Las huertas antiguas de Montijo

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Estudio realizado por Alonso Rodríguez Gómez y Juan Carlos Molano y publicado en 2017.

Nuestro objetivo con este estudio es dejar constancia de la existencia de huertas en las Vegas Bajas desde muy antiguo, al menos desde la dominación romana, que eran utilizadas por los que las trabajaban para sembrar productos de riego (tales como hortalizas y frutas), que servían de alimento a las personas que vivían en esta comarca.

IDONEIDAD DE LAS VEGAS PARA EL CULTIVO DE HUERTAS

Como han estudiado los geólogos, las Vegas Bajas del Guadiana se encuentran en una cuenca continental, cuyos materiales pertenecen al Periodo Cuaternario, que es el más moderno y llega hasta la actualidad. Están cubiertas por depósitos neógenos de origen detrítico.
Las glaciaciones cubrían la cuarta parte de la superficie terrestre y las Vegas Bajas estaban cubiertas por un lago: la Laguna Augustana.


La península ibérica en la Era Terciaria. Foto tomada de Geografía de España. IES María Moliner
Hace unos 10.000 años, cuando comenzó el Holoceno, terminó la última glaciación, se fueron retirando los hielos y el clima se tornó cálido. Las aguas se fueron retirando formando las cuencas de los ríos, en nuestra comarca la del Anás (hoy Guadiana).


Los animales que vivían por aquí en la Era Cuaternaria. Los mastodontes eran muy comunes en el Cuaternario. Dibujo tomado del IES Vega del Turia.
En el terreno quedó un sedimento óptimo para la siembra de productos hortícolas y frutícolas, existiendo en el subsuelo un lago subterráneo, que, durante los períodos de lluvia, provoca que el agua esté muy somera.
Las principales zonas agrícolas existentes en España están ubicadas sobre estos terrenos del Cuaternario y Mioceno, los más adecuados agronómica y topográficamente para su desarrollo.
No suele existir roca en nuestro subsuelo, sólo tierra de vega, arcillosa, óptima para las faenas agrícolas. Esto provoca que en Montijo y su comarca existan numerosos pozos de procedencia muy antigua. Es un acuífero permeable por porosidad. La recarga se produce por infiltración de las aguas de lluvia y por retorno de riegos con aguas superficiales. El drenaje se produce en el Guadiana y afluentes.
La depresión del Guadiana se encuentra solamente a 294 metros sobre el nivel del mar. Esta baja altura, la existencia del río y de las aguas subterráneas provocan que en los meses de invierno se produzcan nieblas por las mañanas de forma permanente.

EL ORIGEN DE LAS HUERTAS EN MONTIJO

El riego de los campos mediante artilugios construidos por el hombre nació en la antigua Mesopotamia. Los romanos no fueron los inventores de las técnicas de regadío pero se encargaron de propagar los métodos aprendidos por ellos en Oriente próximo y adaptados por auténticos ingenieros hidráulicos en las riberas del Mediterráneo. El sistema de riego romano comprendía acequias principales transversales, que corrían perpendiculares a un río, y desde esta red hasta otra secundaria siguiendo el sentido de la pendiente; las aguas se sustraían el río mediante tres azudes muy próximos los unos a los otros. Se han encontrado restos de canales, acequias excavadas en la roca, túneles y azudes, de construcción característica romana.
Los romanos introdujeron y desarrollaron técnicas de regadío y el drenaje de tierras, así como los sistemas de rotación de cultivos para optimizar las propiedades de la tierra, que se mantienen prácticamente hasta la actualidad. De todas estas técnicas de rotación la que más éxito tuvo en las tierras del Imperio fue el barbecho, consistente en la subdivisión del terreno en tres partes iguales dejando sin cultivar una de ellas con el objetivo de que la tierra recupere, en su periodo de descanso, nutrientes, materia orgánica y humedad. Con el tiempo el barbecho añadió también el pastoreo como forma de abono de las parcelas no cultivadas. Así, se cerraba el círculo de unión entre agricultura y ganadería, incluso el término granja romana hace alusión a explotaciones agrícolas y ganaderas, pues los romanos no entendían las primeras sin las segundas, y viceversa.


              Pintura de una pared de una villa romana. Imagen tomada de AGER ET SALTUS

El origen de las huertas en las Vegas Bajas hay que buscarlo en las villas romanas repartidas por la comarca (Pesquero, Cerro de la Cruz, La Vega, Torreáguila, Cubillana, Floriana, Las Tiendas, etc.), que tenían huertas donde sembraban frutas y hortalizas para su abastecimiento. El arqueólogo F. Germán Rodríguez Martín nos habla en su estudio “La cuenca media del Guadiana entre los siglos V-VII después de Cristo” (actas de los V Encuentros de Historia en Montijo, editadas por lel Ayuntamiento en el año 2003) “Conocemos por el libro Vital Patrum Emeritensium que la villa de Cauliana contaba con huertas en la vega del río… durante la tardo-antigüedad se sigue desarrollando en el valle del Guadiana la actividad vitivinícola y olearia, independientemente del cultivo de cereales y de huertas. Esta última desarrollada en las orillas del Guadiana.”
Los romanos se centraron en la producción de higueras y hortalizas y promocionaron de forma eficiente el cultivo del lino.
Como explica José Manuel Jerez Linde en su ponencia “Agricultura y ganadería en los asentamientos rurales de época romana en la cuenca media del Guadiana”: “Entre esos alimentos los más principales, como es lógico, derivan del cereal (pan), olivo (aceite) y vid (vino). En cuanto a los cultivos se puede mencionar las legumbres y hortalizas: cardos, puerros, chirivías que son muy similares a las zanahorias, acelgas, calabaza, cebollas, nabos e incluso las malvas silvestres que cocían y preparaban en ensaladas. Frutales como granada, pera, melocotón, higos, ciruelas… y también bellotas y nueces.”
Existen en toda la comarca numerosos asentamientos romanos situados junto a corrientes poco abundantes pero de caudal constante que, por su localización y aprovechamiento hortícola posterior, nos sugieren la existencia de huertos mediante la fácil canalización de estos arroyuelos. También las ricas villae romanas situadas en la misma vega del Guadiana aprovecharon, en mayor o menor medida, las aguas del río para los cultivos y el recreo de sus dueños.
K. Búster y varios colaboradores estudiaron en “El origen de los sistemas de regadío en el País Valenciá: romano o musulmán” (Catarroja, 1989) y parecen bastante concluyentes a este respecto, al afirmar que: «…el agrosistema hispánico de regadío no fue un producto de la civilización islámica, y es un cliché inexacto suponer que la horticultura medieval española es una recreación de los oasis del desierto… El islam contribuyó significativamente tanto a la renovada expansión como al superior desarrollo de los agrosistemas hispánicos. Pero los hispano-romanos practicaban el regadío a gran escala… de manera que la reintesificación posterior significa una revitalización del sistema romano bajo condiciones de crecimiento demográfico y económico».

Las huertas árabes
Los árabes nos traen su cultura hidráulica. Las huertas se llamaban almunias o alganet y las norias grandes de madera con cangilones de cerámica: albolafias, que es una rueda de cangilones que se sumergía en el río y subía el agua a la villa para abastecerla primero y para regar la huerta más tarde. Esa rueda o noria se se adentraba en el río frente al lagar.
Del artículo “Legado andalusí de Xarq al-Andalus: La Agricultura” tomamos lo siguiente:
“La política de los dirigentes Omeyas de al-Andalus, fue la de impulsar todo lo relacionado con el desarrollo agrícola. Para ello en primer lugar se recopilaron y tradujeron gran cantidad de textos antiguos sobre agricultura -la mayoría orientales- y se perfeccionaron y aumentaron los sistemas de regadío de origen romano existentes en el suelo peninsular, tanto en las técnicas de extracción, como de conducción del agua. Se aclimataron e introdujeron nuevas especies vegetales. …Las buenas mañas hortícolas de los andalusíes eran valoradas por los propios cristianos, como así lo demuestra un refrán popular que todavía se emplea entre nosotros y que dice: «¡Una huerta es un tesoro, si el que la trabaja es un moro!». La primera medida tomada fue la parcelación y redistribución de las tierras, haciendo desaparecer la mayoría de los antiguos latifundios visigodos, convirtiéndolos en pequeñas explotaciones familiares. Las tierras de regadío se dividieron en pequeñas parcelas, la unidad rural más importante en tierras de regadío era la qariya que tenía una casa principal con habitaciones, solía tener una torreta, patio interior y disponía de construcciones anexas, de hornos, graneros, molinos, etc. por esa razón abundan los pueblos denominados Alquería. Establecieron el cultivo intensivo para las tierras de regadío, con numerosas acequias era aprovechada al máximo el agua de los ríos, había también numerosas balsas y pozos. La condición de los labradores iba mejorando continuamente, la mayoría de los trabajadores de las tierras pasaron a ser parceleros. Con el tiempo, esta masa de campesinos indígenas de ascendencia ibero-romana se islamizó totalmente, y los moriscos expulsados de la Península en el siglo XVII eran descendientes de ellos…”
Cuando se asientan los árabes en nuestra comarca, en el año 823 (según la publicación del siglo XVIII Publicator Salmanticensis), introdujeron las técnicas de riego propias de sus países (Siria, Mesopotamia, etc.), con pozos anchos y caudalosos, norias movidas por bestias, albercas, acequias, canalillos, regaderas, etc. Las huertas se solían situar cerca de las alquerías.

