La ermita de San Gregorio de Montijo. Un cerro germinal de nuestra historia

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Este artículo corresponde a la conferencia que impartí el día 18 de octubre de 2024, en la Casa de la Iglesia de Montijo, invitado por el Consejo de Pastoral de la Parroquia San Gregorio Ostiense, con motivo del 50º aniversario de su fundación.

La foto de portada es de José Luís Gómez.

¿Por qué se construyó en aquel cerro una ermita, en el último cuarto del siglo XVIII? ¿Qué hubo antes en ese lugar?

Debemos tener claro que ese cerro ha tenido mucha importancia en la historia de nuestro pueblo. El sacerdote historiador Vicente Navarro del Castillo dice en su libro “Montijo, Apuntes históricos de una villa condal”, publicado en 1973, página 21: “Montijo nace al pie de un cerrito, el de San Gragorio, y este cerrito o montecillo le dará el nombre, con un sufijo un poco despectivo, por la pequeñez inicial del lugar”. Del latín monticulum.

Debemos recordar que las Vegas Bajas del Guadiana fueron una laguna en el periodo Cuaternario y, al irse retirando las aguas, quedó un rio que inundaba toda la comarca en los inviernos y que en primavera dejaba una tierra muy rica en vegetación y fauna. Esto atrajo a poblamientos humanos que se instalaban en las zonas altas y en los cerros cercanos donde no llegaba el agua y desde donde divisaban la comarca.

Por los hallazgos arqueológicos que han aparecido sabemos que, en la zona donde vivimos, existió población humana al menos desde el Paleolítico o Edad de Piedra (hasta hace unos 10.000 años). En la actual plaza de Cervantes aparecieron enterramientos del periodo Calcolítico o Edad del Cobre (entre los años 3.000 y el 1.700 a.C.) cuando se derribó el palacio de los condes para construir los pisos. Por ello es lógico que también hubiese grupos humanos en los lugares más altos de nuestro entorno, los dos cerros denominados hace pocos siglos San Gregorio y La Centinela.

El culto a Ataecina en las Vegas Bajas

Las Vegas Bajas fueron habitadas posteriormente por celtas lusitanos, tartésicos y turdetanos antes de ser conquistadas por los romanos.

Cerca de Guadajira, junto a Lobón, divisando desde un cerro en el sur las vegas, existió el oppidum (poblamiento) Dipo, una colonia tartésica-turdetana perteneciente a la Lusitania, desde el siglo VI a.C. aproximadamente. Los tartésicos asimilaron de los fenicios sus costumbres, técnicas y religiones del Oriente Medio, como las diosas-rio: Anahita (llamada por los griegos Anais) y Astarté. Al rio Guadiana le llamaron Sidereum Ana, sideral Anaita/Astarté.

Anahita, relieve de Burney.

En la Turdetania (tierra de los celtas turdetanos) crearon su diosa Ataecina a partir de la Astarté fenicio-tartésica. En los pueblos indoeuropeos orientales las diosas-rios se relacionaban con los ritos funerarios, y hacían rituales por la lluvia.

Escultura de Ataecina realizada por el artista montijano Pedro Roque Hidalgo, expuesta en el Museo del Mármol de Vilaviçosa.

Sus santuarios o espacios sagrados los situaban en lugares privilegiados. Las estelas y túmulos se ubicaron estudiando el movimiento del sol, del planeta Venus y de la constelación de Orión, según un calendario astronómico celta que manejaban.

Por ello es lógico que los lusitanos y celtas turdetanos tuviesen en la alto del actual cerro de San Gregorio, que dominaba desde el norte el rio Ana y una comarca rica en agua, frutos y caza, donde no llegaba el rio en las crecidas invernales; un ara sancta para rendir culto a la diosa-rio Ana.

¿Era el cerro de San Gregorio un Sacrum Promontorium para los lusitanos? ¿Hubo un altar rupestre de sacrificios o ara sancta en el punto más alto de ese cerro, orientado simbólicamente hacia un punto del paisaje: el rio Ana, donde se sacrificaban ovicápridos a Ataecina, rituales con libaciones y vertido de agua? Una gran peña sacra con cubetas. ¿Habría allí una necrópolis? ¿Por qué denominarían a una ribera que nace por encima del cerro de San Gregorio en un manantial y termina en el Guadiana “Arroyo las cabrillas”?

Foto realizada en los años veinte en el cerro de San Gregorio donde se ven las peñas que entonces existían antes de hacer la cantera. La ermita estaba arriba a la izquierda.

Recreación del altar de sacrificios del celta vettón Ulaca. Tomado de la revista Desperta Ferro.

