los alumnos para recitar los dictados en voz alta.
A finales de los cincuenta el hijo de Dolores, Iluminado, solía ir todos los domingos a misa; ella lo dejaba pero, en una ocasión que vinieron unos misioneros a predicar a Montijo, le dijo: “puedes ir si lo deseas, pero representando a Dolores Núñez tu no vas porque lo digo yo”.
La madre de Dolores falleció por el año 1963-64.
A mediados de los años sesenta obligó el Ministerio de Educación Nacional a que todos los que tuviesen escuelas privadas deberían presentar el título oficial de maestro y debían legalizarlas acogiéndose a los programas e ideología del nuevo Régimen. Con ello trataban de eliminar las escuelas que escapaban a su control.
Dolores fue denunciada por otros maestros de Montijo y el Ministerio le dijo, en 1965, que no podía tener alumnos mayores, sólo le dejaron los párvulos. Ella no tenía el título y buscó quien pudiese figurar como titular de su escuela, aunque ella siguiese en la práctica como ayudante. Pero no lo consiguió; su hijo Segismundo daba clases en el colegio Santo Tomás de Aquino.
En aquél tiempo también obligaron a cerrar las escuelas de Ascensión Cienfuegos, Francisco Gragera Vaca, las hermanas “Polonias”,
y la de Manuela “la de la siña Teodora”; Julián Guzmán tuvo que buscar un titular mientras sacó el título oficial de maestro para que no le cerrasen la suya.
Nos cuenta una antigua alumna de Dolores: “Le echaron la maldición en el pueblo. Recuerdo que era Semana Santa y todos pasaban a su lado sin apenas darle la hora, como si fuera una apestada…”
Al no tener otros medios de subsistencia acordaron que, cuando terminase Alfonso el arresto domiciliario, se irían a Cataluña donde ya estaban sus hijos y su sobrina Catalina Núñez. Así fue como en el año 1967 tuvo que emigrar a Villanova y la Geltrú.
Con ellos y con su hermana Eulalia vivirían hasta que le llegó la muerte a Dolores en Hospitalet, el día 6 de abril de 1975, a los sesenta y cinco años.

Fue una gran persona y una buena maestra, demostró tener mucha valentía para resistir las presiones de aquella España autoritaria de la posguerra. Fue muy querida por sus alumnos que todavía la recuerdan con gratitud y reconocimiento. Sirva este pequeño recordatorio como homenaje póstumo a esta montijana de pro que contribuyó a educar a muchos hijos de nuestro pueblo. Montijo no hizo nada por mantenerla en su seno cuando a ella le hizo falta y ahora recupera su memoria poniéndole su nombre a una calle, en la España en libertad y democracia que le habría gustado volver a vivir.

Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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