En el libro “Historia de Talavera la Real” escrito por Nicolás Díaz y Pérez (Madrid. 1875) leemos ‎en el Capitulo Tercero. Época árabe (páginas 41 y 42): “Recorriendo las márgenes del Guadiana se ven antiguos albercones y norias, hoy cegadas en su mayoría y todas de época árabe. Conócese su fábrica en la solidez de su construcción y en la clase de materiales. Son de hormigón y cemento romano, y nótese aún en algunas albercas, que están contiguas a la noria, el estuco finísimo con que lucían los interiores de estos estanques, y la pintura carmesí, que aún luce en estas obras, nos enseña la perfección con que edificaban los árabes, y el adelante que habían conseguido en las artes. Por otra parte, las presas que existen en el Guadiana, los batanes (un batán es una máquina destinada a transformar unos tejidos abiertos en otros más tupidos. Funcionaban por la fuerza de una corriente de agua que hace mover una rueda hidráulica, que activa los mazos que posteriormente golpeaban los tejidos hasta compactarlos) y molinos harineros, todas estas obras, en lo general de los tiempos árabes, vienen a enseñarnos que estos pobladores conocían mejor que nosotros la agricultura y la industria.
Por toda la vega del Guadiana, desde Talavera a Mérida, en mayores proporciones que de Talavera a Badajoz, se ven restos de albercas, norias, estanques y cañerías que demuestran un sistema de riegos que hoy no se conoce. Las fábricas construidas sobre el río, también nos enseñan que los árabes habían colonizado las vegas del Guadiana de una manera muy ventajosa para la producción agrícola y la industria agraria…
El llamado albercón grande, que está a la izquierda del Guadiana en el sitio denominado Campo de San Roque, a unos dos kilómetro de Badajoz, así como otros más pequeños que están en toda aquella fértil vega, … algunos atribuyen estos albercones y norias a los romanos…”

Solano de Figueroa, a finales del siglo XVII, encontró monedas romanas “en una de las huertas de Talavera”.
En el artículo que Juan Carlos Molano publicó en la Revista de Ferias de 1984 denominado “Árabes, mudéjares y moriscos en Montijo desde el 713 al 1610”, en la página 97 decía: “La agricultura se vio mejorada gracias a la intensificación del sistema de regadíos, ya existente desde los romanos, uniéndose las novedades técnicas traídas por los árabes como los sistemas de irrigación utilizados en Mesopotamia –acequias y norias. Mientras que en el secano existirá el gran latifundio, en el regadío estará la propiedad fragmentada en manos de campesinos aparceros. Eso es lo que sucedía en la zona de huertas del Encinar y de la Estación gracias a las norias y acequias construidas.”
Sus norias eran movidas por burros y bueyes (les tapaban los ojos para que no se mareasen de dar tantas vueltas) que, además, les servían para labrar la tierra.
Tras la expulsión de los árabes en nuestra comarca, en el año 1230, una vez que fueron repobladas estas aldeas por castellano-leoneses, a los árabes que se quedaron a vivir como vasallos o esclavos se les denominó “mudéjares” (…) Los mudéjares se dedicaban a la artesanía (…) y a las faenas de huerta», explicaba en la misma Revista de Ferias, página 101.

Los pueblos en las Vegas Bajas eran: Talavera la Real, Aldea del Conde, la aldea de Sarteneja, Dippo o Lycon (colonia tartésica que después pasaría a ser Lobón), el vicus Agla (después Montijo), las aldeas del Fresno, del Carazo y del Rubio que se unificaron en Puebla de la Calzada, Alguijuela (Torremayor), Algarrobilla, Esparragalejo, las aldeas de Cubillana, Perales y Arroyo que se unificarían en 1385 en Arroyo de San Serván.

Desde finales de noviembre de 1570 hasta enero de 1572, el territorio extremeño, al igual que la mayor parte de los comprendidos en la Corona de Castilla, actuó como espacio de acogida de algo más de 11.000 moriscos de las Alpujarras granadinas que se vieron forzados a abandonar su tierra natal por expresa decisión de la Corona. A la zona de influencia de Mérida se destinaron 1.197, a la de Badajoz 341.
La primera generación nacida en estas tierras empezó a mezclarse con los oriundos de ella, a pesar de que los escasos matrimonios mixtos nos pueden hacer pensar de otro modo.

Las huertas trabajadas por los moriscos.- A partir de 1502, si deseaban continuar viviendo en España, eran obligados a convertirse al catolicismo y fueron denominados “moriscos” a partir de entonces. La Pragmática del 7 de diciembre de 1526 prohibía a los moriscos conservar sus nombres, costumbres o indumentaria. Tuvieron que adoptar nombres de cristianos viejos y, debido a sus conocimientos de la agricultura de regadío, se les destinó al sector campesino. En 1570 llegaban a nuestro pueblo algunos moriscos desde Granada tras el levantamiento de las Alpujarras y la expulsión de sus tierras. Desde 1588 a 1595 se asignaron once familias a nuestro pueblo. Como fueron marginados por la sociedad montijana del momento, prefirieron vivir en casas diseminadas del campo.
En Montijo existían unas “huertas viejas” desde el tiempo de los árabes. Fue allí donde trabajaron aquellos moriscos.
Decíamos en el libro “Cien años de cultura en Montijo”, editado por la Agrupación del PCE en el año 1978, en la página 19, que «desde los siglos XIV al XVI todas las tierras del término de Montijo eran de secano, a excepción de algunas huertas de árboles frutales y hortalizas que se regaban con noria (…) Las tierras comunales eran: dehesas del Encinar, Barbaño, … Es decir, que las tierras eran propiedad del Concejo, no eran privadas. Los hortelanos eran arrendatarios del Concejo.»


Las norias eran de madera y los cangilones de cerámica atados con sogas. Dibujo tomado de Avilared, 17 de mayo de 2021.

                                      Foto tomada de www.ecodirec.com
-Tras la reconquista, los cristianos encuentran esas explotaciones árabes, que siguen trabajando agricultores moriscos. Es curioso constatar que los dueños de estas huertas tienen apellidos mozárabes en su mayoría: Lope ben Farach, Vicente ben Yahya o Miguel ben Amor. Hay que resaltar los numerosos conflictos entre los agricultores, que desviaban los cauces de los arroyos de la comarca, con los hortelanos de aguas abajo.
En Lobón había en 1588/9 trece moriscos procedentes de Granada, en 1594/5 disminuyeron a 5, en Montijo había este año 7 de profesiones: hortelano, zapatero, herrador, ollero, sastre, herrero y tejedor.
En el Padrón de Vecinos de Talavera la Real, de 1561, se mencionan en esta localidad a 4 viudas hortelanas, 1 hortelano jornalero y 1 hortelana.
Pablo Iglesias Aunión y Manuel García Cienfuegos, en su libro “La villa de Puebla de la Calzada (años 1494-1605), editado por el Ayuntamiento en el año 2001, decían en la página 45: “El regadío estaba representado por algunas huertas junto a la población; es decir, en el caso de Puebla de la Calzada se ubican en dirección a Montijo. El sistema de riego era artesanal, suministrándose el agua de pozos subterráneos, arroyos cercanos y estanques. Producían preferentemente hortalizas y frutales, satisfaciendo el consumo privado y recurriéndose a ellos para el pago de las minucias”
Además de las huertas particulares existían otras que eran propiedad de la Iglesia, las órdenes religiosas y las cofradías. En el siglo XVII tenía una huerta la Ermita de la Virgen de Barbaño, en sus cercanías, que estaba arrendada a un hortelano. Fue expropiada con la Desamortización de 1836 y pasó a ser propiedad del Ayuntamiento.
En el siglo XVIII la Cofradía de la Vera Cruz tenía dos huertas: una en el callejón del Carazo y la otra en el callejón de la Zorra. El Patronato de Nª Sª de la Concepción contaba con una huerta en el ejido. El convento de Clarisas poseía una huerta en el Callejón de la Zorra, otra en “el callejón empedrado” y otra en el ejido de Los Cercados.

-En Lobón en el siglo XVIII, según Manuel García Cienfuegos, “todas las tierras del término eran de secano a excepción de algunas huertas que eran de hortalizas y árboles que se regaban con norias, puestas en tierras de primera calidad.” Había varios hortelanos.

-La nobleza contaba con huertas que podríamos considerar “de recreo” , poseían huertas y jardines “ con naranjas, y cidros, limones y zamboos y otros árboles y flores de mucha fruta con sus fuentes abundantes de agua que viene encañada por caños..”

-Los cortijos nobiliarios de las Vegas Bajas tenían huertas (Torrefresno, Sarteneja, Sagrajas, La Rabua, La Vara, …) Leer el libro de los cortijos…

A mediados del siglo XVIII Montijo contaba con 28 hortelanos por cuenta propia y 19 regadores de huertas. En ellas se cultivaban coles, lechugas, escarolas, coliflores, rábanos, nabos, pepinos, tomates, berenjenas, pimientos, cebollas, ajos, habichuelas, ervillas, guisantes, calabazas, habas, cilantro, hierbabuena y perejil. Se producían distintas variedades de árboles frutales: ciruelas, manzanas, peras, higos, albarillos, melocotones, granadas, nueces y aceitunas.
En el “Libro de Seglares” y el “Libro de Eclesiásticos del Marqués de la Ensenada”, que se encuentran en el Archivo Municipal de Montijo, se describen los vecinos o instituciones religiosas que poseían huertas, con sus superficies y linderos.
El conde de Campomanes decía en un informe al gobierno, el 4 de mayo de 1778, en dirección Mérida a Badajoz: “El camino real es firme y va dejando el Guadiana a la derecha, que podría regar gran porción de tierra, por medio de grúas, el agua del río es limpia y el país llano…”
En el libro “Cien años de cultura en Montijo” decíamos los autores en la página 25: “en el siglo XVIII (1784) decía Antonio Ponz que, tanto en el Montijo como en la Puebla, (…) hay proporción de bellísimas huertas de frutales, cáñamo, hortalizas y otras cosas. Su riego se hace con norias y el agua está muy superficial, siendo muy lucrativo dicho cultivo y de no poco recreo para sus vecinos. Estas huertas podrían extenderse por aquella dilatadísima llanura, algunas leguas antes y después de la Puebla y el Montijo, hasta Badajoz y Portugal, y haber por aquél territorio algunas poblaciones, si la lástima de las dehesas, como decía un vecino, y de los cotos no lo impidieran…” Se referían a las leyes de 1480 y 1501 que obligaban a la Iglesia y a los Concejos a no labrar las tierras para pastizales destinadas al ganado de la influyente Mesta.