Los protectores del campo de nuestros antepasados fueron: la Diosa Madre de los lusitanos Ataecina y la diosa romana Proserpina. Ataecina representaba la fecundidad, traía la primavera y se le ofrecían sacrificios de cabras. En la segunda Edad del Hierro, siglos V al I a.C., con las herramientas del nuevo metal más duro aumentaron exponencialmente las producciones agrícolas en las Vegas Bajas.

Las guerras lusitanas tuvieron lugar en los años 155 a 138 a.C., entre lusitanos y púnicos (cartaginenses) contra turdetanos y romanos, que ganaron, aunque en nuestra comarca de las Vegas Bajas no estuvo el centro del conflicto.

Es muy probable que en tiempos de los romanos se construyese una villae en el cerro de San Gragorio, ya que la comarca estaba llena de ellas, propiedad de los eméritos, donde se adoraría a la diosa Ataecina/Proserpina y donde quizás hubiese un oratorio cristiano a partir del siglo IV d.C.

La primera noticia que se tiene sobre una comunidad cristiana en Emérita Augusta es en el año 250 d.C. donde era obispo Marcial, que todavía compartía costumbres paganas y estaba apoyado por los poderosos romanos. La niña Eulalia nació aproximadamente en el 292 y murió en el 304, pertenecía a una familia de la aristocracia emeritense.

En el siglo V d.C. entraron los pueblos germánicos en la península. Llegaron a la Emérita del rio Anas los godos en el año 469.Los obispos godos emeritenses más destacados fueron Paulo (530-560), su sobrino Fidelis (560-571) y Masona (571-605). 

En el libro “Piscator salmanticensis”, publicado a mediados del siglo XVIII, se dice que Montijo -en la época protohistórica- la poblaron los celtas túrdulos, y “que floreció opulenta en tiempos de los godos, de quienes hay vestigios y monumentos arruinados”.

En la villa romana de Torre Águila se construyó en el siglo IV d.C. una estancia en forma de cruz latina con cuatro ábsides que se dedicó a un uso religioso cristiano, una ermita rural. Se trata de “los paredones” donde apareció a mediados del siglo XIII la imagen de la virgen de Barbana (Hija de Ana). Las crecidas del rio la arruinó. También existía en Torre Águila una iglesia con doble baptisterio, que se arruinó y sirvió para enterramientos en los siglos V a VII d.C. hasta la llegada de los árabes.

El lugar romano-visigodo de Capsiana

Paulo el Diácono, que nació en Mérida en el 610 d.C., escribió el libro “Vida de los Santos Padres de Emérita…” y en la página 134 habla del lugar de Capsiana que estaba a dieciséis millas romanas de Emérita, en tiempos de los godos. Un caserío que sería propiedad del obispado de Emérita. Paulo Diácono escribió esa historia unos setenta años después de ocurrir los hechos, por el 640 d.C.

Literalmente lo que Paulo Diácono decía en su libro, capítulo VII, página 134, escrito en latín tardío, era: «Obispo Fidelis … Cierto día envió a un joven de su familia a un lugar llamado Capsiana, que dista dieciséis millas de la ciudad de Mérida, y le mandó que regresara con toda rapidez; el cual, como fuese y no pudiese volver el mismo día, permaneció allí…»

Una milla romana tenía 1.481 metros de longitud. Dieciséis millas serían 23.696 metros, casi 24 kilómetros, por lo que esa distancia se correspondería con el cerro de San Gregorio si el familiar del arzobispo salió por el puente del Albarregas y cogió la vía “Alio intinere ab olisppone emeritam”. Pero Capsiana podría estar también en la orilla izquierda del Guadiana.

En conclusión: Paulo Diácono dice que Fidelis, obispo visigodo de Emérita en los años 568 a 571, tenía una propiedad: Capsiana. En latín capsus capsi significa cajas/caja, por lo que significaría “Caja de Ana”. Aquí la palabra caja podría referirse a un ara o altar dedicado a la diosa Anahita o a un túmulo mortuorio de piedra en forma de caja, existente hasta la asimilación por el cristianismo de los dioses paganos.

Fidel Fita i Colomé (1835-1918) fue un sacerdote jesuita, arqueólogo, epigrafista romano, filólogo e historiador. Escribió con el Marqués de Monsalud “Arqueología romana y visigótica de Extremadura” y situó a Capsiana en el cerro de San Gregorio.

El sacerdote invidente Vicente Navarro del Castillo dice en su libro “Montijo, Apuntes históricos de una villa condal” publicado en 1973, página 16: “creo que estuvo errado el padre Fidel Fita, S.J., al afirmar que en Montijo estuvo ubicado el lugarcillo de Caspiana, a donde fue enviado el criado del Arzobispo de Mérida Fidel”, pero no demuestra porqué erró Fidel Fita. Yo me pregunto: ¿Se construyó el lugar de Capsiana sobre un santuario lusitano donde se celebraban rituales a Ataecina? Después podría ser un eremitorio visigodo en los siglos V al VII, (como era Cauliana, después Cubillana) que tuvo un papel de atalaya para el control visual del territorio, rodeada de pastos y agua.

