En el año 1229 conquistó el rey católico leonés Alfonso IX la ciudad de Mérida y su comarca, incluida la alquería (al-qaria en árabe) de Mentissa, a la que los repobladores leoneses le denominaron El Montixo (de montículo), expulsando a los árabes que vivían en ella desde hacia cinco siglos.
El rey donó inmediatamente Mérida y sus aldeas a la Orden de Caballería del Señor Santiago de la Espada, los Frates de Cáceres que fueron fundados en 1170. Los sectores dirigentes de Castilla y León en aquellos siglos eran exponentes de ideas racistas y xenófobas contra los árabes a los que llamaban despectivamente “moros” (los moros proceden del norte de África, que no son beréberes o amazigh, pero los que habían encabezado la conquista de la península en el siglo VIII eran árabes que provenían de Siria, Jordania o Yemen. Y traían como fuerzas de choque a los beréberes o amazigh del norte de Africa).
Tenemos que recordar, para que no se olvide, que la historia de la humanidad es la conquista, por pueblos más poderosos o mejor armados, de territorios habitados por otros con el fin de apoderarse de sus tierras, ciudades, riquezas y materias primas. Y eso continúa con las guerras de la actualidad.
Las verdaderas razones de los habitantes del norte de la península para conquistar Al Andalus eran apoderarse de sus tierras, ciudades y riquezas, que eran más prósperas que las del norte. Y para ello había que eliminar o expulsar a la élite dirigente: los árabes. Después se buscaron justificaciones como la defensa de “la verdadera religión” contra los paganos, los infieles, los herejes, etc. Y ese era el verdadero objetivo de aquellos caballeros leoneses al fundar en Cáceres la Orden del Señor Santiago de la espada. El apóstol Tiago el Mayor había predicado en vida el amor y la fraternidad entre los hombres, pero once siglos después los Fratres lo convierten en Santiago Matamoros, “Santiago y cierra España”. La lucha contra los infieles era la excusa.
Emblema de la Orden, la cruz-espada, símbolo de la extensión del catolicismo mediante la violencia y la dominación sobre los que seguían otras ideas. Foto tomada de Wikipedia.
Pendón primitivo de la Orden donde se representa al apóstol montado a caballo y luchando con una espada y una cruz. Foto tomada de Wikipedia.
Como explica muy bien el documento de fundación de la Orden: «Y los dichos caballeros viendo el gran peligro que estaba aparejado a los cristianos, inspirados por la gracia del Espíritu Santo, para reprimir a los enemigos de Cristo y para defender su Santa iglesia, hicieron de sí muro para quebrantar la soberbia de aquellos que eran sin fe y pusieron la cruz en sus pechos a manera de espada, con la señal é invocación del bienaventurado Apóstol Santiago y ordenaron que desde en adelante no peleasen contra cristianos, ni ficiesen mal ni daño a sus cosas y renunciaron y desempararon todas las pompas mundanas, y dejaron las vestiduras preciosas y la longura de los cabellos y todas las otras cosas en las que hay mucha vanidad y poca utilidad y prometieron no ir contra aquellas cosas que las Santas Escrituras defienden y de lidiar siempre contra los paganos por tener a Dios aplacado cerca de sí y de vivir ordenadamente por la Ley Divina”.[1]
Una Carta Privilegio del rey leonés del 2 de abril de 1275 entregaba a la Orden las aldeas de Mérida, repobladas por gallegos y leoneses. Daniel Rodríguez Blanco nos describe[2]:
“¿Cuales eran los lugares con seguridad poblados en el momento en que los santiaguistas ocuparon este territorio?… Por noticias antiguas y la misma toponimia se sabe que en … la comarca de Mérida: Lob6n, Aljucen y Montijo…
Muchos lugares de musulmanes fueron abandonados a raíz de la conquista, como es el caso de Montijo, que cita Moreno de Vargas, además del elemental proceso de despoblaci6n que debió sufrir una zona sujeta durante los 50 años anteriores a razzias casi continuadas de ejércitos cristianos…” Pero no es cierto que estas alquerías se quedasen despobladas pues en Al Andalus no todos los que la poblaban eran árabes. Gonzalo Escudero, profesor de Historia de la Universidad Complutense, explica que “la situación en el valle del Duero tras la caída del reino visigodo se había interpretado como un yermo demográfico. Son las célebres tesis “despoblacionistas”, las cuales aseguraban que la invasión islámica, la revuelta de los beréberes asentados en este espacio y la creación de un “desierto estratégico” por parte de los líderes asturianos provocaron que esta área se caracterizase por una carencia de comunidades campesinas que posteriormente, con la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, habría sido “repoblada”. Por otra parte, el desarrollo de la arqueología y su paulatina inclusión en la historiografía permitió demostrar que, entre la caída del reino visigodo y el posterior avance expansivo de los contingentes leoneses y castellanos, no existió un vaciamiento poblacional que configurase un “desierto” en este espacio. De esta forma, a lo largo de la década de los ochenta del siglo XX, el debate sobre el vaciamiento demográfico total de la meseta del Duero durante la Alta Edad Media fue poco a poco superándose tras la comprobación de la existencia de una continuidad.”
Alfonso Bullón de Mendoza dice[3] que por el año 1213 se sublevaron los musulmanes españoles que vivían en Al Andalus contra los almohades que eran muy fanáticos. “Recordemos que los habitantes de Al Andalus eran en su mayoría muladíes (muwallad, renegados en español), es decir, descendientes de los hispanorromanos y visigodos que se habían convertido al Islam” (página 46). Con la llegada de los castellanos-leoneses muchos árabes huyeron a Andalucía “aunque una minoría importante quedó como mudéjares” (página 50).
Es decir, que la mayoría de la población que vivía en la España dirigida por los árabes desde el siglo VIII no eran de esa raza; estos tenían la hegemonía del poder pero los descendientes de los romanos y visigodos vivían con ellos, se casaban con ellos y escalaban puestos en esa sociedad. Muchos de los naturales del país se convirtieron al Islam, pero otros conservaron su fe cristiana y vivieron como sometidos. A estos pertenecían los romanos, gallegos, castellanos, aragoneses, godos, etc. La gran masa de la población musulmana en Al Andalus estaba constituida por los hispanos convertidos al Islam. Recibieron el nombre de muladíes, adquiriendo el grado de mawlas o protegidos de los musulmanes originales. Muy pronto surgieron tensiones entre los muladíes, que se sentían musulmanes de segunda clase, y los árabes, sus señores protectores. El otro grupo de naturales de la península eran los mozárabes, que se mantuvieron fieles a su religión cristiana. A pesar de esto, poco a poco fueron adoptando el árabe y las tradiciones orientales aunque con influencias de su propia cultura, creando una sociedad paralela que se definió con el nombre de mozárabe. Por las fuentes árabes se deduce la existencia de importantes comunidades cristianas en Mérida. En momentos de tensión política los mozárabes se adhirieron a sus hermanos de raza, los muladíes, más o menos islamizados.