Así nos relataba en 1.791 el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura sobre las 22 huertas con norias y la gran variedad de hortalizas y árboles frutales que existían en Talavera la Real por esas fechas. “Hai veinte y dos huertas que se riegan con las aguas de sus respectivos pozos con la maquina de norias y trabajo de cavallerías, en ellas se crian generalmente coles, lechugas, escarolas, coliflor, rabanos, navos, pepinos, tomates, berengenas, pimientos, cevollas, ajos, abichuelas, ervillas, guisantes, calabazas, havas, zillantro, yervabuena y peregil.
Estan plantadas de arboles que sus frutas se reducen a varios generos de ciruela, manzanas, peras, higos, albarillos, melocotones, granadas, nuezes y aceitunas; toas las quales frutas son de regular calidad y gusto y aceptadas en el pais”.

Respecto a la Desamortización de las tierras de la Iglesia y los Concejos, en el mismo libro, decíamos en la página 26 que “en 1835 se arriendan a particulares las dehesas de propios(…) el Encinar, (…) Barbaño, … algunas tierras comunales fueron vendidas en pequeñas parcelas de 2 a 4 fanegas, pasando de esta forma los antiguos comuneros a convertirse en pequeños propietarios. Estos campesinos estarán concentrados en las tierras cercanas del pueblo”. Es decir, los hortelanos arrendatarios de las huertas del Concejo y de la Iglesia pasaron a ser propietarios de las mismas.
Antes de la Desamortización de los bienes de la Iglesia y de los Concejos, el Encinar se denominaba “ejido del Encinar” y “sitio del Tejar” y Los Cercados también se llamaban “ejido de Los Cercados”, que eran bienes de propio y comunales. En la Desamortización de Mendizábal, en 1836, se procedió a la venta del patrimonio del clero regular (monjes, frailes) y de parte del secular. En la Desamortización de Pascual Madoz, en 1855, se declaraban en venta todas las propiedades comunales de los ayuntamientos, del clero regular y secular, de las cofradías, etc. A partir de entonces, aquellos bienes serían vendidos a particulares, la mayoría a los antiguos arrendatarios.
Antes de los años cincuenta el número de huertas con noria en Talavera la Real podrían llegar al centenar y de ellas veinte o treinta se podían considerar huertas de cierta relevancia.
Las aguas procedentes de los pantanos del Plan Badajoz terminaron con los riegos de los pozos y por consiguiente con las norias. La comodidad de abrir una compuerta y disponer de caudales más elevados, llevaron a los agricultores a hacer cultivos extensivos por lo que las huertas tradicionales se abandonaron en su mayoría.

DÓNDE ESTABAN LAS HUERTAS
Las zonas del pueblo donde estaban las huertas eran: en el camino del Carazo, en el Callejón de las Huertas Viejas, Tenería y carretera de la Puebla, en Los Charcos de la Puebla, en Los Cercados y Callejón de la Zorra, en el camino que va desde la Estación hacia El Gamonal paralela a la vía del tren, en los Remates, en El Encinar y el camino viejo de Barbaño.
Veamos las huertas que existían en el término municipal de Montijo y que nos ha rememorado Hermenegildo Cabañas Aunión (pedimos disculpas por tener que poner a algunos los apodos para identificar a sus propietarios).


Mapa de las Vegas Bajas editado por el Instituto Geográfico y Catastral en el año 1941. Cedido por Eulogio Acevedo Lázaro.

En el Encinar, camino viejo de Barbaño:
En el primer padrón, lado derecho, las de Blas Perón, Alonso Aunión y Juan Durán Caballero. En el lado izquierdo la Huerta Blanca, Alejandro Gragera, Francisco Barril, Juan Pozo, Pedro Gragera y Toribio Sánchez.
En el segundo padrón, lado derecho, la de Joaquín Pérez Pato. En el lado izquierdo las de Antonio Rueda, Rodrigo Pajarón, Bartolomé Gómez, Cristóbal Rodao, Amaro Ramírez, Ana González, Ambrosio Pérez, Francisco Flecha, Andrés Acevedo, Rodrigo “el Pardal”, Alfonso Gómez (los carniceros), José Moreno “el Trota”, Francisco Gómez “el Basiliso”.
En el tercer padrón, lado derecho, la de Toribio Gutiérrez. En el lado izquierdo, las de José Quintana, Francisco Cabañas, Dionisio Hidalgo, Diego Trejo, Fernando Trejo, Francisco Aunión, Miguel Aunión, Toribio Suarez, Luís Reverendo, Juan Gutiérrez, Juan “el Mandaero”, Manuel Polo “el Populito”.
En el cuarto padrón, lado derecho, las de Francisco Carretero, Miguel González “el Segaó”, Antonio Carretero, Leonardo …

En la carretera de Torremayor:
En el lado derecho, las de Pedro Gutiérrez “el de la Gregoria”, Juan Morán, Cristóbal Gutiérrez, José Gómez, Juan Navarro “el Garbancero”, “La Toledana” de Blas Martín, Antonio “Pichurrín”.
En el lado izquierdo, las de Manuel Gómez, Blas Gutiérrez, Francisco Álvarez, Manuel Piñero, “La Serapia” de José Fernández.
En el camino de la vía del tren:
La colonia de “el Muletero”, “La Bellota”, la de Vicente Parées Quirós, la de Méndez, la de Antonio Alba, la de Juan Rodríguez “Pichurrín”, la de Juana Rodao, la del “Legionario” Caldera, la de “la Tía Josefa, madre del Pipo”, la de José Palomino, la de Alfonso “el Cuquejo”, la de Juan Soltero.

En Los Cercados y el Matadero:
Las de Manuel Zúñiga, … Villalobos, Juan Gómez “Altabulla”, José Fernández, Pedro Pinilla, Félix Alcalá, familia Capote, José Flecha, Juan Flecha, hermanos Rodríguez (JOVIRA), Pedro Alarcón, Pedro González “Crecencio”, Primitivo García, Juana Centeno (al final de la calle Dos de Mayo).

En el cordel de Barbaño:
En el lado derecho, las de Plácida Almirante, Juan Almirante, Alonso Aunión de “los Cuquejos”, Juan Pozo, Juan Barríl, Andrés Guzmán, hermanos Moreno “los Trota”, Juan del Viejo Paredes “el chato”, Ana Acevedo.
En el lado izquierdo, las de Manuel Alvarado, José Torres, Gabriel del Viejo, Juan Soltero, Pedro Polo, Juan “el Mosca”, Juan Sánchez “el Colorao”, Blas Calderón, Candelo …, … Quintana, Muñoz Acevedo “el Rico Nuevo”, Francisco Aunión, Juan Aunión, la de “el Regojo”, … la Sosa.

En el Madrigal:
Las de Juan Gutiérrez y Joaquín Ruíz “el Vaquero”.

En las Dehesillas camino del Carazo:
Las de Cristóbal Mateo, Diego Bautista “el Huerfano”, Benito Almirante, Manuel del Viejo, Pedro Gómez “la Basilisa”, Ramón y Manuel Ríos “los Miserias”, hermanos Nieto “los Elías”, la de “las Fidelas”, Pedro Moreno, Alfonso Coleja, Higinio Menayo, Frasquito Pozo, Antonio Gómez, Genaro Pozo, Bartolomé García, José Gómez “Altabulla hijo”, la de “la Muletera”, Pedro Álvarez, Juan Carretero “las Mercedes”, Anastasio Molano, la del “Cacarolo”, donde hoy está la Avenida de Colón.

En Los Remates:
Las de Pedro Moreno “el Trota”, la de “la Serapia”, Pedro Trejo.

Dentro del casco urbano:
La huerta del Conde en la actual calle Conquistadores, el huerto de las monjas dentro del convento de Santa Clara, la Huerta de los Frailes y la de la familia Thomas (en la actual calle San Antonio), la Huertecilla, la de los Alarcón al principio de la calle de El Conde, en la calle Carolina Coronado en las cocheras de los autobuses, el corral de los Mate en la calle del Conde.
Los terrenos de estas huertas tenían una capacidad muy reducida, según la cantidad de agua que tenían sus pozos en aquella época. Las de mayores dimensiones podían tener dos o tres hectáreas.