El arqueólogo Germán Rodríguez, director del yacimiento de Torre Águila (Barbaño) defiende:

Para mi, es muy llamativo el hecho de que en ese cerro haya una ermita… Por un lado tenemos la terminación ana, Loriana, Evandriana, Capsiana, Cubillana… todas ellas coinciden con un núcleo rural urbano, es decir una villa. Y la mayoría de ellas, por no decir todas, están en las inmediaciones de calzadas importantes, aparte de encontrarse en la zona de explotación emeritense, el ager  emeritense. Entre ellas podemos incluir la villa de Torre Águila.  Entonces, si nos encontramos en el territorio de los emeritenses, es lógico que la cristianización de esta zona venga de la ciudad y de sus ciudadanos que viven  en la tardoantigüedad en el campo. Y que la zona cuente, a través de las ermitas, de un control de ese territorio. Lo que posteriormente se va a llamar parroquias que controlarán amplios territorios. 

Capsiana podría corresponder con cualquier otra gran villa que hay repartida por el ager emeritense…

En cuanto a las palabras de Fita, y otros historiadores, estos quieren ver el lugar en un punto más cercano a Mérida, concretamente en el sitio de Cubillana, donde también hay una ermita, y una villa romana. Es decir, una residencia que cuenta con una habitación dedicada al culto cristiano, ya en el siglo IV d.C.  Es en este sitio donde quieren colocar los acontecimientos que narran de la época visigoda. Claro está, primero, Cubillana está en la margen derecha del río, por lo que tenían que salir de la ciudad por el gran puente, y seguir la vía XII. Ahora bien, la distancia XVI PM, no corresponde con la que en realidad hay, que pueden ser una VIII PM. Pero, y ahí está la cuestión, esta villa al igual que la de Torre Águila, ha sufrido las variaciones del río. Entonces sería posible que en aquellos tiempos se encontrase en la margen izquierda, por la vía XIV-XV. Las millas serían más pero, me da la impresión que no llega ni con mucho a las  X u XI PM. Es un tema interesante para investigar. En el propio texto de Paulo Diácono sobre los padres emeritenses (época visigoda), siempre habla  que salían por el puente romano en procesión.

Respecto al cerro de San Gregorio. Fita no dice que esté en este cerro. No lo sitúa claramente, pero sí en las vegas, creo que más bien en Cubillana.

Por mi parte, no tengo nada claro que la ermita del Cerro de San Gregorio, corresponda con el sitio de Capsiana. Ahora bien, esa ermita no está ahí porque sí. Tiene que obedecer a algo muy concreto. Cierto es que no está en las inmediaciones de una calzada importante, pero sí en el área que he marcado como de gran influencia cristiana por parte de los emeritenses. Concretamente en un área centuriada, cosa que otros yacimientos con terminación en ANA, no está tan claro, dando la impresión que se encuentran en tierras de dominio público. ¡En fin!, es complicado.

Pienso que el lugar tan estratégico del cerro, del que se domina un amplio espacio de las vegas, así como las calzadas, me da que pensar que se trata de una gran villa cristianizada. No es necesario que hubiese algún culto anterior en ese lugar. Simplemente el hecho de que el dominus de la villa sea cristiano, o incluso que solo fuesen los sirvientes, y que esté en terreno centuriado, y cuente con una pequeña iglesia para los acólitos y, tal vez, vecinos, es suficiente para que en el mismo lugar se mantuviese, y se transformarse con el tiempo en esa pequeña iglesia. El transcurrir de las épocas y el recuerdo, hacen que tras la marcha de los musulmanes se levanten ermitas en antiguos lugares de culto. Es lo que pienso de la ermita del Cerro de San Gregorio.

Sería bueno que el dueño actual permitiese poder hacer una pequeña prospección de superficie. Seguro que se hallarán cerámicas romanas y, posiblemente, estructuras de edificios de la villa.  Lo mismo ocurre con la villa de Torre Águila-Barbaño. No creo que corresponda con Capsiana. Este núcleo (villa importante, sin llegar a ser vicus), debe encontrarse más próximo al río Guadiana. Ahora, el lugar no lo sé. Puede ser desde la villa que está en Montijo (unas XVI PM, que sale por el puente del Albarregas, de la que tenemos constancia de una fuerte cristianización y del nacimiento de un núcleo urbano importante, Montijo) pasando por la Puebla ( también sale por el puente del Albarregas, de menor trascendencia, por el momento, en cuanto a cristianización -También cuentan con una villa importante en el entorno de las XVI PM- y que con el tiempo ha dado un núcleo urbano, eso sí mucho más tarde y dependiendo en parte de Montijo) hasta Barbaño (en este caso, saldría por el puente viejo). Por tanto hay más yacimientos en esas XVI millas que pueden haber albergado a Capsiana. Diferente es el caso de Loriana…”.