Juan Antonio Pacheco Paniagua relata[4] que el geógrafo al-Idrísí (1099-1166) describe que “Entre las dos ciudades de Badajoz y Mérida hay un fuerte a la derecha yendo hacia Mérida”, se refería a Lobón cuyo castillo existía en tiempos de Al Ándalus. Nuestra comarca pertenecía a la Kúra (demarcación jurídico-administrativa) de Mérida.
Bruno Franco Moreno nos dice[5] que las al-qarias, asentamientos rurales, se encontraban en zonas cercanas a las vías de comunicación y próximos a las vegas del Guadiana; “el elevado número de este tipo de habitat en la región, así el anónimo denominado como Dikr o Crónica Anónima, viene a cifrar en más de 3.000 las alquerías de la küra de Màrida, «unidas entre sí por plantaciones, arboledas, olivares, viñedos y todo tipo de árboles frutales». Muchas de esas al-qarias están sin identificar por el momento. Algunos historiadores dicen que los árabes le pusieron Mentesa. El monte en árabe es al-Yabal.
La aldea de El Montixo se convirtió después de la conquista de los leoneses en núcleo poblacional de la Orden de Santiago en el último cuarto del siglo XIII, igual que la Aldea del Rubio situada frente a Lobón al lado del Wadi Ana (el río Anas, palabra que deribó en Guadiana). Dice Pablo Iglesias Aunión[6]: “Montijo nació y creció realmente bajo el espíritu santiaguista”.
Los Maestres de Mérida eran los que tenían jurisdicción sobre estas aldeas, no había aún Comendadores. El Concejo de la villa de Mérida tenía fuero desde 1327 sobre los habitantes de sus aldeas, entre ellas la de El Montixo. Según Luís José Garraín Villa[7]: “…La Orden ya tenía la plena posesión de la totalidad de la ciudad de Mérida. El día 15 de agosto del año 1235, le fue concedido el Fuero en el Capítulo General celebrado en Santiago de Compostela, por el Maestre don Pedro González y el Arzobispo de Santiago don Bernardo, y a partir de entonces comenzó a ser considerada como Encomienda.
Mediante una bula del papa Alejandro IV suscrita el 4 de marzo de 1256, se consideraba como propiedad de la Orden “por derecho de conquista y en virtud de las referidas donaciones las localidades de Mérida,…Se fueron creando las Encomiendas para distribuir la administración de los recursos, gobernadas por un comendador que disfrutaba de los beneficios originados por la agricultura y la ganadería. Residían obligatoriamente en sus casas fuertes y cada una debía aportar un número de lanzas de armas para el servicio de la Orden, en función de las rentas que producía.”
Y de esta forma se crearía la Encomienda del Montixo.
¿Pero por qué construyeron los Comendadores montijanos de la Orden su casa fuerte en aquel lugar? Porque, cuando tomaron posesión de la aldea de El Montixo en 1230, esa plaza era el centro urbano de la misma, seguramente habría allí una casona que habría pertenecido a alguna familia rica árabe y antes a otra visigoda, etc.
Al derribarse el palacio de los Condes en el año 1975 y hacer los hoyos para construir los cimientos de los pisos del Conde aparecieron unas tumbas del período calcolítico con unos ajuares funerarios. Una olla de barro se conserva expuesta en el ayuntamiento de Montijo donada por al Aparejador que dirigía la obra. El Calcolítico o Edad del Cobre abarcó aproximadamente entre el 3.000 y el 1.500 antes de Cristo, y en ese período vivieron personas en el lugar donde hoy se asienta la Plaza de Cervantes.
Antes de la llegada de los romanos habitaban esta comarca tribus celtas cempsi.
En la misma plaza aparecieron en una casa piezas romanas, lo que indica que habría allí alguna población de esa época. Tito Livio (59 a. C.–17 d. C.) la denominó Mentisa[8].
Dice Bernabé Moreno de Vargas[9]: “Hallose en la villa del Montijo rastros y ruinas de edificios del tiempo de los godos; de ellos es el admirable pozo de agua que tiene en la plaza. Ansimismo los son dos piedras de entierros que están en la iglesia de San Isidoro…”, dos visigodos arrianos que murieron en el año 566.
Los godos llegarían a nuestra comarca a finales del siglo IV o comienzos del V. Según las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Torreáguila, a finales del siglo IV construyen allí una iglesia cristiana. El reino visigodo de Toledo, y dentro de él la aldea del Montijo, era cristiano arriano hasta el año 580 en que el rebelde católico Hermenegildo, que traicionó a su padre el rey Leovigildo, conquistó Emérita Augusta y sus tierras; Hermenegildo vivía en Híspalis (Sevilla) porque su padre lo había nombrado gobernador de la provincia Bética, su esposa, la princesa franca Ingundis, era católica. Leandro, obispo católico de Sevilla, y su hermano, el filósofo Isidoro[10], jugaron un importante papel en la conversión de Hermenegildo, que ambicionaba ser rey de la Bética. La influencia de estos dos destacados andaluces fue clave para que Hermenegildo se rebelara desde Híspalis contra su padre y adoptara el catolicismo como instrumento político frente al arrianismo, religión oficial entre los visigodos y que negaba que Jesucristo fuera Dios.[11]
Emérita Augusta había sido uno de los focos fundamentales de la rebelión de Hermenegildo contra su padre en el 580, cuando la tomó Leovigildo, a los dos años, trató por todos los medios que el obispo metropolitano Masona (uno de los personajes más ricos e influyentes de la ciudad) se convirtiese al arrianismo, pero no lo consiguió. Ante su resistencia a colaborar con el rey lo desterró, por ser adversario político no por católico. Leovigildo no fue un perseguidor de católicos pues lo que intentaba era la unificación del reino.
Posteriormente el rey Recaredo declaró el catolicismo religión oficial en el año 589. Hubo varias revueltas de los arrianos pero, sometidos los rebeldes, Recaredo comenzó con una quema de libros acerca de las enseñanzas de Arrio sin precedentes. El rey excluyó a los arrianos de los cargos públicos y se hicieron algunas conversiones forzosas. Suprimió la organización eclesiástica arriana y debió hacerlo bien, ya que después de este episodio nadie volvió a sacar el arrianismo a relucir. Los hispanorromanos que vivían en el reino godo sí eran católicos, los arrianos les permitían practicar su religión y tener algunas iglesias. Pero cuando se declaró el catolicismo religión única del reino de Toledo persiguieron a los arrianos de forma violenta.