CÓMO SE CONSTRUÍAN LOS POZOS
La construcción de los pozos se realizaba mediante unos marranos en el asiento, que eran de hormigón o de madera. A partir de ahí se colocaba la anilla y, posteriormente, encima de aquella se revestía de ladrillos.
El pocero más conocido en Montijo era Juan Lázaro Díaz, que nació en 1892 y vivía en la calle Santa Ana 24, junto a la carpintería de los hermanos del Viejo. En un contrato que firmó con la Comunidad de Labradores en mayo de 1924 describía como realizaba los pozos: el muro de revestimiento, lo mismo que el brocal, era un tabique de 0’28 ctms. de grueso. El brocal podía llevar un encintado de piedra de grano de 0’30 por 0’20. También se construían al lado las pilas de servicio o pilones para beber las bestias. Solían ser de mampostería mixta de piedra y ladrillo, en el lateral largo del pozo de 0’60 de ancha y la altura adecuada. En el pilón dominaba la obra de cemento para evitar las filtraciones Todo sobre cimiento de 0’50 ctms.
El enlucido del pozo era de hidráulico para el interior y de cemento al exterior. Alrededor del pozo se echaban 30 ctms. de relleno bien apisonado sobre el piso natural formando pendiente hasta tres metros de radio para que las aguas sigan la corriente y no se detengan. El brocal, después de terminada la obra, quedaba con un metro de altura. Encima del brocal del pozo de una noria, independientemente del revestimiento, se instalaba la maquinaria con sus cangilones y sus escalerillas. Estas tenían la misión de que, teniendo la misma estructura que los cangilones, no estaba revestida de chapa y por lo tanto no traía agua, y no le pesaban a los animales que tiraban de ellas, un burro o una mula.
Copiamos a continuación un estudio sobre las norias y los pozos de las huertas recogido del estudio “Huertas y norias en Talavera La Real (Badajoz). Crónicas de Talavera (página web). Grupo de Coros y Danzas “Luis Chamizo”. Sección de Investigación de la Historia y Folclore. Autores: Cristóbal Cansado y Antonio Gómez

TIPOS DE NORIAS, SU HISTORIA Y DESCRIPCIÓN DE LA MAQUINARIA
La noria es una máquina hidráulica utilizada para extraer el agua de los pozos siguiendo el principio del rosario hidráulico. Procedentes de Oriente Medio (Siria y Egipto) son traídas por los árabes a la península y heredadas por los antiguos habitantes de Talavera de ese pasado musulmán de Badajoz y comarca.
Hace bastantes años en la limpieza y profundización de los pozos de algunas norias- nos cuentan- que se encontraron arcaduces (antiguas vasijas de barro de diferentes formas). La medida de estos arcaduces es la octava parte del ánfora romana o bien los 4 litros de capacidad.
En otros tiempos, las ruedas de las norias eran de maderas duras y la cadena se hacía con atarfes o sogas a los cuales se les ataban colgados por el cuello los arcaduces.
Ya en siglo XIX comenzó a introducirse el hierro de forja y más tarde los elementos de la noria eran de fundición. La maquinaria de las norias de Talavera procedían de los siguientes fabricantes: en Badajoz estaban Antonio Gutiérrez, Miguel ¿Carrión? (en la calle Santa Lucía , en Mérida y en Zafra Fundiciones Díaz de Terán.
En las huertas de Talavera se han empleado varios métodos para sacar el agua de los pozos, el más rudimentario era la denominada grulla, también las norias de rata y las más extendidas la noria de tiro o de sangre (llamadas en Talavera norias de laterán y norias de chispa, las de laterán eran de peor calidad que las de chispa).
La Grulla o cigüeñal que consiste en un palo que bascula sobre otro vertical terminado en horquilla, que lleva un contrapeso en un extremo y una cuerda en el otro de la que pende bidón o capacho que es el utilizado para sacar agua.
Norias de Rata, también llamadas de rosario en la cual la cadena sinfín pasa en su recorrido ascendente por el interior de un tubo vertical con su extremo inferior sumergido siempre en el agua, sobre la cadena en lugar de los cangilones puede llevar bolas de trapo. Las bolas elevan el agua que ha entrado en el tubo tras la bola anterior, al mismo tiempo que aspiran el agua que entró después que ellas.
En Talavera, el Loco Ardila tenía instalada una noria de rata en la Rivera del Limonetes.
Noria de tiro o de sangre, consiste una noria de tiro en una cadena sinfín que gira sobre un tambor (también llamada rueda de agua) de eje horizontal apoyado en dos muros, en los extremos del eje hay dos cojinetes de engrase. A esta rueda se le transmite mediante un malacate, el movimiento horizontal del animal de tiro atado a un largo palo, que pasa a giro vertical mediante dos coronas dentadas cónicas. Para impedir el giro en sentido contrario en el engranaje vertical se coloca una cuña curvada de hierro llamada galga.
En la cadena sinfín van montados de trecho en trecho unos recipientes o cangilones de forma que la parte posterior de uno linda con la boca del que le precede, de tal manera que los cangilones bajan vacíos boca abajo. Al estar invertidos se dificultaba su llenado, este problema se resolvió haciéndoles un pequeño orificio en el fondo del cangilón. Al llegar a la socarrena (caldera) del pozo se sumergen en el agua, y ya boca arriba suben llenos a la superficie. El agua la vierten en el dornajo (masera) y con sus dos canaletas pasan a una arqueta o pilón. De la arqueta mediante una tubería pasa a una balsa de regulación que es la alberca. En Talavera también se construían de obra de fábrica pequeñas acequias de ladrillo y pilones.

Los pozos y norias -por su antigüedad- tienen un importante valor etnográfico y económico. Abandonadas en el campo, como viejos esqueletos de hierro, son presa fácil de ladrones y una vez robadas pasan a chatarrerías o al mercado de antigüedades.

POZOS Y RIEGO CON NORIAS

La excavación del pozo se hacía con herramientas de mano por los profesionales poceros. En Talavera tenemos dos tipos de pozos de noria, los pozos circulares y los pozos ovalados con el brocal elongado. Están revestidos de arriba abajo con fábrica de ladrillo, y algunos tienen sus escaleras de acceso para bajar hasta el nivel del agua. En el interior de los pozos ovalados se observan uno o dos contrafuertes para evitar la caída de los muros. Creemos que parte de estos pozos puedan estar construidos desde la época árabe.

Para hacer girar la noria se empleaba una bestia, bien mula o asno. Se le tapaban los ojos y para mantenerlo en el camino circular se le ataba un palo desde la cabeza al soporte de la palanca. La caballería circulaba por una plataforma o andén, de forma troncocónica y elevada del nivel del suelo, disponía de pequeñas rampas para que subieran los animales.
La alberca es el recipiente donde se acumulaba el agua, servía para regular el riego. La mayoría eran de forma rectangular aunque también las hemos visto circulares, construidas en mampostería y lucida en su interior con mortero de cemento.
El regadío en las huertas era a pie o gravedad, ya que entonces no se contaba con maquinaria para la nivelación del terreno, por lo que regar era una tarea muy trabajosa. Los cultivos hortícolas se plantaban en líneas, haciendo los surcos con el aporcador, después se preparaban los canteros cortando los machos. De la alberca se repartía el agua por las “regaeras” (regueras principales) y mediante las “tornas” se derivaba el agua a los canteros.


                                  Foto tomada de Index of/galería/fotos antiguas.
-La noria, movida por un burro o una mula, hacía surtir el chorro de agua, aunque más adelante se comenzaron a utilizar los motores, las “bombas”. De la noria caía el agua a uno o varios pilones en los que bebían los animales y desde allí se dirigía a la alberca donde se almacenaba. Desde la alberca salía el agua por la reguera maestra a inundar las tablas de los diferentes cultivos por otras regueras secundarias. Las tablas de mayor extensión eran ocupadas por el maíz, destinado principalmente a la alimentación del ganado de la huerta, y las tablas de patatas que eran más tarde vendidas con los tomates, pepinos, pimientos , melones etc… que se llevaban al mercado.
La noria para elevar el agua del pozo siempre se acompañaba de un depósito de agua llamado alberca, situada en el punto más alto de la huerta. En ella se hacía acopio del líquido elemento para su uso en el riego. Éste se hacía por la mañana temprano o a la caída de la tarde. El sistema de riego que se empleaba era el de canteros en tablas no muy anchas; tenían 6 o 8 surcos de unos 70 centímetros de ancho en las cuales se ponían toda clase de verduras o maíz, siempre en tablas ya que unas plantas necesitaban más agua que otras y el factor que ponía coto a la siembra era el agua, que escaseaba. El agua se conducía por regaderas de tierra, conduciéndola de forma manual por los azadones y zachos de los hortelanos. En las huertas había animales domésticos para alimentar a la familia, tales como gallinas, cerdos, cabras, ovejas, además de perros y gatos. Y también solía contar con tres o cuatro vacas de leche, que eran la parte principal del sustento de la familia. Se puede decir que formaban parte de ella pues se trataban con muchísimo mimo y, hasta podríamos decir, cariño. Las vacas servían también para vender su leche por el pueblo, lo que solían hacer las esposas de los hortelanos.

LAS CASAS DE LOS HORTELANOS
Las casas eran construidas por los propios hortelanos y su familia. Las tapias se construían con adobe, proporcionado por la misma tierra arcillosa de nuestra zona. Los hoyos que quedaban en el terreno después de sacar la tierra, se utilizaban para meter a los cerdos. A estos se les alimentaba con los restos de frutas, verduras y comidas de los dueños de la huerta. En otras había chiqueros. A su vez, los excrementos de todos los animales se utilizaban como estiércol, único abono para las plantas (lo que hoy se denominan huertas ecológicas). Con los cerdos se hacía la matanza, gracias a la cual se contaba con carne durante todo el año, además de gallinas, cabras y ovejas.
La distribución de las casas solía ser con un pasillo central. Las dos habitaciones delanteras eran los dormitorios, en la segunda nave a un lado había otro dormitorio y al otro la cocina-comedor con la chimenea para cocinar. Detrás estaban las cuadras y el pajar. No había retrete ni porche en la fachada delantera, aunque sí se sembraba una parra para dar sombra en verano, además de algunos árboles. Los tejados vertían a dos aguas, las tejas eran árabes y se compraban en los hornos del Encinar. Con posterioridad al siglo XVII, las paredes comenzaron a encalarse.
-Otros edificios albergaban las cuadras con algunas vacas, la mula y el macho. No faltaban las zahúrdas o cochineras para los cerdos de la matanza familiar, y a veces otra dependencia hacía de pajar o granero, aunque se solía utilizar más para esta función la troje o doblao que, en ocasiones, tenía una trampilla de acceso directo a las cuadras.
A veces, además de la vivienda de los hortelanos, había otra más residencial para los dueños de la finca, también se construía un cenador en el que se pasaban las veladas al fresco utilizando la alberca como piscina donde refrescarse. El cenador no era necesario si unos buenos nogales, las higueras o incluso algún pino piñonero daban suficiente sombra para conseguir ese rincón ameno de descanso que no faltaba en ninguna huerta.
Además de las vacas y las caballerías siempre pululaban por la huerta los perros, las gallinas, y los gallos que se guardaban para las Navidades y otras fiestas. Entre esas pequeñas celebraciones familiares de la huerta estaba la de la siembra de la patata, en ella los componentes de toda la familia y a veces los vecinos, ayudaban en la faena de cortar las patatas en fragmentos para la siembra. Casi todas las huertas tenían alguna parcela sembrada de trigo o de cebada para los animales y trillarlo en la parva suponía otro motivo de júbilo sobre todo para la chiquillería. También se reunía la familia para espanizar, que no es otra cosa que quitarle la cubierta a las panochas de maíz para después enristrarlas y colgarlas. La matanza era la fiesta doméstica invernal por antonomasia donde se realizaba esta labor con el ritual acostumbrado.
Veamos a continuación una muestra fotográfica de las antiguas huertas de Montijo que existen aún, realizada por Eduardo Carretero:


Huerta que construyó Antonio Alba, en Los Remates, en el año 1937. Después la compró Juan Rodríguez “Pichurrín”. Foto de Alonso Rodríguez Gómez.