¿Por qué construyeron, posiblemente a finales del XV o a comienzos del XVI” (según Manuel García Cienfuegos en su libro “Noticias sobre el siglo XVIII de Montijo”, página 81), una ermita dedicada a Santa Ana a las afueras de Montijo, en la actual Puerta del Sol, a comienzos del camino que iba hacia San Gregorio? Son muchas las preguntas que nos hacemos que con el tiempo quizás se desentrañen.

Si mirásemos con detenimiento todas las paredes de la ermita de San Gregorio y realizásemos catas en los alrededores podríamos, quizás, encontrar algunas respuestas a nuestras preguntas.

Pablo Iglesias Aunión dice en su libro “Historia de la comarca de Lácara, del Medioevo a los Tiempos Modernos», editado por ADECOM LÁCARA en el 2000, página 133, refiriéndose a la ermita de Santiago, en Puebla de la Calzada: “La existencia de aguas salutíferas con poderes milagrosos y curativos… fue el origen de esta ermita, con su construcción se persigue la cristianización de estos lugares que habían sido durante mucho tiempo objeto de cultos paganos… Las virtudes curativas que emanaban de ella la convierten en un centro de culto, en un espacio sagrado, del cual irradian salud material y espiritual…”

La existencia de terribles epidemias de peste a comienzos del siglo XVI hizo que se construyeran en muchos lugares ermitas dedicadas a los Santos Mártires Fabián y Sebastián, como la de Montijo que se construyó en la década de los cuarenta el siglo XVI; eran protectores de varias enfermedades, San Sebastián lo era contra la peste.

¿Cómo se denominaría aquél cerro antes de construir la ermita?

Los terrenos donde se encuentran los cerros de San Gregorio y la Centinela fueron en su día dehesas comunales del Concejo, pero con la desamortización de mediados del siglo XIX serían subastados a particulares. En la actualidad continúa el municipio conservando la propiedad de parte de aquél antiguo terreno, lo que hoy son Las Cabezas.

Desde el siglo XVI le llamaban al terreno por donde iba el camino de San Gregorio «Ejido de Santa Ana», porque ya existía la ermita.

En el siglo XV al paraje que salia de la charca de los bueyes (donde hoy está la estación de RENFE) hacia arriba y a los lados se le denominaba “encinar de la Dehesa de los Bueyes” o Ejido de los Bueyes.

Eso es porque todos los alrededores de Montijo formaban parte del Ejido municipal que tenía una extensión de 200 fanegas, como el Ejido del Retamal, el de las Eras, el Ejido del Encinar, el Ejido de Los Charcos, etc.

¿Quién era San Gregorio?

Imagen de San Gregorio obispo

San Gregorio Ostiense. Abogado contra plagas agrícolas y males del oído”

Gregorio nació en Piñava (Italia) en el siglo X, fue abad de un monasterio en Roma, el papa Juan XVIII lo nombró obispo de Ostia y después cardenal, fue el bibliotecario de San Pedro. El papa Benedicto IX lo envió a Navarra en 1039 como su legado para alejar las plagas de langostas de los campos. Murió en Logroño el dia 9 de mayo de 1044 intentando contrarrestar una plaga. Sus reliquias se guardaron en una basílica dedicada a él en Sorlada, Navarra, que fue muy venerada durante los siglos XVII al XIX para alejar las plagas de los campos.

Armando Alberola dice en su artículo “Plagas de langosta y clima en la España del siglo XVIII”. 2012. Página 36 y sucesivas: “En 1748, la sequía “era general en todo el reino”,… El literato Luis José Velázquez de Velasco, marqués de Valdeflores, en tránsito por tierras extremeñas … se lamentaba durante la primavera y el verano de 1753 de la extrema sequía que se padecía en un “país que por su naturaleza es seco i cálido, [pero] lo es mucho más a causa de no haver llovido en el invierno”; rematando que “si en alguna tierra no se puede trabajar por el verano es en Extremadura”.

El invierno de 1753-1754 fue riguroso y con muchas lluvias,… La magnitud del desastre ocasionado por la langosta en los campos españoles, la relativa eficacia mostrada por las recomendaciones de la Instrucción y la ciega convicción de que la solución vendría de la mano de remedios de carácter espiritual, determinó que el rey Fernando VI decidiera, mediante Real Provisión fechada el 14 de octubre de 1756, que las reliquias del venerado San Gregorio Ostiense salieran de su santuario en tierras de Navarra y recorrieran buena parte de la geografía española.