Seguramente habría en la actual Plaza de Cervantes de Montijo alguna pequeña basílica visigoda y alrededor de ella se enterraban los montijanos del momento.
Dice Juan Serrano Pascual[12] que “Las lápidas, posiblemente, se encontraron o bien en el mismo solar donde quedarían restos de alguna iglesia visigoda anterior al asentamiento de los árabes (se han encontrado fragmentos de cerámica visigoda en sus alrededores), o bien procedían de Torre Águila…”
Germán Rodríguez Martín nos cuenta[13] “Los datos que poseemos… los restos de una vivienda, localizados por nosotros mismos, en las inmediaciones de dicha iglesia (San Pedro), nos hablan a las claras de la presencia en dicho cerro de una villa con su respectiva necrópolis, origen de la Encomienda de Montijo y embrión del futuro pueblo…”. El mismo arqueólogo dice[14] “Si nos centramos en las noticias más antiguas del poblamiento de la villa de Montijo, habría que elevarla a la época visigoda…”.
Existían por entonces los Comites Civitatis que eran los encargados del gobierno de las ciudades, ¿habría uno en Montijo?
En el siglo VIII fue tomada la aldea por los árabes pero continuó habiendo población hispanorromana y visigoda. Dice Bernabé Moreno de Vargas –exponente también de los dirigentes castellanos del siglo XVII-, en la página 458 del libro citado, que “Duró esta población de moros llamada Montijo hasta el año 1228 (sic) que se ganó Mérida y entonces se despobló, porque los moros de los lugares pequeños huyeron…”.
En la página web Andando por España www.nuevoportal.com leemos: “Con la decadencia del Imperio romano y la invasión posterior de los godos y visigodos éstos aprovecharon las antiguas villas romanas para construir alquerías y Ermitas. De esta época se han encontrado restos en Montijo como un pozo situado en la plaza principal, que dio origen al escudo de la villa y dos lápidas sepulcrales del año 556, procedentes, posiblemente de una basílica hispano-visigoda cercana, que se conservaban en la primitiva iglesia de San Isidoro, originaria del siglo XIII. Otros restos visigodos han sido aflorados en Las Peñitas, y en Los Paredones, cerca de Torre del Águila… Desde un primer momento la población de Montijo quedó inmersa en el territorio perteneciente a la Orden de Santiago, en el partido de Mérida, que contaba con 23 pueblos y era el mas extenso y poblado.” Porque no se había despoblado del todo y porque tenía muy buenas tierras para la agricultura. No tiene pues nada de extraño que en la actual plaza de Cervantes hubiera una casona de alguna familia prominente de aquellos españoles musulmanes o de un al-qadi o alcalde de la alquería (al-qaria). La palabra alcalde viene del árabe y significa el juez. Yo escribí en la revista de Ferias de 1984 “la Casa de la Encomienda se construiría sobre una antigua torre árabe-visigoda” (página 97), “En Lobón existía una fortaleza árabe, que describiría el visitante Al-Idrisi en 1147 y que debió levantarse durante Abderramán II” (página 99).
¿Pero desde cuándo hubo Comendadores en Montijo? Daniel Rodríguez Blanco investigó[15] que en tiempos del Maestre de Mérida Pelay Pérez Correa, en 1271, se produjo un movimiento de los Comendadores contra aquél por los gastos excesivos que les obligaban a poner impuestos especiales a sus vecinos. Lo que quiere decir que ya había Comendadores en esta comarca. En el año 1274 hubo un Capítulo General de la Orden en Mérida al que asistieron los Comendadores de la comarca. Si la iglesia de San Isidro se construyó a finales del siglo XIII sobre la ruinosa ermita visigoda seguramente era porque ya había un Comendador en Montijo. Bernabé Moreno de Vargas dice[16] que en el año 1389 era comendador del Montijo Fernán García, el primero que él cita. En el Archivo Hist6rico Provincial de Badajoz se encuentran los libros de los Visitadores de la Orden de Santiago desde 1480; hay una serie bastante completa en el tiempo. La historiadora Aurora Ruiz Mateos[17] publicó su libro basándose en los informes de los visitadores de la Orden a Montijo. Tomamos los siguientes datos: Juan Chacón, primer Comendador que consta documentalmente (no quiere decir que fuese el primero en la historia) en los libros de visitas de la Orden de Santiago, de Montijo y Lobón, construyó la casa-fortaleza en el primer tercio del siglo XV con una torre, símbolo de autoridad pero que no tenía un valor defensivo. Pensamos que la casa se construyó sobre otra que existía con anterioridad, cuyo propietario árabe había tenido que huir al sur y cuya huerta tenía una extensión de unas dos fanegas de tierra.
La Casa se construirá en el punto más elevado del montículo, con mayor dominio visual desde su torre, y el más saludable. Alrededor de este centro de poder que era la Plaza pública o de la Encomienda se construirán la iglesia, la Silera, la Alhóndiga o Pósito, etc. En la casa vivieron los comendadores Juan Chacón (marqués de Villena y valído de reyes) y Fernando de Arce (que trabajó primero de secretario de aquél, fue también secretario de reyes y miembro de una embajada diplomática que fue a ver al Papa a Roma; era el padre del famoso Doncel de Sigüenza Martín Vázquez de Arce).
Tumba del Doncel en la capilla de San Juan y Santa Catalina de la catedral de Sigüenza. Foto tomada por J.A. Padilla.
En el epitafio de la tumba del Doncel luce, y nos recuerda la granada juventud en que muere y el dolor de su padre al recoger la destrozada animosidad de su vástago “… cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arze su padre, y sepultólo en esta su capilla…”. A finales del siglo XV el Cabildo donó la capilla a la familia de los Arce, que aquí dejaron sus cuerpos bajo numerosas lápidas y estatuas. Los fundadores fueron don Fernando de Arce, comendador de Montijo, y su mujer doña Catalina de Sosa, quienes reposan en enterramiento exento en el centro de la capilla, frente a su altar mayor. Murieron a comienzos del siglo XVI. El hijo de ambos fue don Fernando de Arce obispo de Canarias, que construyó un magnífico enterramiento-mausoleo en estilo plateresco, y él mismo se encargó de hacer construir el mausoleo y estatua de su hermano don Martín Vázquez de Arce, “el Doncel muerto en la guerra de Granada”.