Los techos eran de maderos y tablas, servían para colgar la chacina de las matanzas. Las tejas iban apoyadas en éstas, por lo que la vivienda no se encontraba aislada parael frío y el calor. Foto de Eduardo Ramos.

                   El tiro de la chimenea visto desde el interior. Foto de Eduardo Ramos.

                                    Cuadra de las vacas. Foto de Eduardo Ramos.

Huerta La Toledana en la carretera de Torremayor. La construyó Blas Martín en 1921, que estaba casado con Luciana, mujer orihunda de la provincia de Toledo. Foto de Eduardo Ramos.


Huerta construida por Francisco Flecha Cruz a principios del siglo XX, en El Encinar. Tenía dos dormitorios, cocina-comedor, despensa y cuadras. Hacían cebos para cazar “galleretas” con las cerdas de las mulas y las guisaban con aceite. Foto de Eduardo Ramos.

                                  Detalle del pozo por dentro. Foto de Eduardo Ramos.


Huerta de los Gómez en El Encinar con la noria delante de la casa. Foto de Eduardo Ramos.

La noria está junto a la alberca, delante de la casa. Junto a las norias se sembraban morales para producir sombra en verano a las bestias que sacaban el agua de aquella. Foto de Eduardo Ramos.
Junto a la casa se sembraban árboles frutales para el consumo de la familia, tales como naranjos, limoneros, granados, membrilleros, higueras, parras, etc.
Las labores en la huerta eran muy intensas, tanto en verano como en invierno. Trabajaba toda la familia incluidos los hijos y los abuelos. Las mujeres trabajaban más que los hombres pues además, además de las labores del campo, tenían que cuidar del ganado, lavar la ropa en los paneros, hacer las comidas en la lumbre de carbón o leña, limpiar la casa, etc. Todos los días, los niños y niñas tenían que coger frutas y pastos y llevarlos a los cerdos y a las vacas, además de otras faenas que les mandaban sus padres.
El patrono de los hortelanos es San Gregorio Hóstiense, el santo que protege de plagas y cuida los campos, por ello le construyeron una ermita en la zona más alta del pueblo: el cerro que lleva su nombre. A él dedicaban sus rezos y súplicas para que les ayudase en su supervivencia, y sacaban en procesión a la imagen que había dentro de la ermita el día 9 de mayo. Ese día todas las familias hortelanas de Montijo iban al cerro a comer, jugar, bailar y relacionarse de forma festiva entre ellos. Esa costumbre se fue perdiendo hasta que, en la primera década del siglo XX, se empezó a realizar la romería de San Isidro el día 15 de mayo y desapareció la de San Gregorio.


MEDIDAS RÚSTICAS USADAS POR LOS HORTELANOS
La fanega de marco real o de Castilla, que equivalía a 9.216 varas cuadradas, a 64 áreas, 39 centiáreas, 56 decímetros cuadrados o a 147.456 palmos cuadrados. La fanega tiene 12 celemines, el celemín 4 cuartillos, el cuartillo 12 estadales, el estadal 16 varas cuadradas y la vara cuadrada 9 pies cuadrados.
Las medidas locales en Badajoz eran:
Vara
(metros) Libra
(16 onzas)
(kilos) (Media) cántara o
arroba vino
(litros) Arroba aceite
(litros) Media fanega
(litros) Legua (6666⅔ varas)
(kilómetros)
0,836 0,460 01 8,21 6,21 27,92 5,573

Las unidades de peso mas usadas:
1 quintal = 100 libras = 4 arrobas = 46 Kg
1 tonelada = 20 Quintales = 920,16 Kg.
1 Libra = 1150 Kg.
1 arroba = 25 Libras = 11,50 Kg.
1 libra =16 Onzas = 0,46 Kg.
1 marco = 1/2 Libra = 8 Onzas = 0,23 Kg.
1 cuarterón = ¼ Libra = 0,12 Kg.
1 onza = 8 Ochavas = 16 Adarmes = 28,76 g.
1 Fanega de trigo = 94 Libras = 43,25 Kg.
1 Fanega de centeno = 90 Libras = 41,441 Kg.
1 Fanega de cebada = 70 Libras = 32,205 Kg.

Noticia de la II República.-

Durante la II República (1931 a 1936), los pequeños agricultores y hortelanos crearon una Sociedad de Pequeños Agricultores dentro de la Casa del Pueblo para defender sus intereses. Ellos no estaban en la Comunidad de Labradores pues tenían intereses muy distintos y encontrados. Crearon una Cooperativa de Consumo “Alborada” en la actual Plazuela del Barrio. Tras la toma del pueblo por los golpistas el 13 de agosto de 1936 se cerraría la cooperativa y se prohibiría la Sociedad.

MEMORIAS DE LA POSGUERRA DE HERMENEGILDO CABAÑAS AUNIÓN
Como hemos enumerado con anterioridad, en Montijo había unas 120 huertas antes de la puesta en marcha del Plan Badajoz. Tenían una superficie que iba de una a cuatro fanegas. Eran regadas por norias o pequeñas motobombas. Además, el 80% de estas fincas fueron puestas en riego con el Plan Badajoz, en la década de los años cuarenta y cincuenta, donde la hambruna en España era terrible. Durante los años del hambre, en la posguerra, las familias de los hortelanos podían sobrevivir gracias a los productos que cultivaban en sus tierras.
Los hombres y mujeres que regentaban las huertas y se embarcaban en esta aventura eran personas jóvenes, muchos de los cuales fueron combatientes en la Guerra en uno u otro bando.
Por aquellos años, los precios de las hortalizas tenían unos valores muy importantes, pues los cereales y las leguminosas, por no hablar de los productos cárnicos, sólo los consumían las clases pudientes. Además estaban intervenidas por las autoridades gubernamentales y, a raíz de la puesta en vigor de estas leyes, se fue creando un mercado negro llamado “el estraperlo”.
Los terratenientes, que eran los principales productores de estos alimentos, amasaron grandes fortunas especulando con las necesidades del pueblo. Pisando al pueblo trabajador, que era el que producía, existía un cuerpo nacional de inspectores dependientes de un organismo oficial llamado Fiscalía de Tasas, que era un organismo corrupto. Estos sujetos se dedicaban a detener y encarcelar a los campesinos que hacían sus pequeñas reservas de grano, mientras que los poderosos sobornaban a estos mafiosos para que mirasen hacia otro lado.
Como ya he comentado, debido a la falta de alimentos, las hortalizas tenían una gran aceptación y eran varias las personas de Badajoz y Mérida que compraban estos productos en cantidades regulares para después revenderlas en las plazas de abastos de dichas ciudades. En las grandes urbes, la escasez de alimentos era enorme y en los pequeños pueblos se amortiguaba el problema pues muchas familias tenían el cerdo y un bando de gallinas en el corral.
De aquellos compradores de hortalizas tengo muy gratos recuerdos, me acuerdo del nombre de alguno de ellos puesto que, a mis cortos años (tendría unos diez u once), tenía que ayudar a mis padres. Eran personas de una gran honradez, sus nombres eran: la señora Eulalia Matamoros, la señora Josefa, el señor Pedro “el Rubio”, el señor Pedro “el Tuerto”.
Este último personaje es el que más recuerdo, se hizo revendedor para poder sobrevivir, era un entusiasta de la política de oposición al franquismo, escuchaba en secreto Radio España Independiente (conocida como Radio Pirenaica), leía periódicos clandestinos y le decía a mi padre por el año 1944: “Francisco los aliados pronto van a tomar España, por eso Franco está fortificando los Pirineos con trincheras y militares”. Pero, pasado el tiempo, se le fue su gozo a un pozo ya que empezó la Guerra Fría entre las dos grandes potencias -EEUU y la Unión Soviética- y el caldo de cultivo empezó a fraguarse con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en abril de 1949.
Y esta persona seguía con sus fantasías e ilusiones, más tarde las fundaría en la Unión Soviética. Llegó una mañana y le dijo a mi padre: “Oye el periódico franquista ha dado hoy una mala noticia, dice que los americanos han inventado una bomba mucho más grande que la que tiraron en Japón”. Yo creo que se refería a la bomba de hidrógeno, que la prensa franquista anunció a bombo y platillo en plena guerra fría. Seguía diciendo: “Pero tú Francisco tranquilo que los rusos tienen los platillos volantes”.
Volviendo al tema agrícola es justo recalcar que existían 120 huertas, que yo recuerde, puede que fueran algunas más. Muchas de ellas ya no existen, pues eran fincas muy pequeñas que, cuando sus dueños fueron cesando, se fueron vendiendo en su mayoría a los vecinos de tierra sobre los años setenta. Se hizo en el término la Concentración Parcelaria y se aglutinaron muchas de estas fincas, amortiguándose un poco este minifundismo. El tamaño de las parcelas, según el Plan general, era de tipo medio: mínima de 4 a 5 Ha.
hectáreas y máxima de 8 a 10.
Pero es de justicia reconocer la labor social que en su día desempeñaron aquellas pequeñas explotaciones hortícolas. No sólo serían una tabla de salvación para sus dueños sino que surtían un mercado extenso en las grandes poblaciones. Pasando algunos años, a mediados de los cincuenta, se intensificaron los regadíos con las obras del canal de Montijo y se produjo cierto despegue económico. Pero, durante los quince años anteriores, su papel social fue fundamental.
Tengo que reseñar que el gremio de los campesinos estaba muy dividido. Alguien se encargaba de que así fuera, pues el hortelano tenía un status inferior a los labradores de secano. Aquellos eran los parientes pobres, pero cuando se generalizó el regadío se empezaron a sembrar productos que eran más rentables que los cereales de secano. Entonces se cambiaron las tornas y aquellos orgullosos labradores de secano, los que no se transformaron en regantes tuvieron que colgar los aperos e irse a buscar el pan a Barcelona o a Madrid, mientras que el antiguo hortelano tenía ventaja porque conocía mejor el oficio.
Firmado: un campesino cabreado.