Foto cerámica de San Gregorio de Alcoy.

Ello no impidió, sin embargo, que la plaga causara grandes estragos hasta que se extinguió por sí sola. Procesiones, rogativas y cuantiosas cantidades de dinero invertidas –tanto en ceremonias piadosas como en jornales– dieron cumplido testimonio de este episodio, que no sería el último hasta que la centuria concluyera… la sociedad ponía en marcha de manera paralela otros mecanismos en los que miedo, superstición o religiosidad popular estaban bien presentes. Asumido que … la plaga no era ni más ni menos que un castigo del Altísimo por los hipotéticos pecados cometidos, el sentimiento popular cifraba sus esperanzas en la piedad divina, recurriendo para ello a la intermediación de santos y vírgenes y desarrollando las consabidas ceremonias específicas. De ahí que, en los peores momentos, … se plantaran cruces “de langosta” a la entrada de los pueblos, florecieran los rituales de conjuro y exorcismo para preservar los campos y, en fin, se recurriera a determinadas reliquias como solución última para conjurar el mal… una sociedad tan sacralizada como lo era la española del siglo XVIII tenía confianza ciega en los efectos benéficos del agua pasada por las cuencas de la calavera de San Gregorio Ostiense …

Pintura de San Gregorio bendiciendo los campos existente en la ermita de Adzaneta del Maestrat.

La devoción al santo tiene su origen en una terrible plaga de langosta que asoló a comienzos del siglo XI las tierras de Navarra y La Rioja y que éste, según la leyenda, logró aniquilar a fuerza de ayuno y oración. Erigido, tras notable peripecia, un santuario en Sorlada para custodiar sus reliquias se adoptó la costumbre de hacer pasar agua a través de ellas para ahuyentar a los voraces insectos. Con el paso del tiempo muchas poblaciones españolas optaron, en momentos en los que la langosta devoraba todo lo que encontraba a su paso, por enviar delegados para conseguir odres del preciado líquido con el que, una vez retornados a sus lugares de origen, se desarrollaba un ritual,consistente castigo del Altísimo por los hipotéticos pecados cometidos, el sentimiento popular cifraba sus esperanzas en la piedad divina, recurriendo para ello a la intermediación de santos y vírgenes y desarrollando las consabidas ceremonias específicas.

El relato legendario de San Gregorio fue creciendo y la propagación entre los feligreses de las virtudes milagrosas del relicario de plata, en forma de cabeza, traspasó las tierras de Navarra, Álava, La Rioja y el resto de España, que enviaban a vecinos a recoger agua que les protegiera de «los terribles efectos de las plagas» que azotaban sus campos.

Basílica de Sorlada en Navarra

Según la leyenda, el edificio se alza sobre el lugar donde cayó y murió el animal que transportaba los restos de San Gregorio, obispo de Ostia, que tras predicar en la Rioja, había muerto el 9 de mayo de 1044. Dichos restos se guardan en un arca, excepto la cabeza, cuyo relicario de plata se pasea por las tierras cercanas, otorgando poderes curativos al agua.

Fué utilizada como remedio contra las plagas agrícolas (langosta, pulgón, negrilla o “ilindia”, ratones, gusanos, garrapatillo, gardama y otras más) y las enfermedades. Desde numerosos pueblos navarros, y de otros reinos, llegaron emisarios a Sorlada para recoger el agua milagrosa, entregando una limosna y recibiendo la documentación que acreditaba la autenticidad. La práctica data por lo menos del siglo XV. Allí bendecían los campos con “el agua que traen pasada por la reliquia de San Gregorio”, mezclada con agua bendita, y colocaban una cruz hecha con ramos bendecidos. La repetición de plagas durante el siglo XVII ayudó a propagar la fama del agua y de las reliquias. Muchas poblaciones formularon voto de guardar fiesta en su honor, como Pamplona (1580), Logroño, Tudela, Cascante y Corella.

De ahí debió nacer el dicho: “Anda más que la cabeza de San Gregorio”.

Culto a una cabeza, la conocida como La Santa Cabeza de san Gregorio Ostiense.

Foto del relicario de San Gregorio Ostiense tomada de: es.paperblog.com

Ésta se encuentra en un relicario de plata y es exhibida en aras de la búsqueda de protección para los campos, en concreto para alejar las plagas. También es utilizada para bendecir el agua, pues en su parte superior tiene un orificio por el que se introduce el agua que, tras pasar por los restos óseos, es recogida por otro en su parte inferior.

Toda esta creciente devoción por el santo y sus virtudes llegó al mismo trono real español, en el siglo XVIII y se tiene noticia del requerimiento de Fernando VI en 1756 para que el relicario recorriera las regiones de Teruel, Valencia, Alicante, Murcia, Andalucía, Extremadura, Madrid, etc., como paliativo que ayudara a exterminar una pertinaz plaga de langosta que desolaba aquellos campos por tales fechas.