En el interior hay varios enterramientos, destacando en el centro del panteón el mausoleo, de estilo renacentista, de los padres del Doncel, sostenido por leones y con estatuas yacentes de ambos, la cabeza de ella sobre un cojín, la de él sobre laureles, indicando que murió guerreando.
Por el año 1470 el Comendador Diego de Alvarado y Mexía, que instaló su residencia en el castillo de Lobón, mandó destruir la casa-fuerte con su torre.
La nueva Casa de la Encomienda de Montijo se construirá después de 1530 por el comendador Pedro Pimentel restituyendo la torre. Continuará la construcción su sucesor.
Dice Aurora Ruiz Mateos: “El número de arcos de los corredores está en función de las piezas que tiene cada ala. Los arcos eran de ladrillo y las columnas, basas y capiteles de los corredores bajos de piedra, y las de los altos de mármol. Los corredores del ala norte se construyeron en el año 1550 y los copiarían de los del ala este y oeste para darle uniformidad al patio.
Dibujo de la Casa de la Encomienda recogido en el libro de Aurora Ruiz Mateos
Dibujo de Fernando Rodríguez Villa tomado del cómic “Historia de Montijo”, publicado por el Ayuntamiento en 1987.
Las techumbres fueron todas de madera, a excepción de la de la torre, que tenía bóvedas. El ala este estaba cubierta con caña junta sobre maderos de pino, lo que nos hace pensar que es la primera que se construye. Las alas norte y oeste eran alfarjes que tenían como única decoración el saetino, con sus zaquizamís cubiertos de madera tosca y teja vana, a excepción de la caballeriza que, aunque no está descrita, sería una cubrición de madera tosca, como era la de la cocina.” “… detrás de la casa, aparte de los corrales y huertos, que no están descritos en la visita de 1550, se encontraban los bastimentos de la Orden… en una gran extensión de terreno estaban ubicados todos los edificios de la encomienda con una clara separación de la zona de servicios…” (pagina 186 del libro citado).
Pablo Iglesias Aunión relató que en el año 1498 decía el visitador de la Orden que en Montijo “Hay una casa de morada con su torre que solía aver en tiempo de Juan Chacón, comendador, e en tiempo de Fernando d’Arçe y lo qual dyo caer e destruyr Diego de Alvarado, por fortalecer a Lobón, e donde fasía su asiento” (A.H.P. de Badajoz. Sección Órdenes Militares. Orden Militar de Santiago. Libro de visita 1103 c. Mc.: 34. Año 1498)… hasta que su hijo García de Alvarado de nuevo eligiera como lugar de residencia Montijo.” “Está claro que nos encontramos ante el edificio civil más importante de época medieval en Montijo. Los comendadores estaban obligados a residir en su encomienda, donde disfrutaban de una casa, llamada la casa de la encomienda y para el año 1508 poseemos una descripción de cómo era ésta en la villa montijana: “Fue visitada una casa lagar que tiene la encomienda de la dicha villa, de la qual es comendador García de Alvarado. En la dicha casa se fallaron diez y siete tinajas gravadas. Mandose reparar en la dicha casa, el umbral de la puerta de la dicha casa que estava para caerse” (A.H.P. de Badajoz. Sección Órdenes Militares. Orden Militar de Santiago. Libro de visita 1107 c. Mc.: 36. Año 1508).” (pagina 59 del libro citado).
El pliego de cordel anónimo denominado “Historias y leyendas. Nuestra Señora del Montijo”, dice en la página 7, que titula Los Portocarreros:
“I. Cuando conquistó el rey Alfonso IX la ciudad de Mérida…estableció en esta villa su palacio D. Sancho Portocarrero, noble señor que había ayudado al monarca en sus empresas contra los moros…
II…1520… a la puesta de sol regresaba de cazar, su ocupación favorita, en los espesos matorrales que se extendían desde las casas del lugar (se refiere a Montijo) por toda la parte norte, un apuesto caballero en castaña jaca que se encontró en el dintel de su castillo un peregrino…y el dueño, muy afable, le invitó a que pasara la cruda noche en su palacio…señores y criados cenaron en sus lugares respectivos y, pasando los dueños a la cocina de la servidumbre… el vecino templo de San Isidoro… Don García dio la orden de descansar… bondadoso señor… mi castillo…el señor Porto-Carrero…”
Los pliegos de cordel eran fantasías inventadas por su autor sobre hechos reales. Lo que dice este que nos ocupa es que el caballero de la Orden de Santiago D. Sancho Portocarrero tenía un palacio en Mérida en 1520, que Don García tenía un palacio o castillo en Montijo que estaba junto al templo de San Isidoro, que toda la tierra que había al norte de Montijo era una mancha no cultivada en aquellos años. El Comendador de Montijo en el año 1508 era el caballero santiaguista Don García de Alvarado, que es al que se refiere el pliego de cordel aunque lo apellida equivocadamente con los Portocarrero que no serán señores de Montijo hasta treinta años después como veremos.
En 1550 el rey Carlos I vendió la casa fuerte, previo consentimiento del comendador Jacques de Arbes, caballero flamenco gentil-hombre de Cámara del emperador, a Pedro Portocarrero y Osorio, caballero de la Orden de Santiago, marqués de Villanueva del Fresno, primer Señor de Montijo. Así el 26 de abril de 1550 el corregidor de Montijo Álvaro Ortiz “tomó posesión de la fortaleza de Montijo… con todos sus pertrechos, armas y bastimentos pertenecientes a la Mesa maestral o Encomienda”[18], pasando a ser desde ese día casa-palacio de los condes. “También se le concedía la facultad de poder reparar, derribar y construir de nuevo la fortaleza, bien en el mismo lugar, bien en otro de la villa, que eligiera el comprador o sus herederos.” (pagina 36).
Blasón de la familia Portocarrero tomado de Wikipedia.
En la Guerra de la Restauración Portuguesa (1640-1668) se tuvo que fortificar Montijo con trincheras y fosos. El historiador Pedro Rodríguez Moscatel escribe[19]: “Las menciones a la denominada fortaleza de Montijo” se encuentran en la documentación de la venta por el Carlos I de la Casa de la Encomienda a D. Pedro Portocarrero, casa que “junto a la imponente iglesia parroquial, llegaría a conformar un auténtico conjunto defensivo que sería protagonista en la guerra con Portugal del siglo XVII”. “Ghislain de Bryas fue a socorrer el castillo de Montijo… las trincheras que defendían la villa serían reparadas tras quedar seriamente dañadas… los portugueses asaltaron las trincheras entrando por la calle que llaman de Badajoz… la villa de Montijo estaba “fortificada toda en roda, con trincheras y un foso”… el papel que juegan tanto la casa del conde y la iglesia como último reducto más fuerte y defendible (a modo de ciudadela)”.