MEMORIAS DE ANTONIA FERNÁNDEZ GRAGERA
Antonia nos refleja lo durísima que fue la vida de los hortelanos en la posguerra y el trabajo de las mujeres, desde bien niñas, en las faenas agrícolas…
Su padre era Rodrigo Fernández Capote (conocido como “pajarón”), que fue maestro albañil en Badajoz -donde construyó bastantes casas- y se trasladó a Montijo. Aquí se irían a vivir a la huerta propiedad de su esposa Manuela Gragera Rodríguez (1900-1991) en El Encinar. Estaba hipotecada y, para poder recuperarla, tuvieron que pagar 500 pesetas. La extensión del terreno era inferior a una hectárea y, como tenían nueve hijos, tuvieron que arrendar tierras limítrofes para poder subsistir toda la familia (vivía también con ellos una abuela).
El Encinar, por aquellos años, estaba plantado de olivos, además de huertas.
Rodrigo construyó allí una casa, el suelo era de tierra batida. Tenía una cocinita, una despensa y dos dormitorios. Detrás de la casa construyó una ampliación para que pudiesen vivir unos trabajadores; entraban por la casa.
En la huerta había una noria, la regadera alta, y un cañaveral.
Al principio de la guerra civil vino huyendo a la huerta un amigo de Rodrigo, Alfonso Vega Castillo (socialista, habían fusilado a su hermano Alejandro) y le pidió que lo escondiese. Hicieron un “zulo” en el maizal y lo metieron allí; por la noche le llevaban de comer. Algún vecino denunció el hecho a la Guardia Civil y un día se presentaron en la huerta, apuntaron a la esposa de Rodrigo con sus fusiles y le dijeron que si no le decían dónde tenía escondido a Alfonso la mataban. Rodrigo no tuvo más remedio que decírselo y los guardias se llevaron preso a Alfonso. Rodrigo sufrió por este encubrimiento dos años de cárcel. También detuvieron a Joaquín López Estrella porque hablaba por las noches con Alfonso.
El alcalde de Montijo escribió, el día 12 de agosto de 1941, al Juzgado Militar Permanente Nº 2 de Badajoz mandando informes de varios presos que se encontraban en las cárceles del país, entre ellos de Alfonso Vega Castillo (documento existente en el Archivo Municipal de Montijo, carpeta Nº 41. Correspondencia de julio a noviembre de 1941).
En la posguerra había mucha necesidad, Manuela Gragera iba a Portugal en burra, acompañada por una hija, a comprar café, tabaco, etc. de contrabando. Algunas veces las paraban los Carabineros. También iban andando a Mérida a comprar.
Por el año 1953/54 construyó Rodrigo un horno de tejas y ladrillos para obtener otros ingresos además de los de la huerta. El horno estaba en lo que llaman La Isla; el Plan Badajoz dividió la huerta pues metieron en medio una pista y un desagüe. Después amplió el edificio de la casa construyendo más dormitorios. Esa zona era muy bonita pues tenía bóvedas pintadas; se entraba por la huerta antigua pues no tenía puerta independiente.

Huerta de “pajarón”, la fachada era de ladrillo visto sin lucir. Foto de Eduardo Ramos.
Allí vivían el matrimonio, la abuela (como era muy pequeña dormía en una cuna) y nueve hijos.
Tenían una yegua, vacas, cerdos, ovejas, conejos y gallinas para ayudarse en la alimentación y vender el producto obtenido de ellos. Sembraban alfalfa para alimentar al ganado; maíz y, cuando se cosechaba, por las noches tenían que desgranarlo. Las hojas de las mazarocas las usaban para hacer los colchones.
Manuela Gragera iba todas las mañanas con la yegua a la Plaza de Abastos a vender los productos de la huerta (tomates, lechugas, pimientos, zanahorias, coles, coliflores, boniatos, manojos de alfalfa, leche, huevos, etc.). Tenían plantados árboles frutales, iba Rufino a comprarles los productos; y de vez en cuando venía una mujer de Mérida (muy bajita) a comprarles verduras. Rodrigo Fernández Capote llevaba sus productos a Mérida para venderlos a un convento de monjas.
También tenían olivos. Los hijos (varones y hembras) se quedaban zachando, regando y haciendo las faenas agrícolas desde bien pequeños. Después tenían que hacer las tejas y ladrillos y atender el horno. Cuando era el tiempo de coger aceitunas, Rodrigo iba con sus hijos a cogerlas a los olivares de Pedro Moriano junto a las cuestas de la Alcázaba. En invierno se iba Rodrigo a Guadajira a injertar, trasladándose con la yegua y acompañado por su hijo Rodrigo.
Cuando había riadas del Guadiana y La Cabrilla se inundaba El Encinar de agua y los caminos estaban intransitables para andar por ellos, por lo que llegaban con las botas llenas de barro. Para ir a Montijo la familia Fernández Gragara tenían que dar un rodeo por la huerta La Toledana.
Manuela Gragera Rodríguez en su huerta, sacando agua del pozo con la bomba de mano. Foto de Eduardo Ramos.

En las huertas no había luz eléctrica por lo que se alumbraban con carburos y candiles. Por las noches ponían el gramófono y bailaban los hijos de Rodrigo. Así se divertían. Los domingos iban los hijos jóvenes al baile de Modesto. Antonia nos cuenta que, cuando tenía diecisiete o dieciocho años, se quedaba a dormir algún domingo por la noche, en verano, en casa de una amiga. Como su padre le tenía dicho que debía estar en el horno a las 5 de la mañana, Tenía que atravesar Antonia las Eras por la noche -estaban llenas de hombres durmiendo, vigilando sus cosechas- corriendo y llorando por miedo a que alguno se propasase con ella.
La abuela hacía alfajores en Nochebuena y mataban gallos para hacer la cena de ese día tan señalado.
En una ocasión fue Rodrigo Fernández a la feria de Zafra a vender una bestia. Volvió en tren con el dinero y se dio cuenta de que dos individuos lo seguían con intención de robarle. Cuando llegó a la estación de Montijo lo esperaba un hijo, le dijo que se fuese al baño y lo esperase allí, después fue Rodrigo, le dio el dinero y le dijo que se fuese corriendo a la huerta y escondiese el dinero. Aquella noche los ladrones fueron a la huerta y abrieron la puerta para robarles, Rodrigo les dijo en la oscuridad que, si eran hombres, entrasen porque les estaba esperando. Ante esta amenaza los ladrones no se atrevieron y se marcharon.

El horno tenían que llenarlo de tejas y ladrillos a las 3’30 o 4 de la noche, dos hombres se pasaban toda la noche echando leña a la lumbre y lo vaciaban a las 11 o 12 de la mañana, todavía calientes las piezas porque no les daba tiempo a dejarlas enfriar. El padre iba a la sierra de San Pedro, con el carro, a por ramas de jara para encender el horno.
Las tejas y ladrillos que fabricaban los vendían en Puebla de la Calzada y Arroyo de San Serván. Cuando llegaba el camión tenían los varones que cargarlo de tejas y ladrillos.

María Fernández y un trabajador del horno rozando ladrillos, a finales de los años cuarenta.

Hijos de Rodrigo Fernández Capote en el horno. Delante vemos ladrillos y a la derecha tejas. Foto de SANFER.

Por el año 1961 se fue la familia Fernández Gragera de la huerta, la mayoría a la emigración de Cataluña, etc. Se quedó trabajándola Rodrigo hijo.

Los hornos del Encinar.-

El origen de esta actividad artesanal viene de la época romana. El uso del ladrillo cocido fue importado por los romanos desde el Oriente Medio (Mesopotamia, etc.) donde lo venían usando desde milenios antes.
Los sedimentos traídos por las avenidas fluviales del Guadiana, sobre todo las arcillas, y la abundancia de las aguas subterráneas, son la materia prima óptima para los hornos ladrilleros, tejares y alfareros. A ello se unía el paso de una calzada romana que unía Mérida con Lisboa. Y por esos factores en Montijo y Puebla de la Calzada existían hornos de las tres clases desde muy antiguo.
Con la llegada de los árabes en el siglo VIII se potenció muchísimo el uso del ladrillo y las tejas “árabes” por los alarifes para construir casas y obras públicas. Ellos dejaron como herencia los oficios de ladrilleros y alfareros en Montijo.