Foto de la ruta de las reliquias de San Gregorio donde se recoge con el número 13 su visita a Extremadura. Elaboración: C. Alberola Die.

Construcción de la ermita de San Gregorio de Montijo

En el año 1623 hubo una gran sequía en Montijo, por lo que trajeron en rogativas a la virgen de Barbaño a la iglesia de San Pedro y realizaron una procesión para que trajese la lluvia. -La sequía de 1683 estaría encuadrada con el período de sequía 1680-1683 en el final del siglo XVII y las de 1752, 1753 y 1757 se relacionarían con el intenso periodo de sequía que ocurrió entre 1748 y 1757 coincidente con numerosos datos sobre escasez de abastecimientos y revueltas sociales. Es importante asimismo considerar, como hemos dicho antes, la influencia de las plagas de langosta que ocurrieron lo largo de los siglos XVII y XVIII y se extendieron por gran parte de las regiones, que también fueron responsables de carestía y falta de grano.

Sobre la fecha de construcción de ese edificio no sabemos nada en concreto, pues no está registrada en los Archivos Parroquiales ni del Obispado. ¿Será porque la construyeron los labradores a sus expensas? ¿Se construyó sobre el lugar donde estaban las ruinas de Capsiana u otra villa?              

Según el Libro de Seglares existente en el Archivo Municipal de Montijo, publicado en 1753, había en el pueblo 800 vecinos (cabezas de familia) de los cuales 129 eran labradores y 66 trabajadores de la ganadería. La institución encargada de vigilar los campos y los caminos contra «los malhechores» era la Santa Inquisición que ya se encontraba en decadencia a mediados del siglo XVIII.

En 1755 tuvo lugar el terremoto de Lisboa que afectó bastante a Montijo.

Bernabé Moreno de Vargas no cita la ermita de San Gregorio en su libro de 1632, no aparece registrada ni en los Archivos de la parroquia de San Pedro ni en el Libro de Eclesiásticos de 1753, no aparece en el mapa de la Provincia de Estremadura realizado por Tomás López en 1766, pero sí aparece en el mapa de la Orden de Santiago de su provincia de León, realizado por Tomás López en 1783. Por lo tanto la ermita se construyó entre 1767 y 1782, hace unos 250 años.

Mapa de Tomás López de 1798 recortado, donde se representa la ermita arriba a la derecha.

Pascual Madoz, en su “Diccionario geográfico de Extremadura”, publicado en 1844, recoge ya la existencia de la ermita que hoy estamos estudiando aquí.

En ell blog “Extremadura: caminos de cultura” leemos: “… la figura de la antigua ermita de San Gregorio Ostiense parece querer seguir protegiendo a los agricultores de la localidad, desde que, sobre el Cerro homónimo al monumento y otero del municipio, fuesen posiblemente éstos los que, agradecidos por la labor sanadora de los huesos del que fuese obispo de Ostia, la erigiesen tras recorrer la Santa Cabeza gregoriana la región extremeña, en viaje oficial por diversas regiones del país como medida regia de auxilio contra las plagas de langosta que desde 1.754 asolaban los campos de gran parte de España”.

Era condesa de Montijo en esos años María Francisca de Sales Portocarrero. Era alcalde en 1766 Francisco Pérez Alconero.

La ermita de Santa Ana estaba en ruinas en 1777, se trasladaron su retablo e imágenes a San Pedro y se cerró al público. Fue demolida en 1781. La ermita de los Santos Mártires fue derribada en el mismo año. Vemos como se construye una y se derriban dos.

La Cofradía de San Gregorio Ostiense, de Montijo, estaba integrada por el gremio de los labradores y ganaderos, era la encargada de sacar el santo en rogativas y bendecir los campos cuando había langostas o sequía. Manuel García Cienfuegos dice en la página 180 del libro citado: “es casi seguro que la ermita tuviese una Cofradía propia… la lástima es que no se conserve documentación de ningún tipo, sabríamos entonces las tradiciones y costumbres de la popular romería de San Gregorio…”. Esta romería la realizaban los labradores y ganaderos montijanos el día 9 de mayo.

Cuadro de Frasco Antolín existente en la ermita de Barbaño.

En 1854 hubo peste del cólera morbo, cosa que sucedía por entonces periódicamente, y los montijanos invocaron a la virgen de Barbaño para que les librase de ella. Pintura de Frasco Antolín representa a la parca encima de San Gregorio.

Estilo arquitectónico de la ermita

Vamos a analizar un precedente de ella que se construyó a comienzos del siglo XVIII, la ermita de San Gregorio de Adzaneta del Maestrat, en Castellón, pues podría ser el modelo usado para la de Montijo.