Desde entonces se viene hablando en Montijo, pero no hemos leído ningún documento que lo refleje, de la existencia de un pasadizo subterráneo que unía el palacio con la parroquia de San Pedro para guarnecerse en ella.
En la batalla del Montijo entre los castellanos y los portugueses, de 1644, la casa quedó en ruinas. Dice Vicente Navarro del Castillo[20]: “la casa-fortaleza de los Condes resultó muy dañada, pues en ella se resistió la pequeña guarnición que defendía la población, por lo que el III Conde D. Cristóbal Portocarrero y Luna la levantó de nuevo y puso en su fachada el escudo de sus armas… el IV Conde D. Cristóbal Portocarrero y Guzmán la mejoró, levantando también en la fachada de enfrente una espaciosa casa-granero, cuya portada ya abandonada se conserva en una callejuela lateral y en cuyo dintel se puede ver la fecha de su construcción, año 1691”
El III Conde vivió en el palacio de Montijo, su hijo el IV Conde nació en él en 1638, y el V Conde también nació en el palacio en 1692.
Según Vicente Navarro del Castillo, en 1753 el palacio tenía 50 varas de fachada (la vara castellana equivalía a 0,835905 metros, por lo que serían unos 41 metros lineales), además de la cochera, el mesón, cinco casas en la calle del Conde, una de las cuales era la huerta de 2 fanegas de tierra con su noria.
Junto al palacio estaba “la posada del señor Conde de Benajear” según describe el Catastro del marqués de la Ensenada publicado en 1753, en la página 29 se dice que “ay un Meson propio del Señor Conde del Montijo que lo tiene arrendado a Cristóbal de Santiago y produciría al año seiscientos Reales”. Imaginamos que es el mismo edificio que denominan mesón, pegando al palacio, y que en el siglo XX sería el cafetín de Alfonso Cruz. En el año 1691 construyó el IV Conde la casa-granero aprovechando los restos de la antigua iglesia de San Isidro que era de tapial y arcos de ladrillos con techos de maderos.
Después de la Guerra de Sucesión española el pueblo quedó arrasado. En el año 1774 escribía el militar acantonado en Montijo José Cadalso “En Extremadura o extremamente dura hay un montón de chozas medio caídas con nombre de Montijo… el montón de casas caídas que llaman Montijo…” ¿Y el palacio cómo estaría? Imaginamos que bastante mal.
María Francisca de Sales Portocarrero, la VI Condesa, estuvo desterrada por la Inquisición en el palacio al final de su vida, por el año 1805, y aprobó construir el cementerio que estuvo donde hoy se encuentra el Parque Municipal.
En 1835 se abolieron en España los señoríos, por lo que los Condes perdieron todas las rentas e impuestos que cobraban a los vecinos, el palacio de Montijo quedó desabitado aunque siguió siendo propiedad de los condes.
El Ayuntamiento acordó el día 13 de julio de 1888 proponer a los dueños del palacio la compra del mismo para habilitarlo como escuelas. La negativa de aquellos impidió seguramente que continúe hoy el edificio en pie.
A comienzos del siglo XX pidió el Ayuntamiento a los propietarios que le dejasen utilizar el palacio como Casa-Cuartel de la Guardia Civil, cosa que accedieron.
Manuel García Cienfuegos dice en su artículo “Casa-Cuartel de la Guardia Civil de Montijo” publicado el día. 5 de junio de 2020: “En 1897… sabemos que la Guardia Civil se encontraba instalada en la Casa del Conde, “… la explanada que da frente al cuartel de la Guardia Civil” (Sesión 27/VIII/1987). Se referían a la plazuela de Las Cocheras, hoy Teatro Municipal. Posteriormente, a finales del siglo XIX, la Casa Cuartel se trasladó a la casa palacio de los Condes, desaparecida y ocupada por bloques de viviendas en la plaza de Cervantes. Estando en la casa palacio la fuerza estaba formada por el cabo, Leonardo Álvarez Sevilla, natural de Sevilla, de treinta y tres años. Junto con los números Justo Cerros Espada, de cuarenta y siete años, natural de Talaván (Cáceres) y Esteban Gil Cides, de Alburquerque, de veintinueve años. Compartían la seguridad y el orden con los carabineros y policías municipales, según referencian los documentos. A los detenidos, administraba justicia el juez municipal, Diego Castillejo Gragera, y en su caso al Juez del Partido Judicial de Mérida. El 25 de abril de 1915 (contaba el diario badajocense Correo de la Mañana), dos ciudadanos montijanos: Luis Pinilla Pinilla, presbítero, y Juan María González de Therreros, alcalde, hicieron la donación de entregar la Bandera Nacional. Los actos comenzaron con una misa concelebrada por los sacerdotes Luis Pinilla Pinilla, Diego Bautista Guzmán y Nicolás Rubio Hervás. La fuerza del puesto de la Guardia Civil dio guardia de honor, amenizando una orquesta de aficionados de esta población, dirigida por Francisco González Piñero.
Tras la misa se procedió a la entrega en la puerta de la Casa Cuartel (antigua casa del Conde), donde se izó la bandera, siendo padrinos Obdulia Tejada de Pinilla y Juan María González. Asistieron los niños y niñas de las Escuelas públicas, acompañadas por sus maestras María Cortés, Clara González, Tomasa Fernández y el maestro Ramón López Gallego, entonaron varias canciones e himnos.
Después los señores teniente de la Guardia Civil, Ramón Núñez de Vargas y el sacerdote Andrés Trigueros, pronunciaron elocuentes discursos y se dieron vivas al Rey y al benemérito Cuerpo de la Guardia Civil. “
Foto recogida de la Revista de Ferias de Montijo de 1930. Había acacias delante del palacio.
Como era el cuartel de la Guardia Civil instalaron un mástil para colgar la bandera y un cartel de “Todo por la patria”. También había encima del escudo una farola.
La puerta que vemos a la derecha es por donde entraban los coches y las caballerías a las cocheras, las cuadras y los patios. En la antigua Casa de la Encomienda se levantaba encima de esa puerta la torre.
Seguramente las ventanas eran salientes pero, como el Ayuntamiento dio una orden en mayo de 1884 prohibiendo las rejas salientes de las casas, las meterían siguiendo la línea de la fachada. El zócalo de pintura no existía anteriormente.