Manuel García Cienfuegos escribió en su perfil de facebook el día 3 de noviembre de 2017:
“UN HORNO DE TEJAS Y LADRILLOS
El Libro de Eclesiásticos de Ensenada (año 1753), referencia sobre la Cofradía de las Ánimas Benditas de Montijo que ésta poseía “un horno de texa y ladrillo consistente en el exido de esta villa ynmediato al Enzinal distante doszientos pasos que por respuestas se halla regulado su utilidad en mil y quinientos reales de vellón al año”. Horno que producía “tres hornadas de a diez mil piezas cada una, la mitad terjas y la mitad ladrillo, éste a precio de quarenta reales el millar, y el de aquella a sesenta de forma que produce al año mil y quinientos reales”.
Este horno de tejas y ladrillos servía para el sostenimiento económico, especialmente el de honras, misas rezadas y misas cantadas por los difuntos de la cofradía, de los que se documentaban tres a mediados del s. XVIII en el camino viejo de Barbaño, que tuvieron fama y prestigio fuera de nuestro término. Así lo confirma el pago librado por el cabildo de la catedral de Badajoz al maestro de pintor Alonso de Mures, que en 1740 recibía del mayordomo de la fábrica de la catedral “doszientos reales de vellón que importaron los colores que puso a la veleta de la capilla maior”, sus encendidos tonos rimaban con los tejados de las respectivas capillas, relucientes de tejas vidriadas, traídas de los alfares del Montijo.”
En los planos antiguos de nuestro término se reflejan en esa zona nombres como “Casilla del tejar”, situado entre el cordel de Barbaño y la calzada romana, lo que refleja la existencia de hornos. Algunos de ellos eran propiedad de los maestros albañiles.
Los que había en El Encinar eran los siguientes: el de Joaquín López “estrella”, el de Juana “estrella”, el de Manuel López , el de “chirrimpla”, el de Miguel “Boga”, el de Juan “el repeluco”, el de “el segaó”, el de Perón, el de Alonso de los Santos “petrina” (llevaba en arriendo el del maestro Cristóbal Sánchez García) y trabajaban en él Alfonso y Miguel Serrano, el de Modesto Cabezas, el de Joaquín Serrano, el de Diego Carretero y el de su hermano Miguel Carretero.

                                                    Dibujo de los hornos antiguos.

Horno de Joaquín López “estrella”. En la foto vemos a su hijo Francisco López Barril. Foto de Dámaso Estévez López.

ALGUNAS FOTOS DE HORTELANOS DE MONTIJO

Los dueños de La Toledana, Blas Martín y Luciana, en 1921.Foto tomada en el estudio de Álvaro Torres, cedida por su familia.

Simón Correa Corzo tenía la huerta cerca de la Estación. Nació el 4 de mayo de 1887 y vivió en Puebla de la Calzada. Aquí lo vemos desplazándose con su burro en los años cuarenta. Foto de Francisco Mendoza Correa.



La familia Nieto, los Elías, en los años cincuenta. Vemos a la derecha a los abuelos, que vinieron de Salamanca, y sus hijos. Foto cedida por la familia.

Juan Rodríguez “Pichurrín” desplazándose para vender con su mula “la Chaparra”. Foto de Alonso Rodríguez Gómez.

Alonso Rodríguez Gómez “Pichurrín” cuando era niño en la huerta del padre. Foto cedida por él.

              José Sánchez Amores, «reverte», con su nieto y el burro. Foto de la familia.

Los hijos de Miguel Aunión (Manuel, Olalla y Catalina) en la huerta de los padres cerca de la Calzada Romana. Foto cedida por la familia.

                         Miguel Aunión con la esposa de su hijo. Foto cedida por la familia.

Ramona Correa en su casa de la Puebla con los terneros por los años 50. Al fondo a la derecha vemos un panero para lavar la ropa. Foto de su hijo Francisco Mendoza Correa.

Francisco Flecha Piedehierro y Juan Pérez Moreno trasladando comida a la huerta para las vacas. Foto de la familia.

Jesús Carretero con los niños Maruchi, Clara, Juan Carretero, Jesús Carretero, … y Carlos Guerrero, en la huerta de José Fernández, por el Callejón de la Zorra. A la izquierda vemos a Federico, sordomudo.

                             José García Flecha arando en su huerta. Foto cedida por el.

Una matanza en la huerta de Miguel Aunión. En los años sesenta. Matando al guarro en la mesa. Foto cedida por la familia.

Rafael García Cantero, José García Flecha y su hija segando en la huerta. Foto cedida por la familia

VENTA DE LOS PRODUCTOS DE LAS HUERTAS
Desde las huertas de Montijo se suministraba de frutas, verduras y leche a Montijo, y principalmente a Mérida, productos que eran vendidos en sus mercados de abasto. El transporte a Mérida lo hacían en ferrocarril: El “siño Pedro el de la leche” -por los años cincuenta del siglo XX- recogía por la tarde la leche en la Estación y la llevaba a Mérida, donde la distribuía.
A las entradas del pueblo el Ayuntamiento colocaba a unos alguaciles o celadores para cobrar una tasa o un peaje a aquellos que venían a vender sus productos alimenticios, entre ellos los de la huerta.
Como en Montijo no existió un Mercado de abastos hasta el año 1932, anteriormente se vendían los productos de las huertas en las plazas públicas. La primera fue la actual de Cervantes, donde estaba la iglesia de San Isidro, antes de existir la parroquia de San Pedro y la Casa de la Encomienda. Posteriormente se trasladaron a la Plaza Mayor, hoy de España, hasta que en 1866 se plantaron unos árboles y el Ayuntamiento trasladó el mercado de frutas y hortalizas a la Plaza de Herradores, hoy de Cipriano G. Piñero.
En el libro “Cien años de cultura en Montijo” decíamos en la página 38 que en el año 1922 el abasto seguía en la plaza de Cipriano G. Piñero “ en el santo suelo asientan sus reales varias tablajeros (…) otros que aportan en costeros (…) las múltiples frutas y bacharolas de dilatadas huertas”.
Para evitar esas molestias y que no tuviesen que estar a la intemperie el Ayuntamiento habilitó en los años veinte del siglo XX la casa de los Bérriz en la Plaza de la Constitución, hoy de España, para que vendiesen los productos alimenticios (carnes, pescados, frutas y hortalizas), pero era pequeña para las necesidades que había. Para solucionar el problema la Gestora Municipal pidió una subvención al Gobierno, durante la dictadura de Primo de Rivera, con el fin de construir una plaza de abastos. En una Revista de Ferias provincial del año 1929 leemos en la página 40: «muy en breve comenzarán las obras del nuevo cuartel de la Guardia Civil y la plaza de abasto”. Se construyó en 1932 durante la República.

Los hortelanos que se dedicaban al comercio de los productos de las huertas por los años cincuenta eran Juan “el Loco”, Manolo Concepción, la “siña Francisquita”, entre otros.


En esta foto de los años veinte vemos, abajo a la derecha, a hortelanos con sus burros en la plazuela de Las Cocheras, donde después se construyó la Plaza de Abastos. En la parte superior vemos la alameda que existía junto a la carretera que iba de la Estación a la Puebla (hoy calles Reina Mª Cristina y Concepción Arenal). Foto de Tomás Durán.


                                 La Plaza de Abastos en los años cincuenta. Foto de VISAM.

                 Vendedoras de la Plaza de Abastos en los años 30. Foto de Paqui Acevedo.


Vendedoras de leche en la Plaza de Abastos en los años cincuenta. La que está echando la leche a la derecha era Manuela Gragera Rodriguez. Foto de Pedro Juan Anión Jaén.

Verduleras y alguacil en la Plaza de Abastos. Parte del álbum de la colección del fotógrafo Vicente Sánchez Melara, VISAM, «Caramelos Mi Ciudad».


           La plaza de abastos en el verano de 1991. Foto de Francisco Romano Lechón.


LOS EFECTOS DE LOS PRODUCTOS QUÍMICOS EN LAS VEGAS BAJAS
Tras el final de la guerra civil, el 26 de diciembre de 1939 se promulgó la “Ley de Bases de Colonización de Grandes Zonas Regables”. En octubre ya habían creado el Instituto Nacional de Colonización.
En diciembre de 1945, el dictador Francisco Franco visitó la zona del Canal de Montijo. El día 23 de diciembre de 1949 se dictó un Decreto del Ministerio de Agricultura por el que se aprobaba el Plan General de Colonización de la zona regable del canal de Montijo. En ese año se inauguró un tramo del canal. A partir de entonces las huertas comenzaron a regarse mediante las acequias que distribuían el agua de la presa de Montijo, perdiéndose poco a poco el uso de las norias. En 1951, dada la poca efectividad del plan de 1949, comenzó a redactarse el llamado “Plan de obras hidráulicas, colonización, industrialización y electrificación de la provincia de Badajoz” (Ley de 7 de abril de 1952), más conocido como “Plan Badajoz”. Desde el año 1955 a 1960 empieza a funcionar el Plan con sus riegos completos. Entonces se terminará con el problema del factor agua, que antes había sido limitado.