Fotos de la ermita de Adzaneta del Maestrat.

Foto de la ermita de San Gregorio de Aguaviva, provincia de Teruel.

La primera está reconocida como Bien de Relevancia Local según la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalidad Valenciana. Iniciándose su construcción en 1714 y concluyéndose en 1723. Se construyó siguiendo las pautas del estilo barroco.

Es una ermita de grandes dimensiones, de fábrica de mampostería y sillares que se construyó por decisión eclesiástica pensando que con ello conseguirían proteger a la villa de las plagas de parásitos que solían sufrir las viñas de la zona.

Presenta un atrio de entrada porticado con tres arcos de medio punto, en cada uno de los tres lados, y sobre él en el interior de la ermita se ubica el coro. Encima del arco central se abre una ventana que sirve para dar iluminación al coro, y se termina con una espadaña, decorada con bolas y donde se ubica una única campana.

Es un edificio de una sola nave, y capillas, con cubierta de teja a dos aguas. Respecto a su interior, destaca la bóveda de cañón que presenta dos arcos apoyados en sendas pilastras divisorias del espacio interior en dos tramos y presbiterio. Aunque es de nave única presenta prolongaciones laterales y un trasaltar.

El altar mayor es rico en dorados y en él destaca la imagen de San Gregorio que se enmarca en un retablo de madera tallado por Francisco Soria, y sufragado por Melchor Rovira. Existían antaño unas tablas con imágenes de Santa Ana, la Virgen con el Niño y el Calvario, conocidas como “d’Artesa”, ya desaparecidas. Cabe señalar también las pinturas del techo del altar mayor, en las que se ve al santo conjurando a las plagas del campo que vimos arriba.

Estilo arquitectónico de la de Montijo

Maria Arrobas Vila y Adelaida Rodríguez Maqueda me facilitaron este estudio sobre el estilo de la ermita:
“Desde el punto de vista artístico, la ermita de San Gregorio no pertenece a ningún estilo determinado. Posiblemente los constructores seguirían el modelo de algunos de los restos de iglesias que, por aquella época, aún existían en el pueblo, según el testimonio recogido por Bernabé Moreno de Vargas en su libro mencionado.

Foto aérea de la ermita tomada de Google Maps.

Dibujo de Juan Carlos Molano.

Foto de José Luís Gómez.

La ermita, de planta rectangular y orientada de Norte a Sur, consta de tres cuerpos bien definidos. En su cabecera, la capilla o ábside cuadrangular de mayor altura que el resto del edificio, donde una pequeña hornacina con columnas salomónicas albergaba la imagen del santo.

Donde estaba el retablo cortaron la pared para hacer una puerta grande. Foto de José Luís Gómez.

El retablo barroco estaba construido sobre la pared y ocupa toda la del norte. Estaba pintado de colores, típico del arte barroco, pero el propietario lo encaló. Abajo vemos la puerta grande abierta por los propietarios en los años cuarenta. Fotografía de Francisco García Romano cedida por Dolores Julián Martínez.

La parte superior del retablo, muy barroco, donde se observa en el centro la hornacina donde estaba la imagen de San Gregorio, arriba otra pequeña, y dos laterales donde había otras imágenes. Foto de Francisco García Romano cedida por Dolores Julián.

Detalle de la bóveda con un arco de la nave central. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

Crucifijo que existía en su interior, muy deteriorado. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

Pila del agua bendita. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

La cubierta está coronada por una linterna que ilumina el interior, muy oscuro, pues los muros solamente tienen una pequeña ventana hacia el Oeste.

Bóveda del ábside con la lucerna en el centro. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

Adosada hacia el Este se encuentra la sacristía con cubierta de una sola vertiente y salida independiente al exterior. Pegada a ella está la casa del ermitaño.

Foto de Pablo Melara Roque.

Hubo unos años en que ADENEX colocó nidos de cigüeñas en lo alto de la lucerna y del campanario. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

Puerta de la casa del ermitaño. Foto de Hipólito Guisado.

El cuerpo central, de menor altura, tiene una cubierta a dos aguas y robustos contrafuertes exteriores, soporte de los arcos interiores que dan lugar a una bóveda de cañón a lo largo de la nave. En el comienzo, una espadaña soportaría una campana en otra época.

Foto de José Luís Gómez.

Posiblemente esta debió ser la primitiva ermita, pues el conjunto presenta cierta armonía que recuerda a las antiguas iglesias visigodas por la pobreza de sus materiales y la robustez de la construcción que ha resistido el abandono de tanto tiempo.
También recuerda enormemente a la parroquia de San Pedro, lo que nos hace pensar que el constructor se inspiraría directamente en ella.
El tercer cuerpo forma un pórtico que da entrada a la nave central, con tres arcos de medio punto apoyados en gruesos contrafuertes en las esquinas, demasiado potentes para sujetar solamente una bóveda. Esto y lo inacabado de la construcción nos hace pensar que se hubiera querido construir en altura pero que no se llegó a pasar de la planta baja.