Foto tomada del libro de Vicente Navarro del Castillo. Ya no vivía nadie ni tenía pintado el zócalo oscuro. Vemos encima de las ventanas las ventanitas del doblado. La portada de granito y la cornisa eran de estilo neoclásico, el escudo barroco.
Por los años 1910 a 1914 compraron el palacio (Plaza de Cervantes nº 3) el matrimonio integrado por los propietarios de tierras Juan Bautista Guzmán y Dorotea Capote… que vivían en la calle Santa Ana nº 14. Una hija de ellos, Carmen Bautista Capote, casó en 1914 con el propietario de Torre de Miguel Sesmero y exalcalde de dicho pueblo Emilio Vaca Cerrato. Se fueron a vivir al palacio desde el día de su casamiento, pero seguramente donde vivieron es en la casa que estaba junto al Mesón, en la que vivieron después los maestros D. Antonio López y Dª Antonia ….. Allí nacerían tres hijos del matrimonio Vaca Bautista, más adelante se fueron a vivir a la casa de los padres de Carmen en la calle Santa Ana nº 14; en dicha casa nació su última hija, Eulalia, a finales de 1922.
La parte central del palacio continuó siendo cuartel de la Guardia Civil y allí estaría hasta 1932 en que se inauguró la nueva Casa Cuartel en la carretera de la estación.
Posteriormente, Emilio Vaca le arrendó la parte central del palacio al veterinario salmantino Jacinto Sánchez García, casado con Eulalia Pinilla Tejeda que vivían frente a Emilio, y Jacinto le subarrendó dependencias al maestro herrador José Macarro Gragera donde instaló su vivienda y el herradero de caballerías, igual que a los herradores Pedro Macarro Quintana y Alonso Rodas Cruz, siendo el veterinario titular de los tres Jacinto.
El palacio por los años 50 cuando vivía en él José Macarro Gragera y tenía allí el herradero. Delante de la fachada puso una piedra rectangular donde herraba a las caballerías. También vemos dos acacias. Al fondo se ve el cafetín de Alfonso Cruz, antiguo mesón; su esposa vendía pescado en él. Foto Sanfer.
La hija de José Macarro, Felisa Macarro Rodríguez, nos detalla la distribución de las dependencias cuando ellos vivían allí:
- Jacinto montó su herradero en el palacio de los condes y tenía subarrendada la casa a dos familias y las dependencias del patio a tres artesanos.
El pasillo central de la casa, tras pasar la puerta del escudo, era común para tres arrendatarios.
-En el recibidor o zaguán había a la derecha en el suelo una trampilla de madera que daba acceso a una escalera por donde se bajaba a un sótano. La tradición oral dice que habían sido calabozos; también podría ser el acceso al pasadizo que unía el palacio con la parroquia de San Pedro.
Las habitaciones de la derecha las tenía arrendadas el veterinario D. Jacinto Sánchez para guardar granos (trigo, cebada, algarrobas, etc.). Eran muy grandes y había una ventana que daba a la calle.
Las habitaciones de la izquierda eran la vivienda de José Macarro. Entrando por el recibidor estaba el comedor donde había una ventana a la calle.
De esa sala se pasaba al dormitorio de los hijos de José Macarro. De esta se pasaba a la izquierda a una alcoba donde dormían José Macarro y su esposa.
Desde el comedor y desde la alcoba se pasaba a la sala de estar, que tenía otra ventana a la calle.
-Del recibidor o zaguán se pasaba a la segunda nave del pasillo. A la derecha estaba la cocina de la familia de José Macarro, era muy grande, no tenía puerta y sí un gran arco de ladrillos y dos fogones.
A la izquierda estaba la escalera que subía al doblado. En él vivía el maestro barbero Bonifacio Melara, “el siño Boni”, y su esposa; tenía su barbería en lo que hoy es Plaza de la Constitución. Sus ventanales y terraza daban al patio pues la parte del doblado que daba a la calle la conservaba los dueños del palacio como almacén.
En el pasillo, y al lado de la escalera, había una alacena que era usada por la familia de José Macarro donde metían dulces, tomate concentrado, etc. y un cuarto trastero pequeño donde ellos guardaban objetos como zapatos, etc.
La segunda nave se unía a la tercera en el pasillo por un arco de medio punto. Al final de la tercera nave estaba la puerta de acceso al patio.
-En la tercera nave del pasillo las habitaciones de la derecha las utilizaba D. Jacinto Sánchez para meter granos. A la izquierda había un cuarto donde José Macarro metía las herraduras, clavos, etc. De él se accedía a unas habitaciones que eran utilizadas por D. Jacinto como almacén de granos, algarrobos, etc., ello provocaba molestias y discusiones entre los dos arrendatarios ya que tenían que acceder por la misma puerta del pasillo.
La casa-palacio era muy austera. Todos los techos de la planta baja eran de bóvedas salvo el dormitorio que utilizaban los hijos de José Macarro que era de maderos. No había pinturas en las bóvedas. Los suelos eran de cemento que tapaban el antiguo que era de cerámica.
Del pasillo se accedía al patio. Había un porche con cinco arcos de ladrillo de medio punto.
–El patio.- En las dependencias del patio estaba el equipo de maestros y ayudantes herradores del veterinario D. Jacinto Sánchez en la posguerra civil.
El patio en sí era el herradero de José Macarro. En el había un pozo profundo del que se servían los tres artesanos.
A la derecha, y junto al porche, se accedía a la calle por las antiguas cocheras. Por la puerta falsa de la derecha de la fachada entraban las caballerías que iban a ser herradas o curadas en el patio.
A la derecha, al fondo del patio, se accedía a las cuadras que estaban arrendadas al herrador Pedro Macarro Quintana, primo de José, al que le ayudaba su hijo Antonio.
Antes había otra nave que estaba arrendada al maestro herrador Alonso Rodas Cruz al que le ayudaba su hijo Cipriano Rodas Núñez. Otro hijo suyo era el veterinario Antonio Rodas. A la izquierda del patio había una nave con varias habitaciones que eran utilizadas por D. Jacinto Sánchez para guardar granos. Por el porche se accedía a una habitación que era la clínica veterinaria. Había una cama para operar a las caballerías, D. Jacinto era un cirujano fino. Al fondo del patio, cerrándolo y lindando con la huerta, había unos chiqueros de cerdos y la puerta de acceso a la huerta. La casa tenía un porche con cinco arcos. –La huerta, entrando en ella, a mano derecha, había una gran alberca romana y un pozo muy grande para sacar el agua de riego; en esos años no había ya noria. En el centro de la huerta había un gran almendro. También había naranjos bravíos. En esos años ya no tenía una extensión de dos fanegas como en el siglo XVIII pues, los propietarios, la habían ido vendiendo en trozos a otros vecinos, como donde construyó …. Bautista “el huerfano” la bodega, que se accedía por la calle del Conde y por la de Pintor Murillo (donde hoy se encuentra el Centro de Ecuación Infantil Alborada).