Inauguración de un tramo del canal de Montijo Fotos de Isabel Capote Rodríguez tomadas por VISAM.
Las aguas procedentes de los pantanos del Plan Badajoz terminaron con los riegos de los pozos y por consiguiente con las norias. La comodidad de abrir una compuerta y disponer de caudales más elevados, llevaron a los agricultores a hacer cultivos extensivos por lo que las huertas tradicionales se abandonaron en su mayoría.
Los agricultores eran labradores de secano y desconocían las técnicas de regadío. Al principio no veían con buenos ojos los riegos. El I.N.C. trajo colonos de la vega de Granada, de las huertas de Murcia y Valencia, para enseñar a cultivar con riego las tierras de las Vegas Bajas, ya que ellos lo habían aprendido de los árabes. Consistía en el riego por cadeneta (para aquellos cultivos que lo permitían) y era un sistema de tablas de más surcos, con ello no había que introducirse a regar torna a torna por canteras, sino que éstas se encadenaban a partir de un segundo o tercer riego cuando la planta ya estaba habituada. A partir de ahí había que empezar a nutrir las tierras con abonos químicos y a tratar con insecticidas, principalmente el Metasystox. El Metasystox-R es un insecticida polivalente de acción sistémica, eficaz contra los pulgones y otros insectos chupadores. Se compone de Metil Oxidemeton 25% p/v (250 g/l). Lo vendía BAYER HISPANIA, S.A. Es sumamente peligroso. Algunos trabajadores murieron debido a este producto venenoso, como los montijanos Manuel Barroso León, Luís García “Pichagorda” y Cipriano Alberto Pujante “el Alemán”. Estuvo muy enfermo Miguel Naranjo que era encargado en la empresa AGRESA.
También se usaba el DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) de forma abusiva. Leemos a Raúl Alzogaray en “Ahí viene la Plaga y Otras Historias de Venenos”, Colección Ciencias Biológicas de Santillana: Los éxitos alcanzados por el DDT al emplearse para eliminar plagas en el campo, para combatir nubes de insectos portadores del paludismo, fiebre amarilla y otras enfermedades, fueron espectaculares. Sin embargo, los estragos provocados por los insecticidas en el medio ambiente fueron enormes. Uno de los problemas del uso de estas sustancias es que no sólo matan a la especie que se desea eliminar, sino que afectan también a las otras especies del ecosistema. Así, en distintas regiones se han eliminado, junto con las plagas, pequeños insectos, abejas, pájaros, gusanos, etc. A medida que transcurrió el tiempo, con el uso persistente del DDT, la situación se agravó, ya que las especies se fueron haciendo resistentes y cada vez resultó más difícil eliminarlas. Para completar el cuadro se descubrió que la acción del insecticida persistía en plantas y animales, afectando al hombre cuando las consumía (…) La opinión pública empezó a mirar al DDT con malos ojos en 1962, como consecuencia de la publicación de “La primavera silenciosa”, de la bióloga estadounidense Rachel Carson. Este libro es una apasionada advertencia acerca del peligro que representa la contaminación ambiental para la vida en la Tierra (…) A diferencia de otros insecticidas actualmente en uso, que en pocos días son degradados por la humedad, la luz del sol y los microbios, la vida media del DDT en condiciones ambientales puede alcanzar los veinte años. Esto significa que si se aplica un kilo de DDT sobre un campo, al cabo de dos décadas todavía habrá en el ambiente medio kilo de insecticida; y después de cuarenta años aún habrá 250 gramos (…) La aplicación desmedida de DDT eliminaba a los insectos que no eran resistentes; los resistentes, en cambio, sobrevivían y se iban haciendo cada vez más numerosos. Llegó un momento en que el DDT dejó de ser efectivo. Se siguió usando, pero ya no mataba los insectos como antes. Las enfermedades transmitidas por insectos volvieron a los niveles previos al uso del DDT y en algunos casos los superaron. Con las plagas agrícolas pasó lo mismo (…) Un aspecto del DDT que siempre ha preocupado y está lejos de haber sido comprendido es el de sus efectos a largo plazo sobre la salud humana.
Sobre el año 1965 comenzaron a usarse los tractores y se empezaron a roturar las tierras más profundamente, además de utilizar los abonos químicos más irracionalmente, sin control ni información adecuada ya que las casas suministradoras lo que deseaban era vender la mayor cantidad posible.
En los años setenta los fitosanitarios comenzaron a desarrollarse ampliamente y empezaron a llegar productos que siempre contenían en sus prospectos indicaciones de que no afectaban a la fauna. Se empezaron a usar herbecidas que, lo mismo que los fitosanitarios, señalaban que no afectaban a la fauna ni a la flora autóctona.
Sobre los años ochenta se impuso otra forma de riego, que ha sido de las más baratas y mejores que hemos tenido. Consiste en una gama ancha de polietileno (PVC) y en cada surco dejaba libre una abertura para controlar el riego. Los nutrientes químicos se siguen utilizando sin control alguno, igual que los insecticidas, y se empiezan a usar también herbicidas. Los fabricantes insisten que son inocuos a la fauna y la flora. Comienza ahora una guerra entre las multinacionales del sector y del de las semillas híbridas o transgénicas.
En los años noventa se empezó a poner en marcha el sistema de riego por goteo que, con el paso de los años, se ha ido consolidando y perfeccionando, debido al aumento de las producciones y a que permite trabajar muchas hectáreas con pocos trabajadores. Estos riegos necesitan de motobombas o de bombas eléctricas de presión, lo que encarece muchísimo el riego. En el transcurso de los años noventa y en la primera década este siglo, se pusieron en marcha, a través de la administración y de la red de cooperativas, una forma de racionalizar los usos de abonos químicos, insecticidas y herbicidas para beneficio de las tierras y de los agricultores. Las llamadas ATRÍA (Agrupación para Tratamientos Integrados en la Agricultura), que consistían en contratar a un técnico agrícola, un perito, que era independiente de las casas proveedoras de materias primas y que sirvió para racionalizar bastante los usos de insecticidas y nitratos, principalmente. Concedía atrías del tomate, del maíz, etc.
La guerra entre las multinacionales del sector ha ido desapareciendo, ya que se han ido fusionando y concentrando, siendo la segunda más grande -ya que maneja tanto semillas como insecticidas, herbicidas y fungicidas- el conglomerado químico DuPont. Comercializa desde semillas resistentes a las sequías, insecticidas, pasando por biocombustibles o ingredientes para la nutrición, hasta materiales sintéticos como el kevlar o el nylon. Tras Monsanto, es el segundo productor mundial de semillas genéticamente modificadas.
En estos últimos años también ha cambiado la forma de abonado, desde sólido a líquido que se inyecta dentro del riego por goteo.
Y así hemos llegado al día de hoy, donde han desaparecido muchas de las especies de pajarillos que vivían de los insectos que también servían para regular las plagas tales como la calandria, el bobillo (abubilla), la chuchurría está en fase de extinción, la alondra real (pájaro precioso y curiosísimo, ya que remeda con su trino a cuantos pájaros cantan en el campo), el herrerillo, la codorniz prácticamente está extinguida, la golondrina también, así como la rabiosa, el pardal de viñita, el cernícalo primilla cada vez tiene menos colonias, cada vez vemos menos mochuelos, la abubilla lo mismo, el lagarto reptil prácticamente ha desaparecido, la coruja, la triguera (que es un pájaro precioso que anida en el campo en la primavera) cada día hay menos, la abeja va teniendo muy serios problemas.
Las aguas de las Vegas Bajas están todas prácticamente contaminadas, tanto los acuíferos como las aguas fluviales. Con los abusos de los nitratos, herbicidas y todo lo que en un espacio temporal de cincuenta y cinco años hemos hecho la sociedad llamada de progreso ha provocado que los animales han desaparecido o están a punto de hacerlo, como las especies de río como el pejerrev, el sábalo, la colmilleja o lamprehuela, la pardilla, la anguila, el jarabugo, el espinoso, la lamprea de río, la lamprea marina, el fraile, el tanguito verde, las ranas, …
Las tierras están cada vez mas mineralizadas, ya que no se hace aporte orgánico alguno. Las políticas seguidas en estos últimos años han hecho desaparecer la cabaña ganadera, sobre todo la vaca de leche que era una pieza fundamental en muchísimas explotaciones de riego.
Conclusión
No estamos hablando del pasado, sino del futuro pues las huertas ecológicas tendrán cada vez más mercado si las sabemos trabajar y comercializar.
En el norte y centro de Europa hay ya mucha demanda de estos productos ecológicos…
Las grandes superficies nos venden productos transgénicos dañinos para la salud…
Las Vegas del Guadiana son inmejorables para producir frutas y hortalizas ecológicas…
Ya hay ejemplos muy interesantes en Extremadura:

Ahora se pretende montar un Mercado Hortelano en Montijo….

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
-Aragonés, Elena. SITUACIÓN ACTUAL DE LA HUERTA DE ZARAGOZA Y SU ENTORNO. Ebrópolis. Zaragoza. Agosto 2010.
-Bertrand, M. y Cressier, P.: Antiguos sistemas de irrigación en el valle del Andárax (Almería). Actas del I Congreso de Arqueología Medieval Española, Huesca, 1985. Edit. Diputación General de Aragón.
-Box Amorós, Margarita. EL REGADIO MEDIEVAL EN ESPAÑA: EPOCA ARABE Y CONQUISTA CRISTIANA. Instituto Universítario de Geografia. Universidad de Alicante.
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-Caro Baroja, J.: «Norias, azudas y aceñas» y «Sobre la historia de la noria de tiro», en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, XI, 1954.
-García Cienfuegos, Manuel. Montijo, notas de interés histórico (XVIII-XIX). Gráficas Moreno. 1983.
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Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Volumen 14. Número: 337. 2010.
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-Molano Gragera, Juan Carlos. Artículo en la Revista de Ferias de 1984 denominado “Árabes, mudéjares y moriscos en Montijo desde el 713 al 1610”.
Molano Gragera, Juan Carlos, Fernando Muñoz, José Antonio Marí Millán, José María Duque. Cien años de cultura en Montijo, editado por la Agrupación del PCE. Imprenta Moreno. 1978.
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-Valle Buenestado, Bartolomé. LA HUERTA DE CABRA, PAISAJE ROTO. Papeles de Geografía. Universidad de Córdoba






Juan Carlos Molano Gragera
Juan Carlos Molano Gragerahttp://historiasdemontijo.com
Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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Cuando estudié la carrera de Ciencias Políticas, en la Universidad Complutense, durante los años 1968/72, tuve algunos maestros como Antonio Elorza Domínguez o Juan Trías Vejarano que me enseñaron a investigar en los archivos para elaborar aspectos de nuestra historia. Aquella semilla se fue desarrollando desde finales de los años setenta cuando volví a vivir a Montijo y continúa viva hasta el día de hoy. Espero continuarla hasta que me fallen las fuerzas y la vista. Y me gustaría que se siguiese leyendo después de “pasar a mejor vida”.

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