Foto de José Luís Gómez.

Foto del pórtico.

Puerta de entrada con arco rebajado. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

Foto del pórtico tomada de Alamy Stock Photo.

En resumen, un edificio austero y tosco, de líneas sencillas y escaso valor artístico, aunque de gran atractivo sentimental para los montijanos.”

La ermita es de estilo barroco, con amplio atrio a los pies del templo, llamativa espadaña de ladrillo y linterna coronando la cúpula hemiesférica (media esfera) que cierra el cabecero.

Al este y adosada a la sacristía estaba la casa del ermitaño, compuesta por dos habitaciones.

Los últimos tiempos de la ermita
A raíz de la puesta en culto del edificio comenzarían a organizarse todos los años, el día 9 de mayo, unas romerías en honor del santo, llegando a tomar gran importancia. También empezó a celebrarse el día de San Blas cada 3 de febrero.
El pueblo entero acudía al cerro para escuchar misa, cantar, beber vino de la tierra y comer.
A mediados de los años diez del siglo XX sería destinado a Montijo un párroco, Amalio Trigueros, que traería la idea de establecer la fiesta de San Isidro en honor de los agricultores. Preparó una capilla en la ermita de Barbaño dedicada al santo, los labradores compraron una imagen y se les ofreció la mayordomía perpetua a los presidentes de la Comunidad de Labradores, que se había constituido en 1908. La romería se celebró por primera vez en 1917.
La ermita de San Gregorio dejó de tener culto y los ermitaños abandonaron el edificio, llevándose la imagen al pueblo, aunque se siguió realizando en ella la romería de San Blas.
Desde entonces se convirtió el recinto en lugar transitado por los mendigos y peregrinos, los llamados “pobres de la olla”, que llegaban de paso y lo utilizaban para pernoctar. Con el paso del tiempo se iría deteriorando, desapareciendo las tejas, puertas, campana, etc.
En el año 1932, en plena República, entró el dueño de la finca colindante, Alonso Bejarano de Coca rico vecino de Puebla de la Calzada, en negociaciones con el Obispado –por intermediación del párroco de Montijo Juan Pérez Amaya- para obtener de aquél la venta del edificio. De esta forma trataba de librarse de las servidumbres que tenía la Iglesia sobre la ermita y el terreno colindante y veía la posibilidad de utilizarla para guardar los aperos de labranza o el ganado.
El día 13 de agosto de 1932 acordó la Cancillería del Obispado lo siguiente: “puesto que el recurrente está dispuesto a entregar como limosna o indemnización la cantidad de seiscientas pesetas por los derechos que la Iglesia pudiera tener sobre la ermita ruinosa de San Gregorio… de la que sólo existen unos muros y un cañón de bóveda, por lo que a Nos toca, cedemos los derechos que sobre tal ermita pudiera tener la iglesia y aceptamos las dichas seiscientas pesetas… a beneficio de la parroquia de Montijo a la cual pertenece por estar en su demarcación repetida ermita ruinosa”.
Recordemos que el suelo era comunal del Concejo y el edificio lo construyeron los agricultores a su costa. La cantidad acordada en la venta era el equivalente a un sueldo mensual de un trabajador agrícola de aquél tiempo, lo que nos da una idea exacta de que el rico propietario Alonso Bejarano se quedó con el edificio y los terrenos por una “limosna”.
En el año 1939, al finalizar la guerra civil, pasó la propiedad a José Gragera Zambrano y de el a sus herederos.

La ermita en los años cincuenta. Foto de VISAM.

San Blas en los años 50. Foto de VISAM.

San Blas en 1961.

San Blas en 1963. Foto de VISAM.

San Blas a finales de los años 70.

San Blas en 1988.

El Ayuntamiento inició a mediados de los años ochenta el expediente de declaración de Monumento Histórico-artístico de carácter local como primer paso para la adquisición del inmueble.
Posteriormente se solicitó a la Junta de Extremadura la declaración pero ésta lo denegó por considerar que no tenía valor artístico suficiente.

Vista de la ermita desde la cantera. Foto de Francisco García cedida por Dolores Julián.

Foto de Manuel García Cienfuegos.

Podéis ver la conferencia en el vídeo realizado por Domingo Nieto, profesor del IES Extremadura de Montijo y a quien doy las gracias, pinchando en este enlace:

https://drive.google.com/file/d/1Al8VOqhkwv44uz37PmTeFJXM5W0K_xTw/view?usp=sharing

Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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