Junto al palacio, a la derecha, había una casa pequeña que también pertenecía al mismo y tenía una puerta y dos ventanas que daban a la huerta.
Plano del palacio en los años sesenta.
Vistas aéreas del palacio realizadas por encargo del Ayuntamiento en el año 1963. En la foto de arriba vemos el palacio desde la fachada y la plaza de abastos a la derecha. En la de abajo vemos primero la huerta. Se ve el patio del herradero, los cinco arcos del porche, el patio de la casa de Antonio López y el de Alfonso Cruz.
A finales de los años 60 se estaba hundiendo el techo y había grietas en las paredes, el maestro de obras del Ayuntamiento Antonio Marín le aconsejó a José Macarro Gragera que se trasladase a otra casa, ya que el propietario no lo arreglaba, y José se trasladó a vivir en 1970 a la calle Santa Ana nº 20 una casa propiedad de Olalla Caballero, hasta que le adjudicaron un piso en la barriada Juan XXIII en 1976 donde vivió con su familia hasta su muerte. Bonifacio Melara se quedó viviendo en el doblado durante un tiempo.
Portada de granito del palacio, de estilo neoclásico, y el escudo de estilo barroco del IV Conde Cristóbal Portocarrero y Guzmán de Luna, Capitán General que fue de la frontera de Extremadura. La puerta era de madera de calidad con clavos. Foto realizada por Sanfer en 1975.
Dice Vicente Navarro del Castillo[21]: “Sobre el severo portalón campea el escudo del III Conde, coronado con corona de Marqués y partido en su parte superior en dos cuarteles, llevando el primero el jaquelado o ajedrezado de los Portocarrero y en el segundo la luna menguante de los Luna; la mitad inferior es mantelada con tres cuarteles, el primero y el tercero con castillo real y el segundo con león rampante; en el centro del escudo lleva un escusón dividido en cuatro cuarteles, llevando el primero y cuarto, calderos con sierpes y el segundo y tercero armiños”.
En la página web Andando por España www.nuevoportal.com leemos: “La Casa Palacio de los Condes de Montijo, aunque de valor artístico modesto por la parquedad de su traza y fábrica, resulta significada por su interés histórico como mansión de los Señores del lugar. Sobre su desnuda fachada, que en nada se diferencia de las viviendas de los labradores hidalgos propias de la región, sólo destaca, como componentes de cierta entidad, el juego de los modillones que configuran la cornisa. Sobre la severa portada granítica, el escudo de los Condes es el único elemento que enfatiza el carácter del edificio.”
Foto realizada por VISAM en los años 50 cuando vivía allí José Macarro y su familia.
A la entrada del palacio estaba el zaguán y, al comienzo del pasillo en el centro del arco rebajado, una columna de estilo jónico de mármol. La columna se ha conservado y está colocada en la actualidad en la planta alta de la casa de la plaza de Santa Clara nº 6.
Foto tomada por Sanfer en 1975 cuando estaban cayendo el edificio.
También vivían en la parte de la izquierda del palacio, independientemente de las otras dependencias y como arrendatarios de Emilio Vaca, el maestro de escuelas Antonio López López (¿) y su esposa Antonia Domínguez también maestra; no tenían hijos. Ellos vivían allí antes que entrase la familia de José Macarro en el palacio.[22]
Esa casa estaba bien preparada, lujosa comparada con el palacio, seguramente porque en ella vivieron Emilio Vaca y su familia cuando se casaron en 1915 y la modernizaron
Descripción de esta casa.-
Tenía dos ventanas en el lado derecho de la fachada y una en el izquierdo.
Se entraba por un zaguán grande donde había dos puertas laterales. A la izquierda había una sala por donde se entraba a una alcoba, y a la derecha a una sala grande.
Pasando el portón del zaguán, en la segunda crujía, había un pasillo amplio que no tenía puertas laterales.
En la tercera crujía estaba la galería con un ventanal al patio donde ellos hacían la vida; a la izquierda había una chimenea muy bonita de mármol blanco que había estado en el palacio.
Decía Vicente Navarro del Castillo en la página 45 de su libro: “En el interior, lo único notable es una chimenea de mármol de buen gusto, acaso de finales del siglo XVII”. Al derribarse el palacio la tenía en su casa de la calle José Canalejas nº 3 Emilio Vaca Alcántara.
Todas las habitaciones de la casa tenían bóvedas y los suelos eran de baldosas hidráulicas.
Foto tomada por VISAM en los años 50.
El ventanal de la galería se cerraba con una gran reja, con dos puertas batientes, para pasar al patio. Fuera había un porche abovedado con un arco de medio punto que había pertenecido al patio del palacio.
A la derecha de la galería se entraba, a su derecha a dos alcobas una de las cuales daba a la plaza; a su izquierda se iba a la cocina, que era grande y tenía al frente una gran chimenea. De esta se salía al porche, a su izquierda había una puerta chica que daba al sótano (también aquí se alimentó la leyenda de que había un pasadizo que daba a la iglesia) y otra puerta lateral que daba a una gran nave-almacén que había pertenecido a los bastimentos del palacio.
El patio era un jardín donde se encontraba la fuente de mármol blanco que había pertenecido al palacio y era de estilo neoclásico de finales del siglo XVII. La tienen la familia Pinilla Vaca.
Foto tomada por Sanfer en 1975.Vemos la fuente completa bastante deteriorada. La pila es octogonal, la base central y la taza imitan a plantas acuáticas, no se ve el surtidor.
En el jardín había trompetas que daban un olor estupendo, cintas, pilistras, ficus, geranios, etc. al final había un ciruelo; un pasillo de cemento por donde se pasaba a otro patio pequeño, separado por una pared, se entraba por una puerta a la izquierda y el suelo era de rollos de río. En el estaba el retrete. Por ese patio se salía a la huerta, a mano izquierda estaban las traseras del cafetín de Alfonso Cruz, de la posá, del Teatro Calderón, de la casa de Dolores Núñez, de la escuela de Jesús y la ermita.
A continuación de esa casa, lindando a la casa de los párrocos de San Pedro, estaba el cafetín de Alfonso Cruz, la fachada sobresalía de la del palacio y fue antiguamente el mesón. Entrando a la izquierda estaba el bar y después la vivienda de Alfonso. El patio era grande y tenía una nave.
El presbítero e historiador, ciego, Vicente Navarro del Castillo[23] decía al final de su libro escrito en 1974: “En la Plaza del Conde se alza, desafiando al tiempo, la casa palacio que ocuparon en sus estancias en Montijo, los Condes de este título, sobre todo los III y IV Condes. No es de gran valor arquitectónico, pero sí de un gran valor histórico, por lo que la Villa de Montijo debía procurar no cayera el día menos pensado demolido por la piqueta, ya que tengo noticias de que se trata de enajenarlo. Aquí se podría establecer una Casa de la Cultura, biblioteca y otros servicios culturales”.
Al poco vendieron el palacio los herederos de Emilio Vaca al constructor José Moreno García quien la derribó en septiembre de 1975 para construir una barriada de pisos. El Ayuntamiento de entonces había sido insensible a los ruegos que le hicieron varias personas para que lo adquiriese como centro cultural y resto del patrimonio histórico de Montijo.
Al derribarse el palacio por el constructor José Moreno García, los antiguos dueños –los hijos de D. Emilio Vaca- se llevaron las cosas de valor. La portada y el escudo lo colocaron los hijos de D. Modesto Pinilla Porras en la fachada de un cortijo.
Propuestas que hacemos al Ayuntamiento con el fin de perpetuar la memoria de este monumento que fue durante gran parte de la historia de nuestro pueblo el centro del poder:
-Habría que colocar un mural de cerámica en la fachada de los pisos del Conde que dan a la plaza de Cervantes (en la pared junto a la esquina del piso de la calle Extremadura nº 2, bajo derecha) que represente la fachada del palacio y explique brevemente su hisotoria.
-Habría que abrir un Centro de Interpretación de los Portocarrero donde se explique, de forma interactiva, la historia de esta importantísima familia española que fue dueña y señora de Montijo desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XIX y dio nombres muy ilustres a la historia de España como recogemos a continuación en los anexos.
Juan Carlos Molano Gragera. 2020.
[1] PEDRO DE OROZCO y JUAN DE LA PARRA: “Estoria de la orden de la caualleria de señor Santiago del espada”. Manuscrito del siglo XV, de la Real Academia de la Historia. Introducción, transcripción, notas y apéndices del Marqués de Siete Iglesias . Facsimil publicado por la Institución Pedro de Valencia. Excma. Diputación Provincial de Badajoz. Badajoz, 1978
[2] Daniel Rodríguez Blanco. La Orden de Santiago en Extremadura en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV), página 60.
[3] Alfonso Bullón de Mendoza. Las Órdenes Militares en la reconquista de Extremadura. MILITARIA Revista de Cultura Militar, Nº 15. 2001
[4] Juan Antonio Pacheco Paniagua. Extremadura en los geógrafos árabes, editado por la Diputación de Badajoz en 1991, página 44.
[5] Bruno Franco Moreno. Territorio y poblamiento en la Kúra de Màrida durante el emirato omeya (siglos VIII-X/XII/XIV), publicado en UNED. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.» Medieval, t. 17, 2004.
[6] Pablo Iglesias Aunión. Historia de la comarca de Lácara, del medievo a los tiempos modernos, editado por ADECOM LÁCARA. 2000. Página 58.
[7] Luis José Garraín Villa (Cronista oficial de Llerena), artículo LA ORDEN MILITAR DE SANTIAGO EN LA BAJA EXTREMADURA.
[8] Tito Livio. Historia de Roma desde su fundación. Madrid. Editorial Gredos.
[9] Bernabé Moreno de Vargas. Historia de la ciudad de Mérida, publicado en 1633, página 456.
[10] Isidoro de Sevilla.- su familia era originaria de Cartagena. Era hijo de Severiano, quien pertenecía a una familia hispanorromana de elevado rango social y al cual se le adjudica el título de dux, su madre Teodora, en cambio, de acuerdo con algunos, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza, se distinguió por su contribución a la conversión de los reyes visigodos (arrianos) al catolicismo.
Isidoro fue filósofo, lingüista, historiador y el primero de los grandes compiladores medievales.
[11] María R. Valverde, de la Universidad de Salamanca, dice en su estudio “Leovigildo, persecución religiosa y defensa de la unidad del reino”, publicado en Iberia 2, 1999.
[12] Juan Serrano Pascual. Revista de Ferias de Montijo. 1984, página 61.
[13] Germán Rodríguez Martín “La cuenca media del Guadiana entre los siglos V-VII después de Cristo, un espacio en transformación en un contexto de transición” publicado en las Actas de los V Encuentros de Historia en Montijo” por la Diputación en 2003, página 22.
[14] “Posible localización de la antigua iglesia de San Isidoro de Montijo”, Revista de Ferias de 1986, página 97.
[15] Daniel Rodríguez Blanco, obra citada, páginas 44 y siguientes.
[16] Bernabé Moreno de Vargas, obra citada, página 395.
[17] Aurora Ruiz Mateos. Arquitectura civil de la Orden de Santiago en Extremadura, editado por la Consejería de Educación y Cultura y la Diputación de Badajoz. 1985.
[18] Vicente Navarro del Castillo. Montijo, apuntes históricos de una villa condal, editado por el Ayuntamiento en 1974., página 34.
[19] Pedro Rodríguez Moscatel. Revista de Ferias de Montijo. 2020. Páginas 70 y 71.
[20] Vicente Navarro del Castillo, libro citado, página 56.
[21] Vicente Navarro del Castillo, libro citado, página 45
[22] El maestro Antonio López tenía en el año 1936 destino en Asturias, al parecer era de Fuente del Maestre, en el mes de septiembre de ese año estaba de vacaciones en Montijo porque no podía volver a su escuela por motivos de la guerra. Cuando fusilaron al maestro Juan José García Martínez de Tejada, fue nombrado para ocupar su plaza, el día 16 de septiembre, interinamente Antonio López, por el presidente de la Gestora Municipal Francisco Rodríguez Cavero, sustituto en el Grupo Escolar Nº 1 de la graduada “Giner de los Ríos”. Lo maestros Antonio y Antonia daban clases en el colegio Padre Manjón. Al inaugurarse las Escuelas de Artes y Oficios en 1943 fue nombrado director. Al jubilarse a finales de los años 60 se fueron a vivir a Badajoz.
[23]Vicente Navarro del Castillo, libro citado, página 45.